Por el Revdo. Dr. Lloyd Geering
The Fourth R, Volume 11,5,
September/October 1998,
Trad. Francisco Javier Lagunes Gaitán
http://westarinstitute.org/Periodicals/4R_Articles/jesus_to_god.html
Una de las figuras más conocidas de la escena mundial durante los últimos diez años, y ciertamente la mujer más fotografiada, fue Diana, la Princesa de Gales. Estaba rodeada de elogios y muestras de afecto, por una parte, y de críticas de orden moral, por la otra, especialmente provenientes de la familia real y de los tabloides sensacionalistas. Mientras Diana disfrutaba de unas vacaciones en París, en compañía de su nuevo enamorado, The Sunday Times, de Londres, publicó un artículo de plana completa en el que la sicoanalizaba, bajo el encabezado de doble sentido: “Diana en el diván”. La primera edición acababa de dejar la imprenta cuando se esparció la noticia de su muerte trágica. The Times retiró inmediatamente, de todas las ediciones posteriores, la sección completa del periódico en la que aparecía el artículo.
El público británico quedó completamente aturdido ante la noticia. Hubo un masivo y espontáneo lamento de dolor, como nunca se había visto. Incluso a pesar de que su hermano, durante el funeral, advirtió a los dolientes de que no hicieran de Diana una santa, sin embargo, fue glorificada por los meses subsiguientes como la figura central de un moderno cuento de hadas trágico. En el aniversario de su muerte los periodistas se reunieron en todos los sitios asociados a Diana, a la espera de multitudes comparables. Llegó gente, pero solo en pequeñas cantidades.
Lo que es más, algunas voces influyentes, incluso un anterior Arzobispo de Canterbury [Jerarca primado de la Iglesia Anglicana, la religión de Estado en el Reino Unido, N. del T.], comenzaron a expresar críticas sobre Diana. La deconstrucción de Diana había comenzado y su humanidad era recuperada del cuento de hadas. Esto es análogo al tema que vamos a discutir.
Mientras que la glorificación de la trágica Diana, seguida de su deconstrucción, tuvo lugar en el espacio de solo un año, el proceso de la glorificación de Jesús como la figura del Cristo, y su subsiguiente deconstrucción ha tenido lugar por espacio de dos mil años.
¿Cómo se convirtió Jesús en el Cristo?
En 1974, un erudito Católico Romano llamado Peter DeRosa publicó un libro titulado Jesús, quien llegó a ser Cristo (incidentalmente, no mucho después, Peter DeRosa, luego de una impresionante carrera académica, fue destituido como Vicerrector del Corpus Christi College, de Londres). Era éste un colegio para formar maestros Católicos, y al que la Iglesia Católica Apostólica Romana (ICAR) cerró debido a que se había vuelto demasiado radical. Empezaremos tratando de responder la pregunta que planteó Peter DeRosa –¿Cómo llegó Jesús a convertirse en Cristo?– dado que es la primera parte de la respuesta de cómo Jesús llegó a ser Dios.
Hay dos maneras de entender esta pregunta y hay una diferencia más bien sutil, pero extremadamente, importante entre las dos. Es una diferencia que se ha entendido muy poco. Podemos llamar a estas maneras el enfoque objetivo y el enfoque subjetivo.
Ilustraré primero la diferencia con respecto a la pregunta: “¿Cómo fue que la Sra. Jenny Shipley se convirtió en Primera Ministra de Nueva Zelanda?”
La respuesta objetiva a esa pregunta va más o menos así. Primero, Jenny fue electa por el gobernante Partido Nacional para competir por el asiento parlamentario correspondiente a Ashburton. Después, fue electa parlamentaria por Ashburton. El siguiente paso fue cuando el Primer Ministro Jim Bolger la designó para integrar su Gabinete Ministerial. Su capacidad le permitió ascender en la jerarquía del gabinete. Entonces, mientras Jim Bolger estaba en el extranjero, ella reunió suficiente apoyo entre la directiva del partido para que, al regresar el Primer Ministro Bolger, tuviera que enfrentarse al hecho consumado de un golpe de mano en la dirección del partido. Pero ella todavía no era Primera Ministra. De mutuo acuerdo con Jim Bolger, se le concedió a éste un mes de gracia para poner en orden sus asuntos, antes de que finalmente jurara efectivamente como Primera Ministra. Éste, entonces, es el recuento objetivo de cómo Jenny Shipley se convirtió en Primera Ministra.
¿Cuál sería el recuento subjetivo? Los recuentos subjetivos varían de persona a persona, simplemente porque son subjetivos. No hay una sola respuesta y daré dos ejemplos extremos.
En las mentes de sus mayores detractores el recuento subjetivo podría ser algo como sigue, “Jenny Shipley es Primera Ministra solamente de nombre, al haber llegado al puesto por vías indirectas y tortuosas. Ella es tan sólo la encargada del despacho del Primer Ministro hasta la siguiente elección. No ganó una elección general como líder y cabeza de lista, y no cuenta con un mandato del pueblo de Nueva Zelanda para ser su Primera Ministra, como sí lo tuvieron quienes la precedieron en el cargo”.
Por otra parte, el enfoque subjetivo de sus principales partidarios podría ser algo como esto, “Jenny Shipley es tan idónea para el trabajo de Primera Ministra que, una vez que entró al parlamento, su ascenso a la cumbre era inevitable. Había sido realmente Primera Ministra en potencia desde siempre. Es claro que mostró tal habilidad en el puesto que resulta evidente que nació para ser Primera Ministra”.
La diferencia entre la respuesta objetiva y las varias respuestas subjetivas a esta pregunta es la siguiente: La respuesta objetiva se refiere a hechos sucedidos a Jenny Shipley, hechos que están abiertos a la investigación histórica. Las respuestas subjetivas, por otra parte, son juicios de valor hechos por la gente. No están abiertos a la investigación histórica, excepto por la confirmación de que algunas personas los emitieron. Varían de persona a persona, Aunque cada respuesta particular puede ser compartida por otros.
