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Las cuatro caras de Jesús (V.2004)

6. abril. 2009

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Revdo. Dr. Davidson Loehr, 23 de mayo de 2004, Primera Iglesia Unitaria Universalista de Austin, Texas, (Trad. Fco. J. Lagunes G.)

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Plegaria

Oramos, no a algo, sino desde algo a lo que debemos dar voz;
no para desentendernos de nuestra vida, sino para enfocarla;
no para renunciar a nuestra mente, sino para restaurar nuestra alma.

Oramos por poder vivir con honestidad:
para que podamos aceptar quiénes somos,
y admitir quiénes no somos;
para que no nos ensordezcan el orgullo y el miedo,
y no ignoremos el suave susurro de la vocecilla dentro de nosotros,
que podría conducirnos hacia fuera de la oscuridad.

Oramos para que podamos vivir con confianza y apertura:
hacia aquellas personas, aquellas experiencias, y aquellas transformaciones
que pueden salvarnos de la estrechez de miras y la desesperación.

Y oramos a favor de estas esperanzas
con el corazón abierto, el alma honesta
y una reverencia agradecida por la vida que nos ha sido dada.

Amén.

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Sermón: Las cuatro caras de Jesús


Relato: El mago

Era un tiempo de luchas terribles. Por todas partes, la gente estaba dividida en grupos separados, como pequeños clubes. Y en todas partes peleaban contra toda la gente que no estaba en su pequeño club.

Todos decían que odiaban el enfrentamiento, desde luego. Pero todos sabían que solamente la gente en su pequeño club tenía realmente la razón. Y dado que tantos otros estaban equivocados bueno, todos ellos rezaban para que Dios les diera la victoria sobre los demás, y así terminara la lucha. Pero mientras tanto, era una época de enfrentamientos terribles.

Un día, un joven mago vino a esta región. Él no parecía pertenecer a ninguno de sus clubes, pero era un maravilloso mago y realizó algunos trucos sorprendentes. Tenía en él esa clase de ‘cualidad estelar’ que atraía a la gente. Mucha gente amaba mirarlo, aunque no les interesaba gran cosa escucharlo, debido a las cosas que les decía.

Lo que les dijo fue que si no estuvieran divididos en tantos clubes, no habría tanto enfrentamiento. Sus clubes, les dijo, eran la causa de sus guerras.

Para la gente, esta era la cosa más estúpida que nunca habían oído. Sus pequeños clubes les daban una minúscula área de paz y amistad entre gente como ellos mismos, en un mundo de otra manera hostil. A ellos les gustaban sus clubes. Así que casi nunca escucharon cuanto el mago trató de enseñarles. Pero amaban su magia, así que siguieron yendo a verlo y comenzaron a contarse historias sobre lo grandioso que era como mago.

Años después, luego de la muerte del joven mago, una cosa chistosa sucedió, aunque no le hubiera parecido graciosa al mago. La gente formó un nuevo club. Y para estar en este nuevo club, tenías que creer todos los relatos que ellos contaban sobre el joven mago. Incluso hicieron imágenes y esculturas de él, que exhibían en sus lugares de reunión, para que la gente pudiera recordar cuán grande había sido.

El club llegó a ser popular y pronto tuvo miles de miembros. Antes de que pasara mucho tiempo, se hicieron incluso con un ejército.

Fue entonces cuando finalmente decidieron que podrían usar su ejército para terminar la lucha de una vez por todas. Sus sacerdotes y generales acudieron a sus lugares de reunión —que se habían convertido en iglesias— e hicieron como que hablaban a las imágenes y estatuas del mago muerto, como pidiéndoles su bendición. Después de todo, ¿no había hablado siempre el joven mago de traer la paz?

Fueron a la guerra. Fue una guerra larga, y mucha gente murió o resultó herida. Pero su ejército era mayor y ganaron. Obligaron a mucha, mucha gente a hacerse parte de su club, debido a que querían que entraran en razón —es tan importante estar en lo correcto.

Luego de las batallas, sus sacerdotes y generales fueron a la iglesia a dar las gracias. Se pararon frente a las imágenes y esculturas del mago muerto, y le contaron su orgullosa historia de la batalla victoriosa.

Entonces sucedió el milagro. Justo cuando todos los sacerdotes y generales miraban las estatuas y les hablaban de sus guerras victoriosas, todas las imágenes y estatuas empezaron a llorar…

El jóven mago, por supuesto, era Jesús.

