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Lloyd Geering: ¿Cómo llegó Jesús a ser Dios –y por qué?

25. May. 2010

Por el Revdo. Dr. Lloyd Geering

The Fourth R, Volume 11,5,
September/October 1998,

Trad. Francisco Javier Lagunes Gaitán
http://westarinstitute.org/Periodicals/4R_Articles/jesus_to_god.html

Una de las figuras más conocidas de la escena mundial durante los últimos diez años, y ciertamente la mujer más fotografiada, fue Diana, la Princesa de Gales. Estaba rodeada de elogios y muestras de afecto, por una parte, y de críticas de orden moral, por la otra, especialmente provenientes de la familia real y de los tabloides sensacionalistas. Mientras Diana disfrutaba de unas vacaciones en París, en compañía de su nuevo enamorado, The Sunday Times, de Londres, publicó un artículo de plana completa en el que la sicoanalizaba, bajo el encabezado de doble sentido: “Diana en el diván”. La primera edición acababa de dejar la imprenta cuando se esparció la noticia de su muerte trágica. The Times retiró inmediatamente, de todas las ediciones posteriores, la sección completa del periódico en la que aparecía el artículo.

El público británico quedó completamente aturdido ante la noticia. Hubo un masivo y espontáneo lamento de dolor, como nunca se había visto. Incluso a pesar de que su hermano, durante el funeral, advirtió a los dolientes de que no hicieran de Diana una santa, sin embargo, fue glorificada por los meses subsiguientes como la figura central de un moderno cuento de hadas trágico. En el aniversario de su muerte los periodistas se reunieron en todos los sitios asociados a Diana, a la espera de multitudes comparables. Llegó gente, pero solo en pequeñas cantidades.

Lo que es más, algunas voces influyentes, incluso un anterior Arzobispo de Canterbury [Jerarca primado de la Iglesia Anglicana, la religión de Estado en el Reino Unido, N. del T.], comenzaron a expresar críticas sobre Diana. La deconstrucción de Diana había comenzado y su humanidad era recuperada del cuento de hadas. Esto es análogo al tema que vamos a discutir.

Mientras que la glorificación de la trágica Diana, seguida de su deconstrucción, tuvo lugar en el espacio de solo un año, el proceso de la glorificación de Jesús como la figura del Cristo, y su subsiguiente deconstrucción ha tenido lugar por espacio de dos mil años.

¿Cómo se convirtió Jesús en el Cristo?

En 1974, un erudito Católico Romano llamado Peter DeRosa publicó un libro titulado Jesús, quien llegó a ser Cristo (incidentalmente, no mucho después, Peter DeRosa, luego de una impresionante carrera académica, fue destituido como Vicerrector del Corpus Christi College, de Londres). Era éste un colegio para formar maestros Católicos, y al que la Iglesia Católica Apostólica Romana (ICAR) cerró debido a que se había vuelto demasiado radical. Empezaremos tratando de responder la pregunta que planteó Peter DeRosa –¿Cómo llegó Jesús a convertirse en Cristo?– dado que es la primera parte de la respuesta de cómo Jesús llegó a ser Dios.

Hay dos maneras de entender esta pregunta y hay una diferencia más bien sutil, pero extremadamente, importante entre las dos. Es una diferencia que se ha entendido muy poco. Podemos llamar a estas maneras el enfoque objetivo y el enfoque subjetivo.

Ilustraré primero la diferencia con respecto a la pregunta: “¿Cómo fue que la Sra. Jenny Shipley se convirtió en Primera Ministra de Nueva Zelanda?”