Con esta diferencia en mente atendamos a la cuestión de cómo Jesús se convirtió en el Cristo, dado que desdichadamente ha habido, y hay aún, una real confusión al respecto. Pronto queda claro que la respuesta a esta pregunta tiene mucho más en común con las respuestas subjetivas hacia la asunción de Jenny Shipley al cargo de Primera Ministra, que con las respuestas objetivas. No había una cartera ministerial de Mesías a la cual Jesús fuera designado en cierto momento de su vida, un acto abierto al público con una confirmación neutral religiosamente. Al contrario, solamente los cristianos son quienes han afirmado que Jesús era el Cristo.
Así que, al preguntar cómo Jesús se convirtió en el Cristo, ¿nos interesa una respuesta objetiva o subjetiva? Ahora intento mostrar que la proclamación de Jesús como el Cristo se originó como una evaluación subjetiva de parte de algunas personas. Las generaciones subsiguientes, sin embargo, interpretaron las afirmaciones subjetivas como acontecimientos objetivos y omitieron la distinción entre lo subjetivo y lo objetivo. Esto puede ilustrarse claramente a partir de los datos de la Biblia.
¿Cuándo se convirtió Jesús en el Cristo?
Si revisamos los registros del Nuevo Testamento en busca de evidencia histórica del proceso objetivo por el que Jesús se convirtió en el Cristo, lo que encontramos son juicios subjetivos o proclamas que suenan simplemente como si fueran objetivas. La conclusión de que son subjetivos se confirma por el hecho de que hay varios de ellos en diferentes puntos del Nuevo Testamento y son diferentes entre sí. He aquí los más importantes:
Después de su muerte
En Hechos (2:22–36, DHH) en un discurso puesto en boca de Pedro encontramos estas palabras:
«Escuchen, pues, israelitas, lo que voy a decir: Como ustedes saben muy bien, Dios demostró ante ustedes la autoridad de Jesús de Nazaret, haciendo por medio de él grandes maravillas, milagros y señales. … ustedes lo mataron, crucificándolo por medio de hombres malvados. … Pues bien, Dios ha resucitado a ese mismo Jesús, y de ello todos nosotros somos testigos. … «Sepa todo el pueblo de Israel, con toda seguridad, que a este mismo Jesús a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Mesías.».
La persona que compuso estas palabras declaraba que era por medio del levantamiento que hizo Dios de Jesús, de entre los muertos, que Jesús se convirtió en el Cristo. En otras palabras, en esta perspectiva, el hombre Jesús se convirtió en el Cristo en algún momento luego de su muerte en la cruz.
Debemos notar en este y en los siguientes ejemplos que no nos enfrentamos a acontecimientos históricos abiertos a la investigación pública para los historiadores. Estos hechos son descritos específicamente como: “actos de Dios”. “Dios ha resucitado a ese mismo Jesús … Dios lo ha hecho Señor y Mesías.”. Cualquier cosa que los humanos juzguen como “un acto de Dios” pertenece a la categoría de un juicio humano o interpretación y no a la categoría de acontecimiento histórico.
Durante su ministerio
En el Evangelio de Marcos, sin embargo, hay un relato de Jesús en Cesarea de Filipo en el que él preguntó a sus discípulos qué es lo que la gente decía sobre él, y le dieron diversas respuestas. Cuando Jesús preguntó a Pedro qué es lo que pensaba él, recibió la siguiente respuesta, “Tú eres el Cristo”. El escritor de esta narración claramente creía que Jesús ya era el Cristo durante su ministerio y antes de su muerte y resurrección. El narrador dice después que Jesús mandó a sus discípulos que no mencionaran a nadie que él era el Cristo. Estas referencias a la secrecía en el Evangelio de Marcos son conocidas por los estudiosos modernos como el Secreto Mesiánico1 (Marcos 8:27-30)2, por el título de un libro escrito en 1901 por Wilhelm Wrede3. Wrede sostuvo que el secreto era una invención primitiva para reconciliar los dos recuentos de cómo Jesús se convirtió en el Mesías –el recuento más temprano, que acabamos de ver reflejado en los Hechos, y el ligeramente posterior, de que Jesús ya era el Cristo durante su ministerio.
En su bautismo
El autor del Evangelio de Marcos, que escribía en un momento en el que todos los cristianos aceptaban a Jesús como Mesías, fue más allá, al dar a entender que fue durante su bautismo que Jesús se convirtió en el Mesías. Leemos que cuando Jesús salió del agua vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu descendía sobre él como una paloma y una voz proveniente del cielo decía, «Tú eres mi Hijo amado, a quien he elegido» (Marcos 1:11).
Este relato dio pie para que surgiera en la teología cristiana lo que se llamó la “teoría de la adopción” de la “Persona de Cristo”. En resumen, Jesús nació como un ser humano ordinario hasta que Dios, en el momento de su bautismo por Juan el Bautista, lo adoptó como Hijo. Por esto no hay relatos del nacimiento en Marcos. Esta visión fue finalmente declarada herética aunque siguió surgiendo de tiempo en tiempo. Fue considerada herética por la simple razón de que la creencia de que Jesús se convirtió en el Cristo simplemente con su bautismo todavía era común cuando Marcos escribía en el 70 ec, y sería pronto dejada de lado por cambios posteriores en la tradición.
Al nacer
Las historias del nacimiento de Jesús en los Evangelios de Mateo y Lucas claramente pretendieron sugerir que Jesús era el Cristo desde el momento de nacer. Mientras que Mateo tiende a destacar que Jesús nació para ser el Rey de los Judíos, Lucas es más explícito, al poner esto en la boca de los ángeles, “Hoy les ha nacido en el pueblo de David un salvador, que es el Mesías, el Señor” (Lucas 2:11).