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Tiene riesgos despojar a un hombre como Jesús de su aureola y preguntarse qué clase de hombre fue, y qué tan sabias fueron realmente sus enseñanzas. Esto ofende a la imagen popular de Jesús, sentimental y soñadora, como el Hijo de Dios y salvador sobrenatural de la raza humana. Desde hace ya más de dos siglos, los estudiosos han sabido que aquellos eran atributos míticos inventados por sus seguidores mucho tiempo después de su muerte y que el Jesús real fue 100% humano —dado que esta es la única categoría que existe para nosotros. Llamarlo ‘Hijo del Hombre‘, en el sentido de ‘Hijo de Dios’ era una expresión poética, no una afirmación biológica, ni sobre su genética. No nos agradaría vivir en un mundo construido de tal manera que la gente pudiera recibir la mitad de sus cromosomas de un humano y la otra mitad de un dios celeste, sin duda esto tampoco habría complacido a sus contemporáneos.

Quiero respetar la verdad sin rendir culto al mito esta mañana, por medio de la sugerencia de que este hombre, Jesús, tuvo por lo menos cuatro diferentes aspectos, o ‘caras’. Un aspecto fue inútil, un segundo —el más ‘mágico’— fue real, pero no sobrenatural. Un tercero simplemente erróneo. Y entonces está la cuarta cara de Jesús, que aún hoy parece mirar dentro de nuestras almas con incómoda precisión.


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1. Jesús como pensador cínico itinerante

La primera cara de Jesús se refiere a su estilo de vida, a sus valores personales, la clase de modelo a imitar que él habría sido. Esta es la dimensión de Jesús que apenas ha sido discutida, debido a que es tan estrafalaria. Por ejemplo, trata de recordar cuántos sermones has escuchado predicar sobre estas citas atribuidas a Jesús:

  • «Quien no reniegue de su padre y de su madre, no podrá hacerse estudiante mío. Y quien no rechace a sus hermanos y a sus hermanas… no está listo para mí» (Evangelio de Tomás, Logion 55, siguiendo la versión dinámica de Lynn Bauman) —¡No es precisamente un texto para un sermón convencional sobre ‘valores familiares’!

  • En otra ocasión, una mujer de la multitud, en voz alta, dijo a Jesús, «Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron». Era esta una manera convencional de hacer un cumplido a la madre a través del hijo, algo así como decir, «Tu madre debe estar muy orgullosa de ti». Pero Jesús replicó así: «Dichosos más bien los que escuchan la enseñanza de Dios y la ponen en práctica» (Evangelio Q en Lucas 11:27-28) —¡Otro mal texto para el día de las madres!

  • Y la última cita que es la más extrema y la más famosa. Viene del Evangelio de Lucas. En el que Jesús dice «¿Creen ustedes que he venido a traer paz a la tierra? Les digo que no, sino división. Porque de hoy en adelante, cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres. El padre estará contra su hijo y el hijo contra su padre; la madre contra su hija y la hija contra su madre; la suegra contra su nuera y la nuera contra su suegra.» (Evangelio Q en Lucas 12: 51-53) —¡Nunca se escucha a la derecha cristiana predicar este fragmento tampoco!

Estos dichos no se corresponden con la imagen tradicional del Jesús dulce que habría predicado valores familiares, así que casi nunca son mencionados. Nos muestran algunos de los valores personales de Jesús y de su estilo de vida, aunque lo hacen parecer muy extraño y ajeno, por no decir fastidioso. Porque la mayoría de los estilos de vida que Jesús ejemplificó nunca han tenido muchos seguidores.

Este es el perfil de alguien en el margen de cualquier cultura, en cualquier época. Los estudiosos reconocen este perfil, no obstante. Era un estilo marginal pero bien conocido de vivir en el mundo antiguo. Desde cerca del cuarto siglo AEC (antes de la era común), hasta aproximadamente el siglo sexto EC (de la era común), había un nombre para este estilo de vida ejemplificado por Jesús. Estos personajes fueron llamados los ‘cínicos’[1].

Algunos estudiosos consideran a Jesús un ‘pensador cínico itinerante’. El nombre en sí mismo es desdeñoso, fue dado a los ‘cínicos’ por sus detractores (de esa forma se originaron muchos nombres). Viene de la palabra griega para ‘perro’, y quería decir que los cínicos vivían como perros. No tenían casa, ni propiedad, ni consortes, ni un círculo fijo de amigos, ni trabajo, ni amor por la sociedad en la que vivieron. Los cínicos no ofrecieron una reforma de la sociedad, tanto como ofrecieron una alternativa a la sociedad.