La respuesta objetiva a esa pregunta va más o menos así. Primero, Jenny fue electa por el gobernante Partido Nacional para competir por el asiento parlamentario correspondiente a Ashburton. Después, fue electa parlamentaria por Ashburton. El siguiente paso fue cuando el Primer Ministro Jim Bolger la designó para integrar su Gabinete Ministerial. Su capacidad le permitió ascender en la jerarquía del gabinete. Entonces, mientras Jim Bolger estaba en el extranjero, ella reunió suficiente apoyo entre la directiva del partido para que, al regresar el Primer Ministro Bolger, tuviera que enfrentarse al hecho consumado de un golpe de mano en la dirección del partido. Pero ella todavía no era Primera Ministra. De mutuo acuerdo con Jim Bolger, se le concedió a éste un mes de gracia para poner en orden sus asuntos, antes de que finalmente jurara efectivamente como Primera Ministra. Éste, entonces, es el recuento objetivo de cómo Jenny Shipley se convirtió en Primera Ministra.

¿Cuál sería el recuento subjetivo? Los recuentos subjetivos varían de persona a persona, simplemente porque son subjetivos. No hay una sola respuesta y daré dos ejemplos extremos.

En las mentes de sus mayores detractores el recuento subjetivo podría ser algo como sigue, “Jenny Shipley es Primera Ministra solamente de nombre, al haber llegado al puesto por vías indirectas y tortuosas. Ella es tan sólo la encargada del despacho del Primer Ministro hasta la siguiente elección. No ganó una elección general como líder y cabeza de lista, y no cuenta con un mandato del pueblo de Nueva Zelanda para ser su Primera Ministra, como sí lo tuvieron quienes la precedieron en el cargo”.

Por otra parte, el enfoque subjetivo de sus principales partidarios podría ser algo como esto, “Jenny Shipley es tan idónea para el trabajo de Primera Ministra que, una vez que entró al parlamento, su ascenso a la cumbre era inevitable. Había sido realmente Primera Ministra en potencia desde siempre. Es claro que mostró tal habilidad en el puesto que resulta evidente que nació para ser Primera Ministra”.

La diferencia entre la respuesta objetiva y las varias respuestas subjetivas a esta pregunta es la siguiente: La respuesta objetiva se refiere a hechos sucedidos a Jenny Shipley, hechos que están abiertos a la investigación histórica. Las respuestas subjetivas, por otra parte, son juicios de valor hechos por la gente. No están abiertos a la investigación histórica, excepto por la confirmación de que algunas personas los emitieron. Varían de persona a persona, Aunque cada respuesta particular puede ser compartida por otros.

Con esta diferencia en mente atendamos a la cuestión de cómo Jesús se convirtió en el Cristo, dado que desdichadamente ha habido, y hay aún, una real confusión al respecto. Pronto queda claro que la respuesta a esta pregunta tiene mucho más en común con las respuestas subjetivas hacia la asunción de Jenny Shipley al cargo de Primera Ministra, que con las respuestas objetivas. No había una cartera ministerial de Mesías a la cual Jesús fuera designado en cierto momento de su vida, un acto abierto al público con una confirmación neutral religiosamente. Al contrario, solamente los cristianos son quienes han afirmado que Jesús era el Cristo.

Así que, al preguntar cómo Jesús se convirtió en el Cristo, ¿nos interesa una respuesta objetiva o subjetiva? Ahora intento mostrar que la proclamación de Jesús como el Cristo se originó como una evaluación subjetiva de parte de algunas personas. Las generaciones subsiguientes, sin embargo, interpretaron las afirmaciones subjetivas como acontecimientos objetivos y omitieron la distinción entre lo subjetivo y lo objetivo. Esto puede ilustrarse claramente a partir de los datos de la Biblia.

¿Cuándo se convirtió Jesús en el Cristo?