Una diferencia adicional entre los relatos del nacimiento que hacen Lucas y Mateo es que Mateo traza la genealogía de Jesús hasta Abrahán para indicar, que Jesús fue un judío piadoso y un verdadero hijo de Abrahán. Pero Lucas, tal vez porque era gentil [=no judío], trazó la genealogía de Jesús hasta Adán, tanto para mostrar que era verdaderamente representativo del género humano, como también para decir que, siendo humano, también era el Hijo de Dios, pues en la Biblia Hebrea sólo se refieren como Hijo de Dios a Adán.
Al proyectar esta genealogía hacia atrás, a partir del momento posterior a la resurrección, y luego –consecutivamente– al ministerio, al bautizo, al nacimiento, podremos notar que también hay un cambio de intención en la terminología utilizada con relación a Jesús. Es un cambio desde ser el Mesías, hasta la divinidad, desde el estatus del Cristo, al de divino Hijo de Dios.
En la creación
Esta progresión hacia atrás no se detuvo con el nacimiento de Jesús. Cuando revisamos el Cuarto Evangelio encontramos que el proceso que discutimos se remonta hacia tan atrás en el tiempo que ya no se trata de que Jesús se convirtiera en el Cristo. Ahora la cuestión era que el Cristo se convirtiera en Jesús, el Cristo es ahora aludido como el Logos, la Palabra o el Verbo [ como alusión a la palabra creadora y a la sabiduría divina]. La razón de que el Cuarto Evangelio no tenga relato del nacimiento es que inicia con el Evangelio de Jesucristo desde la creación. Aquel que se convertiría en Jesús habría estado ahí desde el principio (sería un poco como decir que a Jenny Shipley se le habría ordenado divinamente ser Primera Ministra desde el inicio de los tiempos).
“En el principio ya existía la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. … Por medio de él, Dios hizo todas las cosas; nada de lo que existe fue hecho sin él … Aquel que es la Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros. Y hemos visto su gloria, la gloria que recibió del Padre, por ser su Hijo único, abundante en amor y verdad. … pero el amor y la verdad se han hecho realidad por medio de Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único, que es Dios y que vive en íntima comunión con el Padre, es quien nos lo ha dado a conocer.” Juan 1:1 –18
Aquí, la cuestión de cómo Jesús se convirtió en el Cristo ha sido revertida hacia una cuestión diferente –cómo el Logos, o el único Hijo de Dios, se encarnó en la carne humana como Jesús. De aquí que la cuestión de cómo Jesús se convirtió en Dios fuese provechosamente reformulada, en el transcurso del tiempo, como la pregunta de cómo Dios se convirtió en Jesús.
Para la época de los Concilios Ecuménicos y de la formulación de la Doctrina de la Santísima Trinidad, el Evangelio Cristiano básico había sufrido cambios notables. Empezó con la simple afirmación de que Jesús era el Cristo. Ahora se trataba de la afirmación de cómo la Segunda Persona de la Santísima Trinidad llegó a encarnarse en el hombre Jesús. En efecto, por consiguiente, ahora se creía que Jesús había quedado incorporado dentro de la Divinidad.
¿Cómo pueden reconciliarse estas diferencias de evaluación subjetiva? Si leemos la Biblia con la expectativa de que sea perfectamente consistente, que toda esté escrita en un mismo nivel y por un mismo autor (y así es como solía ser leída por los cristianos hasta hace unos doscientos años), entonces, los “actos de Dios” que acabamos de delinear –la creación, la encarnación, el nacimiento, el bautismo, el ministerio, la resurrección– podrían tomarse como etapas sucesivas del proceso único por el que Jesús se convirtió en el Cristo, y el Cristo, ahora sentado a la diestra de Dios, regresará finalmente para ser nuestro Juez.
Desde hace unos dos siglos, y en especial durante los últimos 160 años, los estudiosos cristianos comenzaron a leer la Biblia históricamente. Encontraron que no está escrita en un solo nivel, ni por un solo autor. Fue compuesta por diferentes personas en momentos diferentes y refleja muchas diferencias en puntos de vista. Por ello puede verse ahora que refleja muchas inconsistencias y amplias diferencias de punto de vista. En particular, la respuesta tradicional sobre cómo Jesús se convirtió en el Cristo ha sido reemplazada por una sorprendente variedad de respuestas en conflicto. Lo que es más revelador es que cuando miramos estas respuestas en el orden cronológico en el que fueron compuestas, nos encontramos con el fascinante proceso que tuvo lugar. Dentro del espacio de unos 70 años el principal “acto de Dios” por el que Jesús presuntamente se convirtió en el Cristo fue movido desde algún momento después de su muerte, hacia atrás, hacia su ministerio, bautismo, nacimiento, y más allá, hasta la creación misma. Como dice la expresión usada finalmente en el credo “engendrado, no creado” que expresa esta visión.
La razón para las respuestas aparentemente conflictivas es que no hubo acontecimientos históricos abiertos a la investigación pública sino juicios de valor, elaborados por diferentes personas, en momentos diferentes, de una tradición que se desarrolló rápidamente. Aunque fueron proclamados en la misma clase de lenguaje que comúnmente usamos para un acontecimiento histórico objetivo, en realidad eran juicios subjetivos, o evaluaciones, de parte de aquellos que los emitieron. En otras palabras, lo que la tradición cristiana ha tratado –desde hace mucho– como recuentos objetivos de cómo Jesús se convirtió en el Cristo resulta ser una sucesión de juicios subjetivos. El recuento tradicional, y supuestamente objetivo, de cómo Jesús se convirtió en el Cristo es el recuento de cómo Jesús, paso a paso, llegó a ser evaluado subjetivamente en las mentes de las generaciones sucesivas de aquellos que lo adoraron y, así entonces, lo concebían como el Cristo.
¿Cómo surgió la Fe Pascual?