Los mejores de entre los cínicos fueron críticos sociales astutos: fueron una especie de versiones seculares de los profetas del Antiguo Testamento, manteniéndose por fuera del orden de cosas aceptado, mientras trataban de subvertirlo.

Alguien que pudiera vivir una vida de esta manera tenía que estar, entre otras cosas, extremadamente enfocado y dedicado a su visión particular. Para el cínico más famoso de la historia, Diógenes[2] de Sínope (404AEC-323AEC) , la visión fue una de autonomía personal, de libertad de las exigencias innecesarias de la sociedad. Un viejo relato lo ilustra:

«El mensajero del rey llegó a ver a Diógenes, quien estaba sentado en cuclillas en la calle para comer un simple plato de lentejas. ‘El rey lo invita a vivir en su castillo’, dijo el mensajero, ‘y a ser uno de sus asesores en la corte’.

«‘¿Y por qué debiera hacerlo?’, preguntó Diógenes.

«‘Bueno, por una cosa’, dijo el mensajero, ‘si aprendiera a ganarse el favor del rey, no tendría que comer lentejas’.

«‘Y qué si uno aprende a disfrutar las lentejas’, replicó Diógenes, ‘así no tendría que aprender a ganarse el favor del rey'».

El mensaje de los cínicos fue siempre extremo, y estuvieron dispuestos a sacrificarlo todo por él. Más aún, siempre se mostraron convencidos de que todos los demás estarían mejor también si abandonaran la visión de la vida prevaleciente en la sociedad y adoptaran su visión cínica. Su mensaje fue para individuos. No pertenecieron, ni se ocuparon de una comunidad real. No fueron reformadores sociales. Pensaron que la sociedad estaba fundamentalmente equivocada, y que la gente debería ‘ponerse en onda, prenderse y desertarse’ para recuperar el famoso lema de los años ‘jipitecas’ (jipis, o hippies).

Jesús cuadra muy bien dentro de esta concepción del pensador cínico. No tenía hogar, propiedad o trabajo. No daba por buenas las imágenes aceptadas de ‘la buena vida’ o las expectativas normales que sobre la gente se tenían en una sociedad civilizada —las reglas culturales y religiosas que daban a la gente sus identidades sociales, por ejemplo. Su visión del «Reinado de Dios» era, para Jesús, la única cosa digna de vivir por ella. Sus parábolas presentaron al ‘Reinado’ de esta forma extrema, una y otra vez. Era una «perla de gran valor», un «tesoro enterrado en el campo» por el que el afortunado descubridor lo venderá todo.

Lo que debe notarse sobre los cínicos, incluido Jesús, es que su mensaje nunca es fácilmente escuchado, o seguido, excepto por personas extremadamente marginales —otros cínicos. Los esposos, esposas, niños, el gozo del trabajo, hacer una contribución a la sociedad, el nacionalismo, el orgullo de identidad étnica o religiosa —todo esto no era nada para los cínicos en comparación con su singular visión. En el caso de Jesús, su familia entera fue tratada como si no contara nada en comparación del «Reinado de Dios». Esto no convirtió a Jesús en excepcionalmente frío, insolidario, o indiferente, simplemente lo identifica como uno de los grandes cínicos de la historia —y un pensador cuya visión era, a veces, demasiado extrema para resultar útil, o sabia, para la abrumadora mayoría de la gente que ha vivido jamás, entonces o ahora.

Así que la primera cara de Jesús fue la de un estilo de vida cínico. Constituyó una gran parte de quién fue él y de lo que valoró. Para casi todos en la historia, excepto para los cínicos, sin embargo, este no fue un camino sabio a seguir, sino una inútil aberración [= grave error del entendimiento, que se aparta de lo lícito].

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2. Jesús, el sanador por la fe

Prácticamente todos los estudiosos bíblicos están de acuerdo en que Jesús fue un hombre con un gran carisma y una señalada habilidad para lo que hoy llamaríamos ‘sanación ritual‘. Aunque casi todos los estudiosos aceptan que los relatos fueron grandemente exagerados, y que las escenas como ‘caminar sobre el agua’, levantar a Lázaro de entre los muertos, o alimentar a 5,000 personas con unos pocos pescados, son todos mitologización cristiana, el hecho duro sigue siendo que Jesús fue fundamentalmente conocido, en su tiempo y en los primeros siglos, como un curandero de gran talento. Era este poder casi mágico lo que realmente atrajo gente hacia él, aun cuando no entendían, o no querían escuchar, las cosas que él quería enseñar. Sus seguidores también compartieron este poder curativo, aunque no en la misma medida en que lo tenía Jesús.