Si revisamos los registros del Nuevo Testamento en busca de evidencia histórica del proceso objetivo por el que Jesús se convirtió en el Cristo, lo que encontramos son juicios subjetivos o proclamas que suenan simplemente como si fueran objetivas. La conclusión de que son subjetivos se confirma por el hecho de que hay varios de ellos en diferentes puntos del Nuevo Testamento y son diferentes entre sí. He aquí los más importantes:

Después de su muerte

En Hechos (2:22–36, DHH) en un discurso puesto en boca de Pedro encontramos estas palabras:

«Escuchen, pues, israelitas, lo que voy a decir: Como ustedes saben muy bien, Dios demostró ante ustedes la autoridad de Jesús de Nazaret, haciendo por medio de él grandes maravillas, milagros y señales.ustedes lo mataron, crucificándolo por medio de hombres malvados.Pues bien, Dios ha resucitado a ese mismo Jesús, y de ello todos nosotros somos testigos.«Sepa todo el pueblo de Israel, con toda seguridad, que a este mismo Jesús a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Mesías.».

La persona que compuso estas palabras declaraba que era por medio del levantamiento que hizo Dios de Jesús, de entre los muertos, que Jesús se convirtió en el Cristo. En otras palabras, en esta perspectiva, el hombre Jesús se convirtió en el Cristo en algún momento luego de su muerte en la cruz.

Debemos notar en este y en los siguientes ejemplos que no nos enfrentamos a acontecimientos históricos abiertos a la investigación pública para los historiadores. Estos hechos son descritos específicamente como: “actos de Dios”.Dios ha resucitado a ese mismo JesúsDios lo ha hecho Señor y Mesías.”. Cualquier cosa que los humanos juzguen como “un acto de Dios” pertenece a la categoría de un juicio humano o interpretación y no a la categoría de acontecimiento histórico.

Durante su ministerio

En el Evangelio de Marcos, sin embargo, hay un relato de Jesús en Cesarea de Filipo en el que él preguntó a sus discípulos qué es lo que la gente decía sobre él, y le dieron diversas respuestas. Cuando Jesús preguntó a Pedro qué es lo que pensaba él, recibió la siguiente respuesta, “Tú eres el Cristo”. El escritor de esta narración claramente creía que Jesús ya era el Cristo durante su ministerio y antes de su muerte y resurrección. El narrador dice después que Jesús mandó a sus discípulos que no mencionaran a nadie que él era el Cristo. Estas referencias a la secrecía en el Evangelio de Marcos son conocidas por los estudiosos modernos como el Secreto Mesiánico1 (Marcos 8:27-30)2, por el título de un libro escrito en 1901 por Wilhelm Wrede3. Wrede sostuvo que el secreto era una invención primitiva para reconciliar los dos recuentos de cómo Jesús se convirtió en el Mesías –el recuento más temprano, que acabamos de ver reflejado en los Hechos, y el ligeramente posterior, de que Jesús ya era el Cristo durante su ministerio.

En su bautismo

El autor del Evangelio de Marcos, que escribía en un momento en el que todos los cristianos aceptaban a Jesús como Mesías, fue más allá, al dar a entender que fue durante su bautismo que Jesús se convirtió en el Mesías. Leemos que cuando Jesús salió del agua vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu descendía sobre él como una paloma y una voz proveniente del cielo decía, «Tú eres mi Hijo amado, a quien he elegido» (Marcos 1:11).

Este relato dio pie para que surgiera en la teología cristiana lo que se llamó la “teoría de la adopción” de la “Persona de Cristo”. En resumen, Jesús nació como un ser humano ordinario hasta que Dios, en el momento de su bautismo por Juan el Bautista, lo adoptó como Hijo. Por esto no hay relatos del nacimiento en Marcos. Esta visión fue finalmente declarada herética aunque siguió surgiendo de tiempo en tiempo. Fue considerada herética por la simple razón de que la creencia de que Jesús se convirtió en el Cristo simplemente con su bautismo todavía era común cuando Marcos escribía en el 70 ec, y sería pronto dejada de lado por cambios posteriores en la tradición.

Al nacer

Las historias del nacimiento de Jesús en los Evangelios de Mateo y Lucas claramente pretendieron sugerir que Jesús era el Cristo desde el momento de nacer. Mientras que Mateo tiende a destacar que Jesús nació para ser el Rey de los Judíos, Lucas es más explícito, al poner esto en la boca de los ángeles, “Hoy les ha nacido en el pueblo de David un salvador, que es el Mesías, el Señor(Lucas 2:11).