Este proceso no se detuvo con el último libro del Nuevo Testamento, sino que continuó adelante en el pensamiento de la iglesia a través de los siguientes siglos. Regresaremos a la situación actual. Pero primero repasemos lo que condujo a lo que se proclamó como el primer “acto de Dios” en ese proceso, principalmente, la resurrección. Esto es esencial para la respuesta a nuestra pregunta. Al día de hoy, los cristianos interpretan este “acto de Dios” como si se tratara de un acontecimiento objetivo público, abierto a la investigación histórica. Encontraremos que esto también es parte del mismo desarrollo subjetivo que he descrito aquí.
¿Cómo llegaron a creer los cristianos que el Jesús que fue crucificado había resucitado de entre los muertos? Hoy se llama frecuentemente a esta creencia la Fe Pascual. ¿Cómo surgió esta Fe Pascual? La respuesta tradicional es muy clara: Al tercer día de su muerte en la cruz o, más estrictamente hablando, dentro de un espacio de 36 horas desde el momento en que el cuerpo se habría colocado en la tumba, Jesús se levantó de entre los muertos en un cuerpo renovado o glorificado, se mostró a sus discípulos por un periodo de cuarenta días, y ascendió hacia el cielo, para sentarse a la mano derecha de Dios.
Podemos llamar a esto el recuento presuntamente objetivo de la resurrección de Jesús. Se pensó que los Apóstoles habrían sido testigos de la Ascensión y Esteban habría sido testigo de que Jesús estaría sentado a la diestra de Dios. Esto fue aceptado por los cristianos desde fines del primer siglo y por poco más de doscientos años.
Una vez más encontramos que, conforme se fueron estudiando las narraciones del Nuevo Testamento sobre las que se basaban los recuentos supuestamente objetivos, al ser estudiados cronológicamente como documentos independientes, salió a la luz una nueva versión de cómo Jesús se levantó de entre los muertos. Y aunque todavía no hay unanimidad alrededor de los detalles de esta nueva versión, dado que la vieja versión ha sido defendida vigorosamente, hay algún acuerdo en ciertos puntos.
La Ascensión de Jesús
Hay un amplio acuerdo, por ejemplo, sobre que el relato de la Ascensión es mítico y no se refiere a un acontecimiento histórico. David Strauss4, en 1843, fue el primero en sostener que ciertos relatos del Nuevo Testamento son más adecuados para ser tratados como mitos o relatos simbólicos. Él sostuvo que éstos surgieron en la iglesia primitiva y se basaban en temas, o rasgos característicos, del Antiguo Testamento. En el caso de la Ascensión de Jesús al cielo, ya había un precedente claro para ello en el Antiguo Testamento, en el relato de la ascensión de Elías al cielo en una carroza de fuego.
La razón por la que el relato de la Ascensión de Jesús fue el primero en ser ampliamente aceptado dentro de la categoría de los mitos es obvia. Mientras que parecía tener mucho sentido –tomado al pie de la letra– en la visión del mundo compartida por los antiguos y entre los medievales, no tiene ningún sentido en la visión del mundo que tenemos hoy. Afirmar que el cuerpo resucitado de Jesús se fuera hacia algún cielo especial por encima de la tierra es convertir el relato en una ridícula pieza de ciencia-ficción espacial. Consecuentemente, en el recuento tradicional de lo acaecido a Jesús luego de su muerte, este ha sido el primer elemento a desmitologizar, esto es, a interpretarlo simbólicamente y ya no de manera literal. Algunos estudiosos lo descartan como algo prescindible de todas formas, sobre la base de que se trata de un desarrollo tardío en la tradición de la resurrección.
Deseo sugerir que mientras que el relato preciso de la Ascensión de Jesús al cielo, que leemos al final de Lucas y en Hechos 1, es indudablemente tardío en su forma presente, la idea que lo generó es muy temprana y, desde luego, bien podría haber estado en el inicio mismo de la tradición de la resurrección, en vez de en su resultado final. La idea era la glorificación del Jesús crucificado. Tal como ya hemos visto, Jesús no fue probablemente aclamado como Mesías hasta luego de su muerte y, entonces, su cualidad de Mesías fue proyectada hacia tiempos cada vez anteriores. Así que la Fe Pascual, según sugiero, comenzó con una visión de la glorificación de Jesús y, de ella creció gradualmente, por etapas, hasta alcanzar tardíamente una tradición mayor que describe una procesión divina, desde la tumba vacía, hasta el trono divino.
La visión de Jesús
Hay un acuerdo general, entre los estudiosos –excepto los más conservadores–, en el sentido de que la Fe Pascual comenzó con las visiones en Galilea y no con el descubrimiento de una tumba vacía en Jerusalén. Ahora que, las visiones y los sueños, como lo registran muchas tradiciones, han sido frecuentemente la materia prima de la experiencia religiosa, especialmente en los tiempos de los orígenes de cada tradición. Antes del siglo XX no apreciábamos, como podemos hacerlo ahora, por qué sucede esto. Carl Jung y otros han descubierto y llamado nuestra atención hacia los poderes creativos del inconciente humano.
El inconciente es un área vasta de la mente humana o ‘psyche’ que se esconde bajo la superficie de la conciencia, como los 9/10 de un iceberg que están ocultos bajo la superficie. Su descubrimiento hizo posible una explicación completamente diferente de las que comúnmente han sido llamadas experiencias religiosas.
Anteriormente, cuando una persona veía visiones (que nadie más podía ver), o si escuchaba voces (que nadie más podía oír), la única explicación era que esa persona recibía revelaciones y mensajes de una fuente externa, de alguna manera divina o sobrenatural. La psicología profunda ofrece una explicación natural. Las experiencias entran en la conciencia desde otra fuente, pero esa fuente es el inconciente, de ahí que apelar a una fuente sobrenatural externa sea innecesario.