Sin intención de desacreditar, hay que hacer notar que esta clase de poder carismático no implica necesariamente que el curandero sea bueno, o sabio. Todavía hay muchos curanderos hoy en día, desde Oral Roberts (1918-), hasta Bennie Han. Además, el principio de la curación por la fe está detrás de los placebos —esas píldoras de azúcar que muchas veces pueden hacer desaparecer tus síntomas, si crees que pueden hacerlo. Es fácil pensar en algunas otras figuras históricas que también tuvieron un carisma inmenso y un gran poder personal sobre la gente, pero que no fueron sabios, o que incluso fueron malvados. Rasputin (1869-1916), Hitler (1889-1945), Jim Jones (1931-1978), Marshall Applewhite (1931-1997), y David Koresh[3] (1959-1993) son ejemplos que me vienen rápidamente a la mente. No todos los sabios son magos, ni todos los magos sabios. Aún así, Jesús fue uno de los curanderos rituales más brillantes de la historia.

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3. El joven idealista sin el concepto de ‘Sangha

La tercera cara de Jesús muestra un límite severo de su visión, uno que casi sin duda lo habría relegado al basurero de la historia, de no ser por las contribuciones de San Pablo. Esta afirmación por sí sola es suficiente para perturbar o enfurecer a muchos que aman a Jesús y no pueden soportar a Pablo.

La enseñanza ética que más se asocia con Jesús es la Regla de Oro [«Así pues, hagan ustedes con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes; porque en eso se resumen la ley y los profetas.» Mt 7.12]. Aunque se afirma que Jesús dijo que el significado de la Regla de Oro es «Trata a los otros como quisieras que te trataran», por más de 20 siglos se ha dado por hecho que la Regla de Oro para Jesús también sería equivalente a otro de sus dichos: «Si alguien te pega en una mejilla, ofrécele también la otra…» Lucas 6.29. Algunas sectas cristianas radicales, como el grupo cátaro de la Francia del siglo XIV, o los menonitas de la Alemania del siglo XVI, tomaron esto literalmente y se rehusaron completamente a resistir la violencia de otros. Esto condujo a la matanza de miles o decenas de miles de cátaros, y al exterminio de la mayor parte de la primera generación de menonitas [y otros anabaptistas].

No era una enseñanza nueva. Había estado presente por ahí por lo menos 500 años antes de la llegada de Jesús. Sabemos esto porque tenemos el relato de uno de los seguidores de Confucio (551 AEC-479AEC) que le preguntó —cinco siglos antes— qué es lo que pensaba de la idea de retribuir al mal con el perdón. Confucio pensaba que era una idea estúpida. «¿Con qué entonces [preguntó Confucio] retribuirías la bondad?» En cambio, Confucio enseño que debemos retribuir al mal con la justicia, y retribuir al bien con el bien. Confucio vivió para llegar a ser mucho más viejo de lo que Jesús vivió; tal vez esta solo sea una muestra de la gran sabiduría de un hombre mucho más viejo.

Otros dicen que si quieres ver un lugar en el que la gente ha llevado a la práctica en su vida la regla de poner la otra mejilla, ve a un refugio para mujeres golpeadas. Fue una enseñanza muy idealista, pero no una enseñanza sabia, a menos que estés en una comunidad en la que todos sean tratados con respeto.

Y esa es la segunda y más importante limitación de las enseñanzas de Jesús. Todas sus enseñanzas fueron dirigidas hacia individuos. No vino a reformar el judaísmo; no vino a iniciar una nueva religión, ni a fundar una nueva iglesia. No tenía casa, ni trabajo, ni comunidad y nunca planteó en sus enseñanzas la necesidad de una comunidad saludable.

Una mirada rápida al budismo puede ayudar a entender lo que Jesús omitió. Los budistas dicen que debes contar con tres cosas para llegar a despertar, a alcanzar la iluminación. Debes tener [algo como las 3 joyas del budismo:] buddha, dharma, y sangha[4]. Buddha significa un centro, una fuente de autoridad e inspiración. Dharma significa el trabajo personal que debes hacer. Jesús, podría decirse, enseño que debías tener Dios y dharma: debes vivir como Dios quiere que vivas. Pero no tuvo ninguna palabra sobre la sangha. La sangha es la comunidad apoyadora dedicada a servir estos altos ideales, como una buena iglesia. Y los budistas tienen razón: no parece probable que logremos el crecimiento y el despertar que necesitamos por nosotros mismos. Necesitamos una comunidad que nos brinde apoyo, una comunidad de fe, una iglesia. Jesús nunca mencionó esto.