Una diferencia adicional entre los relatos del nacimiento que hacen Lucas y Mateo es que Mateo traza la genealogía de Jesús hasta Abrahán para indicar, que Jesús fue un judío piadoso y un verdadero hijo de Abrahán. Pero Lucas, tal vez porque era gentil [=no judío], trazó la genealogía de Jesús hasta Adán, tanto para mostrar que era verdaderamente representativo del género humano, como también para decir que, siendo humano, también era el Hijo de Dios, pues en la Biblia Hebrea sólo se refieren como Hijo de Dios a Adán.

Al proyectar esta genealogía hacia atrás, a partir del momento posterior a la resurrección, y luego –consecutivamente– al ministerio, al bautizo, al nacimiento, podremos notar que también hay un cambio de intención en la terminología utilizada con relación a Jesús. Es un cambio desde ser el Mesías, hasta la divinidad, desde el estatus del Cristo, al de divino Hijo de Dios.

En la creación

Esta progresión hacia atrás no se detuvo con el nacimiento de Jesús. Cuando revisamos el Cuarto Evangelio encontramos que el proceso que discutimos se remonta hacia tan atrás en el tiempo que ya no se trata de que Jesús se convirtiera en el Cristo. Ahora la cuestión era que el Cristo se convirtiera en Jesús, el Cristo es ahora aludido como el Logos, la Palabra o el Verbo [ como alusión a la palabra creadora y a la sabiduría divina]. La razón de que el Cuarto Evangelio no tenga relato del nacimiento es que inicia con el Evangelio de Jesucristo desde la creación. Aquel que se convertiría en Jesús habría estado ahí desde el principio (sería un poco como decir que a Jenny Shipley se le habría ordenado divinamente ser Primera Ministra desde el inicio de los tiempos).

En el principio ya existía la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios.Por medio de él, Dios hizo todas las cosas; nada de lo que existe fue hecho sin élAquel que es la Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros. Y hemos visto su gloria, la gloria que recibió del Padre, por ser su Hijo único, abundante en amor y verdad.pero el amor y la verdad se han hecho realidad por medio de Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único, que es Dios y que vive en íntima comunión con el Padre, es quien nos lo ha dado a conocer. Juan 1:1 –18

Aquí, la cuestión de cómo Jesús se convirtió en el Cristo ha sido revertida hacia una cuestión diferente –cómo el Logos, o el único Hijo de Dios, se encarnó en la carne humana como Jesús. De aquí que la cuestión de cómo Jesús se convirtió en Dios fuese provechosamente reformulada, en el transcurso del tiempo, como la pregunta de cómo Dios se convirtió en Jesús.

Para la época de los Concilios Ecuménicos y de la formulación de la Doctrina de la Santísima Trinidad, el Evangelio Cristiano básico había sufrido cambios notables. Empezó con la simple afirmación de que Jesús era el Cristo. Ahora se trataba de la afirmación de cómo la Segunda Persona de la Santísima Trinidad llegó a encarnarse en el hombre Jesús. En efecto, por consiguiente, ahora se creía que Jesús había quedado incorporado dentro de la Divinidad.

¿Cómo pueden reconciliarse estas diferencias de evaluación subjetiva? Si leemos la Biblia con la expectativa de que sea perfectamente consistente, que toda esté escrita en un mismo nivel y por un mismo autor (y así es como solía ser leída por los cristianos hasta hace unos doscientos años), entonces, los “actos de Dios” que acabamos de delinear –la creación, la encarnación, el nacimiento, el bautismo, el ministerio, la resurrección– podrían tomarse como etapas sucesivas del proceso único por el que Jesús se convirtió en el Cristo, y el Cristo, ahora sentado a la diestra de Dios, regresará finalmente para ser nuestro Juez.