De esta forma llegamos a un nuevo entendimiento de las visiones que Mahoma tuvo del Ángel Gabriel, y de la visión que Pablo tuvo del Cristo resucitado, en el camino a Damasco, de la que surge la Fe Pascual en los Apóstoles hacia éste. De acuerdo con Pablo (y el suyo es el testimonio más temprano y de primera mano que tenemos) el primero que tuvo una visión de Jesús resucitado fue Pedro. Aunque en ninguna parte del Nuevo Testamento nos ofrece ningún registro de esa visión. Algunos conjeturan que la tradición de esa visión, si es que hubo alguna, se convirtió en algo superado y fue descartado en favor de más tardías y más convincentes tradiciones. Podría haber sido una visión similar a la que se atribuyó a Esteban antes de su martirio (Hechos 7:55–56):
“…miró al cielo y vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios. Entonces dijo: –¡Miren! Veo los cielos abiertos, y al Hijo del hombre a la derecha de Dios.”
Se ha sugerido que la historia de la Transfiguración de Jesús no pertenecería cronológicamente al periodo del ministerio de Jesús, donde lo colocó erróneamente el Evangelio de Marcos –que fue seguido en esto por Mateo y Lucas. Más bien, se habría originado como un relato temprano de la Resurrección. Esta sugerencia ha sido apoyada eruditos internacionalmente aclamados de la talla de Heinrich Meyer (1800–1873), Julius Wellhausen (1844–1918), Adolf Harnack (1851–1930), Alfred Loisy (1857–1940), Maurice Goguel (1880–1955) y Rudolf Bultmann (1884–1976). Desde luego, este relato podría apuntar hacia la visión más temprana que dio origen a la Fe Pascual.
Generalmente hay acuerdo en esto, con apoyo en el registro del Evangelio, que cuando Jesús fue crucificado los discípulos lo abandonaron y huyeron. Volvieron a Galilea profundamente desanimados, sufrían de ansiedad aguda y desconcierto, se preguntaban por qué Dios habría permitido que un hombre de tal calidad y poder tuviera un fin tan trágico. En condiciones tan especiales como esas las profundidades inconscientes de la psyche humana pueden demostrarse grandemente creativas. La psyche, al retomar de las experiencias previas y de símbolos básicos ya integrados ahí, crea una visión que resuelve el asunto.
Es aquí, entonces, donde los discípulos judíos cuyas mentes, como la de Elías antes que ellos en su momento de crisis, habían regresado al Sinaí, a la fuente de su fe. En la visión creada por el inconciente (posiblemente de Pedro), él y sus dos compañeros más cercanos, Santiago y Juan, fueron conducidos por el recuerdo de su Maestro a ascender la misma alta montaña. Esta es la narración como Marcos la cuenta:
“Allí, delante de ellos, cambió la apariencia de Jesús. Su ropa se volvió brillante y más blanca de lo que nadie podría dejarla por mucho que la lavara. Y vieron a Elías y a Moisés, que estaban conversando con Jesús. … apareció una nube y se posó sobre ellos. Y de la nube salió una voz, que dijo: «Este es mi Hijo amado: escúchenlo.» Al momento, cuando miraron alrededor, ya no vieron a nadie con ellos, sino a Jesús solo” (Marcos 9:2–8).
Hay algunos ingredientes muy significativos en esta visión.
- Cuando Moisés subió al Monte Sinaí la gloria del Señor lo envolvió en una nube. Y cuando bajó, su rostro resplandecía.
- Moisés y Elías fueron los principales representantes israelitas de la Ley y de los Profetas, respectivamente.
- Elías, como hemos señalado, no muere, sino que es llevado en una carroza de fuego.
- Moisés había muerto y había sido enterrado. Pero en una tradición judía tardía, registrada por Josefo y narrada en el libro de “La Ascensión de Moisés”, se narra que Moisés habría sido llevado por Dios al cielo.
- Más aún, ellos eran los únicos dos israelitas de los que se creía en la tradición judía que estaban en el cielo con Dios.
- La visión de la Transfiguración presenta a Jesús conversando con Moisés y Elías, por lo que lo coloca al mismo nivel de ellos.
Estos ingredientes de la tradición judía, sumados a la confusión de los discípulos, proveyeron de bastante materia prima para una visión apostólica. Lo principal que la visión afirmaba era que la muerte de Jesús no había sido una tragedia sin sentido. Mostraba que Jesús había sido colocado por Dios en el mismo nivel que Moisés y Elías. La resplandecencia, o transfiguración, demostraba simbólicamente que Jesús había sido glorificado.
Sugiero que esta visión de la glorificación de Jesús marcó el inicio de la Fe Pascual. De acuerdo con Pablo, hubo más de una visión, incluyendo aquella que él mismo tuvo. Pero no se describen. Sin duda fueron variadas pero tuvieron una cosa en común –el Jesús glorificado fue visto por sus seguidores y solo por sus seguidores. En el momento en que Pablo escribía, digamos en el año 50 ec, la Fe Pascual se apoyaba solamente en el testimonio de visiones.
Pero es tal la naturaleza de la inquisitiva mente humana que no fue suficiente para la comunidad cristiana, en su momento, decir simplemente que el Jesús glorificado había sido visto en visiones. ¿Cómo llego a suceder que él estuviera en el cielo con Dios, sentado a su diestra? Así que, en la segunda mitad del primer siglo, comenzaron a surgir toda clase de relatos, Tales como el de Juan 21, en el que Jesús desayunó con los discípulos después de echar la red.
La tumba vacía y la resurrección del cuerpo
La atención comenzó entonces a regresar hacia Jerusalén, donde Jesús había sido crucificado. Se asumió que su cuerpo debía haber sido enterrado en una tumba y en ese caso la tumba debería estar ahora vacía. Así que surgió un relato de cómo la tumba había sido encontrada vacía por unas mujeres. La clave de esa historia es el ángel, u hombre misterioso vestido de blanco, que dijo, “…Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, sino que ha resucitado, como dijo.” (Mateo 28:5-6). Algunos defensores modernos de la historicidad de la tumba vacía, dado que ellos mismos no creen en ángeles, sostienen que esa fue una intrusión tardía. Realmente el relato no viene al caso si se elimina la intervención angélica. Las palabras dichas por el ángel son la piedra en que se fundamenta el relato. Es la convicción de que Jesús resucitó la que da origen al relato de la tumba vacía y no al revés.