Es irónico —especialmente para la gente a la que le agrada Jesús, aunque le desagrada Pablo— pero el interés por la comunidad fue lo que Pablo aportó, con lo que hizo posible la creación de una religión a partir de los recuerdos, mitos y enseñanzas de Jesús. Sin Pablo, Jesús sería tan solo otro maestro que destacó los deberes individuales, pero que omitió discutir la necesidad de ser parte de una comunidad de fe.

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4. El subversivo de las identidades artificiales

Es difícil saber cómo llamar a esta cuarta cara de Jesús. Como los estudiosos bíblicos saben, la principal preocupación de Jesús era lo que llamó el Reinado de Dios. Lo que Jesús entendió por Reinado de Dios fue fundamentalmente diferente de lo que la mayoría de los cristianos han entendido por esta frase. Entendido propiamente, fue la enseñanza más radical de Jesús. Fue también la más profunda y perdurable, y es su cuarta «cara».

La frase ‘Reinado de Dios‘ no fue exclusiva de Jesús. Era una frase popular en los primeros dos siglos, usada por mucha gente. Significaba el mundo ideal, la clase de mundo que podría brindar la mayor compasión y justicia. Juan el Bautista, quien fue maestro de Jesús, dijo que el mundo había ido demasiado lejos para ser salvado, que deberíamos esperar a que Dios lo destruyera todo y volver a empezar con la clase apropiada de personas —aquellos que creyeran lo que Juan el Bautista creía.

Luego de que Juan el Bautista fue asesinado y de que no llegó el fin del mundo, Jesús emergió como líder carismático, y muchos de los seguidores de Juan empezaron a seguirlo. Pero el mensaje de Jesús era muy diferente. El «reino» de Juan sería sobrenatural; para Jesús, el reinado de Dios era existencial, aquí y ahora, no en un mundo por venir.

Para Jesús, el Reinado de Dios nes algo que vendría a la sazón. Ya estaba aquí, al menos potencialmente, dentro y entre nosotros. O como lo dijo él mismo en otro lugar: el reino está extendido sobre la tierra, y la gente no lo ve [Evangelio de Tomás, Logion 113: «Sus discípulos le dicen: ¿Cuándo vendrá la soberanía? || (Yeshúa dice:) No vendrá por expectativa. No dirán, “¡Miren aquí!” o “¡Miren allá!”. Sino que la soberanía del Padre se extiende sobre la tierra y los humanos no la perciben.» ; Lucas 17.20-21].

¿Cómo renovar un mundo hostil? Esta ha sido casi siempre la pregunta que enfrentamos. Para Juan el Bautista, así como para muchos predicadores apocalípticos[5] de hoy, debemos esperar a Dios para actuar. Para Jesús, Dios esperaba que actuáramos. Y actuamos, creamos el Reinado de Dios, o el mejor mundo posible, simplemente al tratar a otros como nuestros hermanos y hermanas, como hijos de Dios. Lo que Jesús hizo fue atacar y subvertir las identidades excluyentes, identidades que nos hacen sentir especiales o ‘escogidos’ al precio de dejar a los otros en una situación como de segunda clase.

Esto suena agradable y dulce, sin embargo, es una cosa peligrosa de enseñar. Por ejemplo, las leyes de alimentación de los judíos los separan de sus vecinos. Así que las instrucciones de Jesús a sus seguidores fueron que comieran lo que les sirvieran: puerco, mariscos, cabras, cualquier cosa que sirviera el anfitrión. Los judíos odiaban a los samaritanos, con cuyo reino limitaban al norte, más de lo que odiaban a casi cualquiera. Así que Jesús contó una historia sobre un judío golpeado que yacía a un lado de la carretera, cuando pasaron unos sacerdotes judíos a su lado, y la única persona que lo socorrió fue un samaritano. Durante sus principales días santos, los judíos solo comían pan ácimo (sin levadura). Así que Jesús dijo que el reino de Dios es como la levadura que pones en la masa para expandirla. Una y otra vez, él desdeñó las identidades artificiales que nos separan de los demás. Sólo había una identidad posible para nosotros en el Reino de Dios: tratarnos mutuamente como hermanas y hermanos.