Desde hace unos dos siglos, y en especial durante los últimos 160 años, los estudiosos cristianos comenzaron a leer la Biblia históricamente. Encontraron que no está escrita en un solo nivel, ni por un solo autor. Fue compuesta por diferentes personas en momentos diferentes y refleja muchas diferencias en puntos de vista. Por ello puede verse ahora que refleja muchas inconsistencias y amplias diferencias de punto de vista. En particular, la respuesta tradicional sobre cómo Jesús se convirtió en el Cristo ha sido reemplazada por una sorprendente variedad de respuestas en conflicto. Lo que es más revelador es que cuando miramos estas respuestas en el orden cronológico en el que fueron compuestas, nos encontramos con el fascinante proceso que tuvo lugar. Dentro del espacio de unos 70 años el principal “acto de Dios” por el que Jesús presuntamente se convirtió en el Cristo fue movido desde algún momento después de su muerte, hacia atrás, hacia su ministerio, bautismo, nacimiento, y más allá, hasta la creación misma. Como dice la expresión usada finalmente en el credo “engendrado, no creado” que expresa esta visión.

La razón para las respuestas aparentemente conflictivas es que no hubo acontecimientos históricos abiertos a la investigación pública sino juicios de valor, elaborados por diferentes personas, en momentos diferentes, de una tradición que se desarrolló rápidamente. Aunque fueron proclamados en la misma clase de lenguaje que comúnmente usamos para un acontecimiento histórico objetivo, en realidad eran juicios subjetivos, o evaluaciones, de parte de aquellos que los emitieron. En otras palabras, lo que la tradición cristiana ha tratado –desde hace mucho– como recuentos objetivos de cómo Jesús se convirtió en el Cristo resulta ser una sucesión de juicios subjetivos. El recuento tradicional, y supuestamente objetivo, de cómo Jesús se convirtió en el Cristo es el recuento de cómo Jesús, paso a paso, llegó a ser evaluado subjetivamente en las mentes de las generaciones sucesivas de aquellos que lo adoraron y, así entonces, lo concebían como el Cristo.

¿Cómo surgió la Fe Pascual?

Este proceso no se detuvo con el último libro del Nuevo Testamento, sino que continuó adelante en el pensamiento de la iglesia a través de los siguientes siglos. Regresaremos a la situación actual. Pero primero repasemos lo que condujo a lo que se proclamó como el primer “acto de Dios” en ese proceso, principalmente, la resurrección. Esto es esencial para la respuesta a nuestra pregunta. Al día de hoy, los cristianos interpretan este “acto de Dios” como si se tratara de un acontecimiento objetivo público, abierto a la investigación histórica. Encontraremos que esto también es parte del mismo desarrollo subjetivo que he descrito aquí.

¿Cómo llegaron a creer los cristianos que el Jesús que fue crucificado había resucitado de entre los muertos? Hoy se llama frecuentemente a esta creencia la Fe Pascual. ¿Cómo surgió esta Fe Pascual? La respuesta tradicional es muy clara: Al tercer día de su muerte en la cruz o, más estrictamente hablando, dentro de un espacio de 36 horas desde el momento en que el cuerpo se habría colocado en la tumba, Jesús se levantó de entre los muertos en un cuerpo renovado o glorificado, se mostró a sus discípulos por un periodo de cuarenta días, y ascendió hacia el cielo, para sentarse a la mano derecha de Dios.

Podemos llamar a esto el recuento presuntamente objetivo de la resurrección de Jesús. Se pensó que los Apóstoles habrían sido testigos de la Ascensión y Esteban habría sido testigo de que Jesús estaría sentado a la diestra de Dios. Esto fue aceptado por los cristianos desde fines del primer siglo y por poco más de doscientos años.