Debido a que los relatos de la tumba vacía han dominado la tradición, han dado forma a nuestra imaginación cuando escuchamos el término “levantarse de entre los muertos”. Cuando se usó por primera vez, sin embargo, no se refería a alguien que saliera de la tumba. Se refería a levantarse desde el Sheol, el sombrío lugar de los muertos, y a la ascensión al cielo. Esto se reflejó en la historia que aparece en el Evangelio de Juan sobre María Magdalena, en el que Jesús le dice, “Deja de tocarme, que todavía no he subido al padre…” (Juan 20:17). Él estaba en su jornada desde el inframundo de los muertos hacia el mundo celeste, y María se había encontrado accidentalmente con él en el camino.
Tan pronto como los cristianos se convencieron de que tenían una visión sobre la glorificación de Jesús, y dado que sabían con certeza que él había sido crucificado y se había ido al lugar de los muertos, entonces concluyeron que se había levantado de entre los muertos. Así que comenzaron a surgir las historias de cómo sucedió eso. Conforme las historias progresaron el Cristo resucitado fue descrito más y más en términos físicos, y es sobre la base de estas historias tardías de la resurrección que los cristianos conservadores de hoy defienden lo que llaman “la resurrección del cuerpo”.
Seguir el origen de la glorificación y resurrección de Jesús hacia las visiones anteriores sirve para confirmar que bregamos con un proceso subjetivo, no con uno objetivo. La afirmación cristiana de que Jesús había resucitado de entre los muertos no se refería a algo que le hubiera sucedido objetivamente al cuerpo de Jesús; se refería a un acontecimiento subjetivo en las mentes y los corazones de los seguidores de Jesús. Como Maurice Goguel lo expresa en The Birth of Christianity (El nacimiento del cristianismo): “El significado religioso de la resurrección no reside en el hecho de que el cuerpo de Jesús regresara a la vida en la tierra por un corto tiempo, sino en que fue llevado vivo al cielo. Lo que da la salvación es la glorificación del Cristo, no su resurrección entendida en el sentido de reanimación de su cuerpo. Si esta reanimación se volvió un objeto de fe, fue debido a que era vista como el símbolo, prueba y objetivación de la glorificación del Cristo”. “La resurrección de Jesús es, en realidad, la resurrección de esa fe en él que sus discípulos habían tenido durante su ministerio”. De ahí que, lo que fue originalmente una experiencia visionaria asumiese el carácter de historia. Rudolf Bultmann dijo algo similar en su famoso ensayo, “El Nuevo Testamento y la mitología” cuando escribió: “La resurrección en sí misma no es un acontecimiento de la historia pasada. No es nada más que la resurrección de la fe en la resurrección del Señor … La fe en la resurrección es realmente la misma cosa que la fe en la eficacia salvífica de la cruz”
¿Cómo y por qué llegó Jesús a ser Dios?
Ahora regresemos a nuestro tema. Primero mostré, basado en el material bíblico, que Jesús se convirtió en el Cristo a través de una serie de pasos mentales en el desarrollo del pensamiento de los cristianos del primer siglo, en la medida en que comenzaron a evaluar lo que él significaba para ellos en términos cada vez más elevados. El proceso por el que Jesús se convirtió en Dios no es un acontecimiento que le sucediera a Jesús sino un cambio en el desarrollo del pensamiento humano.
Luego regresé al surgimiento de la Fe Pascual para mostrar que también debe ser entendida subjetivamente, más que como historia objetiva. La Fe Pascual surgió parcialmente de la influencia e impacto continuado que Jesús suscitó sobre aquellos que lo conocieron, y parcialmente de la devastadora experiencia que tuvieron con su muerte.
El proceso de pensamiento religioso por el que Jesús se convirtió en el Cristo, como se muestra en el Nuevo Testamento, no se detuvo ahí, sino que continuó en el periodo postbíblico. Pues incluso a finales del primer siglo, el pensamiento de los seguidores de Jesús distaba mucho de lo que llegaría a conocerse como la enseñanza cristiana, tal como la proclamó el Concilio de Calcedonia en el año 451 ec.
Si bien ya, como lo reconoce claramente el Nuevo Testamento mismo, una ruptura comenzaba emerger como resultado de la rapidez con que se desarrollaba el pensamiento sobre Jesús. Se trata de la ruptura entre la primera generación de cristianos –los cristianos judíos– y la rápidamente creciente iglesia cristiana gentil diseminada por Pablo.
Los cristianos judíos, dirigidos por Santiago y Pedro (al menos al principio), todavía veía a Jesús a través de ojos judíos. En su visión Jesús siempre fue completamente humano como ellos. Cumplió el papel del Mesías pero no fue divino él mismo. Los cristianos judíos rechazaron las historias tardías sobre el Nacimiento Virginal y la doctrina de la Encarnación. En la Epístola de Santiago podemos tener el mejor ejemplo de su pensamiento. Fueron expulsados por los romanos de Jerusalén –su centro– junto con los judíos, y se establecieron a través del Jordán, en Pella. Fueron rechazados por los judíos debido a su lealtad a Jesús, y desairados y relegados como heréticos por los cristianos gentiles. No se escucha más de ellos después del siglo quinto.
Fue el cristianismo gentil, conformado por Pablo, el que se convirtió en la forma clásica del cristianismo. Los cristianos gentiles veían a Jesús con ojos cada vez más griegos. Incluso Pablo, aunque se vanagloriaba de ser judío, era un judío bastante helenístico. El Nuevo Testamento refleja principalmente su pensamiento, y el de la iglesia cristiana gentil, y tiende a esconder de la vista los restos del pensamiento de la iglesia judía primitiva.