¿Ves todo lo subversivo que resulta esto? Este es un mensaje que podría amenazar cualquier forma de gobierno, todas las ideologías, y todas las identidades religiosas y raciales. El mundo está en un caos, hemos perdido un centro compartido, así que creamos cientos de centros artificiales, o ‘clubes’, de los que obtenemos nuestras identidades. El problema es que son demasiado pequeñas, todas excluyen a quienes creen o viven de manera diferente a nosotros, y por ello son precisamente las estructuras que mantienen al mundo como un lugar hostil.

Hoy en día, su mensaje podría ser ¡Dejen de unirse a clubes! Dejen de identificarse con su nación, su raza, su religión, o su sexo. Todas estas identidades son finalmente divisivas y hacen así imposible un mundo pacífico. ¿Quieres un reinado de Dios? ¿Quieres un mundo de paz y justicia? Está en tus manos y sólo en tus manos. Te ha sido dado todo lo que necesitas, ahora es tiempo de actuar.

Este es un mensaje que todavía haría que mataran al mensajero que lo portara, casi en cualquier parte del mundo. Imagina haber ido a Irlanda del Norte, hace algunos años, a decirles a los combatientes que ninguno de sus bandos era cristiano, que ambos eran agentes del mal, y que debían dejar de pensarse a sí mismos como protestantes y católicos, porque tales identidades serían ellas mismas el problema. La única cosa en la que ambos bandos habrían estado de acuerdo sería en lincharte colgándote del árbol más cercano.

Imagina intentar vender el mensaje a los judíos y palestinos, y decirles que la única forma de parar la lucha asesina es dejar de pensarse a sí mismos meramente como judíos y palestinos, y comenzar a verse mutuamente como hermanos y hermanas, como hijos de Dios. ¡Te dispararían!

No quiero sugerir que Jesús fuera la única persona en la historia en contemplar esta visión de un mundo que sigue mezquino y hostil debido a nuestras identidades artificiales y nuestros impulsos territoriales. Puedes encontrar esta idea de que todos somos hermanos y hermanas en muchas religiones y culturas. También la encuentras en culturas que nunca tuvieron contacto directo con la civilización occidental. Recuerda estas líneas del hombre de medicina Lakota Siux, Alce Negro:

«Y vi que ese aro sagrado de mi pueblo era uno de muchos aros que formaban un círculo, amplio como la luz del día y la luz de las estrellas. Y en el centro creció un poderoso árbol floreciente para resguardar a todos los hijos de una madre y un padre. Y vi que era
bendito».

Estas cosas no son verdad porque las hayan dicho Jesús, Alce Negro u otros. Son verdaderas porque ellos han atisbado la esencia de lo que significa ser humanos, con una claridad que poca gente en la historia había logrado jamás. No conozco ninguna forma de alegar contra esta noción precisa. Parece honda, profunda y eternamente correcta. Nuestras tendencias humanas o animales a crear identidades artificiales para nosotros mismos son el pecado original de nuestra especie. Nos sentimos mayores y más merecedores de consideración como parte de una familia, una nación, una raza, una cultura. Así que naturalmente nos unimos a pequeños clubes y ondeamos nuestras banderas, y esperamos la segunda venida de Jesús para que pueda haber paz en el mundo.

La tragedia real de un hombre como Jesús no es que hayan arrumbado tanta fantasía tonta sobre él a través de las épocas pasadas —aunque Dios sabe que así ha sido. La tragedia es que lo ascendimos a hombre-Dios, luego lo anexamos a la religión de Juan el Bautista que esperaba que ese hombre-Dios viniera para salvar el mundo para nosotros, mientras nos sentábamos en silencio a recitar cualesquier credos que nuestros pequeños cultos religiosos, políticos o sociales hayan declarado como la ortodoxia vigente. Tomamos al hombre que vivió y murió predicando contra las identidades divisivas y creamos un club alrededor de su nombre. Es un cruel e irónico destino para el simple judío de Galilea.

La tragedia es que este hombre extraño, este judío marginal sin familia, amigos, propiedad o trabajo realmente tenía algo que ofrecernos, y nadie lo quiere. Es demasiado duro. Pide demasiado de nosotros. Así que encontramos una ruta más simple. Hicimos miles de estatuas de este hombre, Jesús, a quien convertimos en un Hijo de Dios. Y oramos para que, a través de su infinito poder, traiga la paz a este mundo en el que hacemos la guerra al identificarnos con nuestra irrelevante religión, nación, raza o territorio. Entonces decimos amén, salimos, y nos preparamos para los días de batalla contra los infieles de la iglesia de junto, del pueblo de junto, de la nación de junto.