Una vez más encontramos que, conforme se fueron estudiando las narraciones del Nuevo Testamento sobre las que se basaban los recuentos supuestamente objetivos, al ser estudiados cronológicamente como documentos independientes, salió a la luz una nueva versión de cómo Jesús se levantó de entre los muertos. Y aunque todavía no hay unanimidad alrededor de los detalles de esta nueva versión, dado que la vieja versión ha sido defendida vigorosamente, hay algún acuerdo en ciertos puntos.

La Ascensión de Jesús

Hay un amplio acuerdo, por ejemplo, sobre que el relato de la Ascensión es mítico y no se refiere a un acontecimiento histórico. David Strauss4, en 1843, fue el primero en sostener que ciertos relatos del Nuevo Testamento son más adecuados para ser tratados como mitos o relatos simbólicos. Él sostuvo que éstos surgieron en la iglesia primitiva y se basaban en temas, o rasgos característicos, del Antiguo Testamento. En el caso de la Ascensión de Jesús al cielo, ya había un precedente claro para ello en el Antiguo Testamento, en el relato de la ascensión de Elías al cielo en una carroza de fuego.

La razón por la que el relato de la Ascensión de Jesús fue el primero en ser ampliamente aceptado dentro de la categoría de los mitos es obvia. Mientras que parecía tener mucho sentido –tomado al pie de la letra– en la visión del mundo compartida por los antiguos y entre los medievales, no tiene ningún sentido en la visión del mundo que tenemos hoy. Afirmar que el cuerpo resucitado de Jesús se fuera hacia algún cielo especial por encima de la tierra es convertir el relato en una ridícula pieza de ciencia-ficción espacial. Consecuentemente, en el recuento tradicional de lo acaecido a Jesús luego de su muerte, este ha sido el primer elemento a desmitologizar, esto es, a interpretarlo simbólicamente y ya no de manera literal. Algunos estudiosos lo descartan como algo prescindible de todas formas, sobre la base de que se trata de un desarrollo tardío en la tradición de la resurrección.

Deseo sugerir que mientras que el relato preciso de la Ascensión de Jesús al cielo, que leemos al final de Lucas y en Hechos 1, es indudablemente tardío en su forma presente, la idea que lo generó es muy temprana y, desde luego, bien podría haber estado en el inicio mismo de la tradición de la resurrección, en vez de en su resultado final. La idea era la glorificación del Jesús crucificado. Tal como ya hemos visto, Jesús no fue probablemente aclamado como Mesías hasta luego de su muerte y, entonces, su cualidad de Mesías fue proyectada hacia tiempos cada vez anteriores. Así que la Fe Pascual, según sugiero, comenzó con una visión de la glorificación de Jesús y, de ella creció gradualmente, por etapas, hasta alcanzar tardíamente una tradición mayor que describe una procesión divina, desde la tumba vacía, hasta el trono divino.

La visión de Jesús

Hay un acuerdo general, entre los estudiosos –excepto los más conservadores–, en el sentido de que la Fe Pascual comenzó con las visiones en Galilea y no con el descubrimiento de una tumba vacía en Jerusalén. Ahora que, las visiones y los sueños, como lo registran muchas tradiciones, han sido frecuentemente la materia prima de la experiencia religiosa, especialmente en los tiempos de los orígenes de cada tradición. Antes del siglo XX no apreciábamos, como podemos hacerlo ahora, por qué sucede esto. Carl Jung y otros han descubierto y llamado nuestra atención hacia los poderes creativos del inconciente humano.

El inconciente es un área vasta de la mente humana o ‘psyche’ que se esconde bajo la superficie de la conciencia, como los 9/10 de un iceberg que están ocultos bajo la superficie. Su descubrimiento hizo posible una explicación completamente diferente de las que comúnmente han sido llamadas experiencias religiosas.

Anteriormente, cuando una persona veía visiones (que nadie más podía ver), o si escuchaba voces (que nadie más podía oír), la única explicación era que esa persona recibía revelaciones y mensajes de una fuente externa, de alguna manera divina o sobrenatural. La psicología profunda ofrece una explicación natural. Las experiencias entran en la conciencia desde otra fuente, pero esa fuente es el inconciente, de ahí que apelar a una fuente sobrenatural externa sea innecesario.