La mente gentil no tenía problemas para considerar divino a Jesús. Lo veían como el Hijo de Dios por excelencia –el único Hijo de Dios. No tenían ninguna expectativa sobre la llegada de un Mesías, a diferencia de los judíos, así que la palabra el ‘Cristo’ (que traducía la palabra ‘Mesías’ al griego) terminó siendo usada como nombre propio. Jesús el Mesías se convirtió en Jesucristo, o simplemente, Cristo. Desde luego, el problema pronto fue, no cómo demostrar la divinidad de Jesús, sino cómo defender su humanidad. El ala gnóstica del movimiento cristiano sostenía que Jesús solo aparentó ser un hombre, pero que en realidad había sido completamente Dios todo el tiempo.
En su lucha por mantener simultáneamente ambas naturalezas de Jesús: la completamente humana y la completamente divina, la iglesia atravesó por una serie de controversias teológicas. Varias soluciones fueron rechazadas, la mayoría como herejías. Al principio, la iglesia trató de establecer cómo Jesús se relacionaba con Dios el Creador. La doctrina de la Santísima Trinidad fue el resultado, y Jesús fue retratado como la encarnación de la Segunda Persona de la Trinidad. Entonces la iglesia tuvo que arreglárselas para explicar cómo la naturaleza humana y divina podrían estar unidas en un único personaje histórico. El debate nunca fue universalmente resuelto. Aquellos que no aceptaron los hallazgos de los concilios ecuménicos fueron simplemente excomulgados del cuerpo principal. Así fue como los nestorianos (que afirmaban las dos naturalezas) y las iglesias cópticas (que afirmaban una naturaleza) llegaron a separarse del cuerpo principal.
Lo que llegó a ser la ortodoxia cristiana fue la siguiente fórmula a la que se llegó en el Concilio de Calcedonia, en el año 451 ec. Podría verse como el resultado final del proceso por el que Jesús se convirtió en Dios.
“Siguiendo, pues, a los Santos Padres, todos a una voz enseñamos que ha de confesarse a uno solo y el mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el mismo perfecto en la divinidad y el mismo perfecto en la humanidad, Dios verdaderamente, y el mismo verdaderamente hombre de alma racional y de cuerpo, consustancial con el Padre en cuanto a la divinidad, y el mismo consustancial con nosotros en cuanto a la humanidad, semejante en todo a nosotros, menos en el pecado; engendrado del Padre antes de los siglos en cuanto a la divinidad, y el mismo, en los últimos días, por nosotros y por nuestra salvación, engendrado de María Virgen, madre de Dios, en cuanto a la humanidad; que se ha de reconocer a uno solo y el mismo Cristo Hijo Señor unigénito en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación, en modo alguno borrada la diferencia de naturalezas por causa de la unión, sino conservando, más bien, cada naturaleza su propiedad y concurriendo en una sola persona y en una sola hipóstasis, no partido o dividido en dos personas, sino uno solo y el mismo Hijo unigénito, Dios Verbo Señor Jesucristo, como de antiguo acerca de Él nos enseñaron los profetas, y el mismo Jesucristo, y nos lo ha trasmitido el Símbolo de los Padres.”
Hoy, esta declaración de la ortodoxia cristiana, compuesta con base en conceptos griegos que nos son extraños se ha vuelto algo casi absurdo. La mayoría de los cristianos tradicionales de hoy probablemente ni siquiera han oído esta declaración, ya no digamos que la entiendan. Desde luego, parece una sospecha válida que si uno le pidiera al feligrés promedio que explicara qué quiere decir que Jesús es divino, es muy probable que se alineara, sin darse cuenta, con alguna de las antiguas herejías, más que con la ortodoxia.
El tiempo estaba maduro para deconstruir la afirmación de Jesús como el Unigénito Hijo de Dios. Reimarus (1694–1768) inició el proceso. Pasos significativos en el proceso fueron dados por David Strauss (1808–1874), Albert Schweitzer (1875–1965), y Rudolf Bultmann (1884–1976). Más recientemente el proceso de deconstrucción de la glorificación de Jesús y de recuperación de la figura humana histórica detrás del proceso ha sido emprendido por el grupo académico interdisciplinario: Jesus Seminar.
Obras citadas
- Bultmann, Rudolf. «New Testament and Mythology.» Kerygma and Dogma. Ed. Hans Werner Bartsch. London: SPCK, 1960.
- Goguel, Maurice. The Birth of Christianity. London, 1953.
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¿Cómo llegó Jesús a ser Dios –y por qué?
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Lloyd Geering es una figura pública de considerable renombre en Nueva Zelanda, donde recibe múltiples peticiones como conferencista y comentarista sobre religión y materias relacionadas, tanto en TV, como en radio. En 1966 publicó un artículo “La resurrección de Jesús” y, en 1967, otro sobre “La inmortalidad del alma”, que conjuntamente desataron una polémica pública, la controversia pública concluyó con una acusación, ante la Iglesia Presbiteriana de Nueva Zelanda –de la que es un ministro ordenado–, de error doctrinal y de perturbar la paz de la iglesia. Luego de un proceso televisado de dos días, la asamblea juzgó que no se probó error doctrinal alguno, los cargos fueron desestimados y el caso se cerró. Es miembro del Jesus Seminar.
Lloyd Geering es autor de diferentes libros: Tomorrow’s God (El Dios del mañana), The World to Come: From Christian Past to Global Future (El mundo por venir: desde el pasado cristiano al futuro global), y Christian Faith at the Crossroads: A Map of Modern Religious History (La fe cristiana en la encrucijada: Un mapa de la historia religiosa moderna), Christianity without God (Cristianismo sin Dios).
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El Jesus Seminar es un equipo de investigación formado por unos setenta estudiosos del Nuevo Testamento fundado en 1985 por Robert Walter Funk, cuyo propósito es reconstruir la biografía de Jesús de Nazaret. Su trabajo se basa en una metodología triple: la antropología social, el análisis histórico y la hermenéutica textual. Este seminario se considera desvinculado de cualquier corriente religiosa o filosófica y tiene su sede en Sonoma (California). Está dirigido por John Dominic Crossan y Robert W. Funk. Publican sus conclusiones en la revista Foundations and Facets Forum.