Y entonces imagino el resto de la historia. Imagino que por todo el mundo, conforme la gente sale de sus iglesias, dan la espalda a las imágenes y estatuas de Jesús que han hecho. Y luego de que todos se han ido, por todo el mundo, en la fría obscuridad de las iglesias vacías, todas las imágenes y estatuas empiezan a llorar…

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NOTAS DEL TRADUCTOR

[1] La creencia (expresada por Diógenes de Sinope) de que todo el sentido de la vida humana es la satisfacción de nuestras necesidades naturales más elementales, sin ningún respeto por las convenciones sociales. Por ello, los cínicos practicaron la autodisciplina, con el objeto de evitar la infelicidad que invariablemente resulta de cualquier esfuerzo de seguir las obligaciones artificiales. Los cinicos rechazaron las ideas convencionales sobre la moralidad y la buena vida, bajo el argumento de que el único bien es aquel que sea racional (y por lo tanto virtuoso). La mayoría de los cínicos también rechazaron la propiedad, el matrimonio y el estado. Para los cínicos la sobriedad y la moderación eran el medio de la liberación humana, su visión no consistía tanto en la gratificación de los apetitos naturales, como en la no—gratificación de los artificiales.

El cinismo pretendía dar una respuesta individual a la incertidumbre que se vivía en este periodo de crisis cultural, manifestando su malestar y descontento, y también librarse de los caprichos de la fortuna, guiando al individuo hacia la felicidad. Este camino no era fácil así que se necesitaba un entrenamiento, una disciplina para a conseguir una plena autonomía moral y a ser posible también física. Era característico de los cínicos la transgresión continua, tanto de los valores tradicionales, como de las normas sociales. http://www.cinicos.com/cinicos.htm

[2] La figura de Diógenes de Sinope (aprox. 413—327 AEC) enseguida pasó a ser una leyenda de provocación y la imagen del sabio cínico por excelencia, de aspecto descuidado, burlón y sarcástico. Vivía en un tonel, buscaba a plena luz del día con un candil, nada menos que al hombre, se masturbaba en público, comía carne cruda, escribía libros a favor del incesto y del canibalismo. Su padre era banquero y cuenta Diógenes Laercio que un buen día decidió consultar al oráculo y recibió como respuesta «invalidar la moneda en curso», que como todas las respuestas de los oráculo era enigmática, dicha respuesta tenía al menos tres sentidos: falsificar la moneda, modificar las leyes o transmutar los valores. Diógenes no quiso elegir e hizo las tres cosas, el resultado fue la expulsión y el destierro de Sinope. «Ellos me condenan a irme y yo les condeno a ellos a quedarse», fue su irónico comentario.

Forzado por estas circunstancias, deambuló por Esparta, Corinto y Atenas, en esta ciudad frecuentó el cinosarges y se hizo discípulo de Antístenes, optó por llevar una vida austera y adoptó la indumentaria cínica, como su maestro. Desde sus comienzos en Atenas mostró un carácter apasionado, llegando Platón a decir de él, que era un Sócrates que se había vuelto loco. Pone en práctica de una manera radical las teorías de su maestro Antístenes. Lleva al extremo la libertad de palabra, su dedicación es criticar y denunciar todo aquello que limita al hombre, en particular las instituciones. Propone una nueva valoración frente a la tradicional y se enfrenta constantemente a las normas sociales. Se considera cosmopolita, es decir, ciudadano del mundo, en cualquier parte se encuentra el cínico como en su casa y reconoce esto mismo en los demás, por lo tanto, el mundo es de todos. La leyenda cuenta que se deshizo de todo lo que no era indispensable, incluso abandonó su escudilla cuando vio que un muchacho bebía agua en el hueco de las manos. Conoció a algunos de los filósofos y gobernantes de la época, se cuenta la anécdota de que estando un día en las afueras de Corinto, se le acercó Alejandro Magno y ofreció concederle lo que quisiera, a lo que el filosofo respondió simplemente: «Hazte a un lado que me quitas el sol». Esta anécdota pretende reflejar claramente que el sabio no necesita nada de los poderosos, que está por encima de las riquezas materiales y de la ambición del poder. http://www.cinicos.com/ci03.htm

[3] El pasado 18 de noviembre de 1998 se cumplió el veinte aniversario del suicidio colectivo de casi mil personas en Jonestown, Guyana. Esa fatídica tarde, cientos de personas, incluidos niños, obedecieron la orden del reverendo Jim Jones de beber cianuro de potasio disuelto en refresco. Aquéllos que se negaron fueron asesinados por la guardia paramilitar de Jones. El resultado fueron 914 muertos de la secta Templo del Pueblo, incluido el propio líder (Tobias y Lalich, 1994).