De esta forma llegamos a un nuevo entendimiento de las visiones que Mahoma tuvo del Ángel Gabriel, y de la visión que Pablo tuvo del Cristo resucitado, en el camino a Damasco, de la que surge la Fe Pascual en los Apóstoles hacia éste. De acuerdo con Pablo (y el suyo es el testimonio más temprano y de primera mano que tenemos) el primero que tuvo una visión de Jesús resucitado fue Pedro. Aunque en ninguna parte del Nuevo Testamento nos ofrece ningún registro de esa visión. Algunos conjeturan que la tradición de esa visión, si es que hubo alguna, se convirtió en algo superado y fue descartado en favor de más tardías y más convincentes tradiciones. Podría haber sido una visión similar a la que se atribuyó a Esteban antes de su martirio (Hechos 7:55–56):

“…miró al cielo y vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios. Entonces dijo: –¡Miren! Veo los cielos abiertos, y al Hijo del hombre a la derecha de Dios.”

Se ha sugerido que la historia de la Transfiguración de Jesús no pertenecería cronológicamente al periodo del ministerio de Jesús, donde lo colocó erróneamente el Evangelio de Marcos –que fue seguido en esto por Mateo y Lucas. Más bien, se habría originado como un relato temprano de la Resurrección. Esta sugerencia ha sido apoyada eruditos internacionalmente aclamados de la talla de Heinrich Meyer (1800–1873), Julius Wellhausen (1844–1918), Adolf Harnack (1851–1930), Alfred Loisy (1857–1940), Maurice Goguel (1880–1955) y Rudolf Bultmann (1884–1976). Desde luego, este relato podría apuntar hacia la visión más temprana que dio origen a la Fe Pascual.

Generalmente hay acuerdo en esto, con apoyo en el registro del Evangelio, que cuando Jesús fue crucificado los discípulos lo abandonaron y huyeron. Volvieron a Galilea profundamente desanimados, sufrían de ansiedad aguda y desconcierto, se preguntaban por qué Dios habría permitido que un hombre de tal calidad y poder tuviera un fin tan trágico. En condiciones tan especiales como esas las profundidades inconscientes de la psyche humana pueden demostrarse grandemente creativas. La psyche, al retomar de las experiencias previas y de símbolos básicos ya integrados ahí, crea una visión que resuelve el asunto.

Es aquí, entonces, donde los discípulos judíos cuyas mentes, como la de Elías antes que ellos en su momento de crisis, habían regresado al Sinaí, a la fuente de su fe. En la visión creada por el inconciente (posiblemente de Pedro), él y sus dos compañeros más cercanos, Santiago y Juan, fueron conducidos por el recuerdo de su Maestro a ascender la misma alta montaña. Esta es la narración como Marcos la cuenta:

Allí, delante de ellos, cambió la apariencia de Jesús. Su ropa se volvió brillante y más blanca de lo que nadie podría dejarla por mucho que la lavara. Y vieron a Elías y a Moisés, que estaban conversando con Jesús.apareció una nube y se posó sobre ellos. Y de la nube salió una voz, que dijo: «Este es mi Hijo amado: escúchenlo.» Al momento, cuando miraron alrededor, ya no vieron a nadie con ellos, sino a Jesús solo” (Marcos 9:2–8).

Hay algunos ingredientes muy significativos en esta visión.