El trabajo del Jesus Seminar se inserta en lo que se llama la Tercera búsqueda del Jesús histórico.
- John Dominic Crossan (1994)
- Robert Walter Funk y Roy W. Hoover (1993)
- Helmut Koester (1989)
- S. J. Patterson
- James McConkey Robinson
- Gerd Theissen y Annette Merz (1985)
- R. E. Brown
- John P. Meier (1999)
Presentación del Jesus Seminar según el prestigioso sitio de diálogo e investigación interreligioso ReligiousTolerance.org, (en inglés en el original):
http://www.religioustolerance.org/chr_jsem.htm
El Jesus Seminar es un grupo de teólogos académicos que estudian los escritos cristianos de los siglos I a III ec, desde una perspectiva religiosa liberal. Está compuesto por integrantes que con formación y/o afiliación «protestante, católicos romanos, judíos e independientes« . Su objetivo inicial fue determinar lo que Jesús habría realmente dicho. Su segundo objetivo fue describir lo que Jesús habría realmente hecho.
En el pasado, los académicos, tanto liberales, como no-especialmente etiquetados, han dado conferencias, y escrito artículos en revistas especializadas, asistido a conferencias y debatido entre ellos. Así han formado a generaciones de estudiantes de teología y ministerio con un enfoque meramente académico, o una visión liberal. Sin embargo, sus conclusiones raramente habían alcanzado al gran público, como es la meta de los participantes del Jesus Seminar.
http://www.westarinstitute.org/Jesus_Seminar/jesus_seminar.html
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Notas adicionales:
1 Un ejemplo para entender la importancia del Jesús histórico, lo podemos tomar del Evangelio de Marcos, que relata la tradición ciertamente histórica del «secreto mesiánico». Esta tradición pertenece ciertamente al Jesús de la historia [por contraposición al Jesús teológico]. El sentido del «secreto mesiánico», es que Jesús no quiere ser el centro de su actividad, sino que quiere que el centro de todo sea el Reino de Dios. Son los demonios los que identifican a Jesús como Mesías. Jesús los manda callar. El Reino en todos los sinópticos se identifica con la vida del pueblo pobre (el Reino llega cuando los enfermos son sanados de sus enfermedades y los demonios son expulsados).
También hoy en el diálogo con las religiones debemos mantener el secreto mesiánico y tomar como referencia fundamental el Reino de Dios. Superar el cristo-centrismo, propio de la teología posterior al Jesús de la historia y dialogar sobre la vida en el Tercer Mundo como voluntad de Dios. Desde el punto de partida del «secreto mesiánico» no podemos partir de un cristo-centrismo sino de un biocentrismo, en la perspectiva del Reino de Dios.
Pablo Richard, El Jesús histórico y los 4 Evangelios: Memoria, credo y canon para una reforma de la Iglesia, http://www.proconcil.org/document/Richard%201.htm
2 Después de esto, Jesús y sus discípulos fueron a las aldeas de la región de Cesarea de Filipo. En el camino, Jesús preguntó a sus discípulos:
–¿Quién dice la gente que soy yo?
Ellos contestaron:
–Algunos dicen que eres Juan el Bautista, otros dicen que eres Elías, y otros dicen que eres uno de los profetas.
–Y ustedes, ¿quién dicen que soy? –les preguntó.
Pedro le respondió:
–Tú eres el Mesías.
Pero Jesús les ordenó que no hablaran de él a nadie. (DHH)
3 Wilhelm Wrede. Escriturista protestante de formación racionalista. N. en Bücken el 10 mayo 1859; 1887-89 pastor; 1891 docente en Gotinga; 1893 profesor extraordinario en Breslau; 1896, prof. ordinario allí mismo; m. el 23 nov. 1906.
W. afirmó que los Evangelios no son primordialmente biografías históricas sino una expresión de la fe de la comunidad. Según él, los discípulos no reconocieron la mesianidad de Jesús hasta después de su muerte: la fe en la dignidad mesiánica de Cristo, dice, brotó de la vivencia de las apariciones pascuales. Los Evangelios, concluye, fueron escritos bajo el prisma de esa fe, de manera que la imagen de Jesús experimentó una transformación en la mente de sus discípulos en virtud de las vivencias pascuales. y esa nueva imagen es la reflejada en los escritos neotestamentarios. W. sostiene incluso que S. Pablo, al que atribuye una concepción completa sobre Cristo que sería anterior a su conocimiento de los relatos sobre el Jesús histórico, habría sido el creador del dogma cristiano. W. es un precursor de la historia de las formas y de las tendencias que postulan una primacía de la fe sobre la historia en los relatos del N. T. Raúl Gabás http://www.canalsocial.net/GER/ficha_GER.asp?id=3434&cat=biografiasuelta
4 David Friedrich Strauss (Ludwigsburg, 27 de enero de 1808 – 8 de febrero de 1874). Teólogo alemán. Discípulo de Georg Wilhelm Friedrich Hegel y Ferdinand Christian Baur. Contribuyó, desde el racionalismo alemán tardío, al movimiento de la antigua búsqueda del Jesús histórico iniciado por Hermann Samuel Reimarus
En su obra: Das Leben Jesu, kritisch bearbeitet (1835-1836), plantea la idea de que los evangelios son relatos míticos, al contener elementos que no pueden explicarse racionalmente. Pero no surgen desde la necesidad de falsificación, como exponía Reimarus, sino para expresar desde una mentalidad precientífica y prefilosófica, ideas teológicas en estilo narrativo. Por tanto, han de considerarse libros de teología y de fe, sin ningún valor histórico. Esta mitificación aparece ya en los evangelios sinópticos más antiguos, que según Strauss son los de Mateo y Lucas, y también en el de Marcos.
El fenómeno de mitificación, según Strauss, es máximo en el Evangelio según san Juan, que a partir de las aportaciones de Strauss es rechazado como fuente de acceso al Jesús histórico. http://es.wikipedia.org/wiki/David_Friedrich_Strauss