El evento de Jim Jones inauguró la era moderna de los suicidios rituales colectivos que se vienen suscitando con mayor incidencia conforme se acerca el próximo fin de milenio. Quince años más tarde, el 19 de abril de 1993, David Koresh, dirigente de los davidianos se autoinmoló junto con más de 80 seguidores (Samples et al., 1994). Semanas antes, Koresh y 528 de los suyos habían protagonizado un enfrentamiento a tiros con la policía que dejó seis agentes federales y cuatro miembros de la secta muertos además de 20 heridos. El lugar de los hechos fue el rancho Monte Carmelo, en Waco, Texas.

En octubre de 1994, la sociedad esotérica secreta conocida como Orden del Templo Solar sorprendió a los analistas socio—religiosos. Luc Jouret, homeópata de profesión, efectuó, junto con sus seguidores, suicidios diferidos en Suiza y Canadá. 48 individuos murieron en el primer país y desde entonces hasta la fecha se han añadido más de 18 personas a la lista (Abanes, 1998). Las investigaciones más recientes indican que no todos los casos fueron realmente suicidios. Varios fueron homicidios y además, previamente, se han documentado casos de ejecuciones de disidentes (Harris, 1977).


[4] Buda no era un dios, ni un enviado, ni un profeta. Buda era un hombre, un ser humano, que a través de su esfuerzo y perseverancia consiguió liberarse del sufrimiento de forma definitiva, consiguió la felicidad absoluta y una comprensión total de la realidad, realidad que está más alla de todo concepto Divino y Humano. Los budistas consideran a Buda como la personificación viva de la verdadera naturaleza fundamental e inmutable que está presente en todos los seres. Toda su vida y sus actos son considerados una enseñanza y se dice que todos los budas que aparezcan llevaran a cabo los mismos actos.

El Dharma, es la experiencia de la realidad que adquirió Buda la transmitió a través de sus enseñanzas, el Dharma. La palabra Dharma tiene muchos significados, pero básicamente significa ‘lo que es’ o ‘las cosas tal y como son’.

La Sangha se encarga de mantener vivo el Dharma. Buda estableció una comunidad monástica para que sus enseñanzas se mantuvieran vivas y puras. Esta comunidad de practicantes es la Sangha, especificamente son la comunidad monástica y los maestros, que laicos o célibes dedican su vida a la práctica del Dharma. Ellos son los encargados de mantener viva la enseñanza de Buda con su propia comprensión y a traves de las distintas escuelas y linajes. En la actualidad y en un sentido general Sangha se refiere también a los pacticantes budistas.

[5] Apocalíptico (Proviene de la palabra griega ‘apokalypsis’ que significa ‘levantamiento del velo’ o ‘revelación’) 1. Estilo literario judío (y luego cristiano) de naturaleza revelatoria, que generalmente implica elementos tales como sueños, visiones, ángeles, y un enfoque hacia la destrucción delas fuerzas cósmicas de la maldad y de la restauración del Pueblo de Dios (Israel o el Nuevo Israel). Esta literatura es altamente simbólica, y proviene principalmente del periodo que va del 250 AEC al 200 EC. Ejemplos de este estilo literario son los libros de Daniel, Revelación y 2 Esdras. 2. Las tradiciones apocalípticas occidentales tienden a ser dualistas, en cuanto a que ven el fin del mundo que se aproxima como resultado inevitable de la batalla continua entre el bien y las fuerzas del mal, representados casi siempre por Dios y Satanás.

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  1. En cambio, yo creo que el Jesús bíblico si dijo cosas, y muchas, sobre el «shanga»; sin ir más lejos, cuando dice, refiriéndose a Pedro, «En esta piedra fundaré mi Iglesia» [Evangelios canónicos], y da la casualidad que Pedro, en latín, viene de piedra (petreus >> Petrus). En fin, las referencias a la comunidad que empieza a fundarse, al mensaje que sus doce apóstoles quiere que difundan, y a los doce apóstoles mismos, así como al conjunto de los creyentes, son reiterativas y recurrentes.

    Pero este artículo, siendo muy bueno, es para una lectura y crítica detenida, en el marco de la fe. Muy bueno.

    * Es de los más apasionante la importancia que en la religión judeo-cristiana llega a tener la metáfora de la piedra.



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