  • Cuando Moisés subió al Monte Sinaí la gloria del Señor lo envolvió en una nube. Y cuando bajó, su rostro resplandecía.
  • Moisés y Elías fueron los principales representantes israelitas de la Ley y de los Profetas, respectivamente.
  • Elías, como hemos señalado, no muere, sino que es llevado en una carroza de fuego.
  • Moisés había muerto y había sido enterrado. Pero en una tradición judía tardía, registrada por Josefo y narrada en el libro de “La Ascensión de Moisés”, se narra que Moisés habría sido llevado por Dios al cielo.
  • Más aún, ellos eran los únicos dos israelitas de los que se creía en la tradición judía que estaban en el cielo con Dios.
  • La visión de la Transfiguración presenta a Jesús conversando con Moisés y Elías, por lo que lo coloca al mismo nivel de ellos.

Estos ingredientes de la tradición judía, sumados a la confusión de los discípulos, proveyeron de bastante materia prima para una visión apostólica. Lo principal que la visión afirmaba era que la muerte de Jesús no había sido una tragedia sin sentido. Mostraba que Jesús había sido colocado por Dios en el mismo nivel que Moisés y Elías. La resplandecencia, o transfiguración, demostraba simbólicamente que Jesús había sido glorificado.

Sugiero que esta visión de la glorificación de Jesús marcó el inicio de la Fe Pascual. De acuerdo con Pablo, hubo más de una visión, incluyendo aquella que él mismo tuvo. Pero no se describen. Sin duda fueron variadas pero tuvieron una cosa en común –el Jesús glorificado fue visto por sus seguidores y solo por sus seguidores. En el momento en que Pablo escribía, digamos en el año 50 ec, la Fe Pascual se apoyaba solamente en el testimonio de visiones.

Pero es tal la naturaleza de la inquisitiva mente humana que no fue suficiente para la comunidad cristiana, en su momento, decir simplemente que el Jesús glorificado había sido visto en visiones. ¿Cómo llego a suceder que él estuviera en el cielo con Dios, sentado a su diestra? Así que, en la segunda mitad del primer siglo, comenzaron a surgir toda clase de relatos, Tales como el de Juan 21, en el que Jesús desayunó con los discípulos después de echar la red.

La tumba vacía y la resurrección del cuerpo

La atención comenzó entonces a regresar hacia Jerusalén, donde Jesús había sido crucificado. Se asumió que su cuerpo debía haber sido enterrado en una tumba y en ese caso la tumba debería estar ahora vacía. Así que surgió un relato de cómo la tumba había sido encontrada vacía por unas mujeres. La clave de esa historia es el ángel, u hombre misterioso vestido de blanco, que dijo, “…Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, sino que ha resucitado, como dijo.(Mateo 28:5-6). Algunos defensores modernos de la historicidad de la tumba vacía, dado que ellos mismos no creen en ángeles, sostienen que esa fue una intrusión tardía. Realmente el relato no viene al caso si se elimina la intervención angélica. Las palabras dichas por el ángel son la piedra en que se fundamenta el relato. Es la convicción de que Jesús resucitó la que da origen al relato de la tumba vacía y no al revés.

Debido a que los relatos de la tumba vacía han dominado la tradición, han dado forma a nuestra imaginación cuando escuchamos el término “levantarse de entre los muertos”. Cuando se usó por primera vez, sin embargo, no se refería a alguien que saliera de la tumba. Se refería a levantarse desde el Sheol, el sombrío lugar de los muertos, y a la ascensión al cielo. Esto se reflejó en la historia que aparece en el Evangelio de Juan sobre María Magdalena, en el que Jesús le dice, “Deja de tocarme, que todavía no he subido al padre…” (Juan 20:17). Él estaba en su jornada desde el inframundo de los muertos hacia el mundo celeste, y María se había encontrado accidentalmente con él en el camino.

Tan pronto como los cristianos se convencieron de que tenían una visión sobre la glorificación de Jesús, y dado que sabían con certeza que él había sido crucificado y se había ido al lugar de los muertos, entonces concluyeron que se había levantado de entre los muertos. Así que comenzaron a surgir las historias de cómo sucedió eso. Conforme las historias progresaron el Cristo resucitado fue descrito más y más en términos físicos, y es sobre la base de estas historias tardías de la resurrección que los cristianos conservadores de hoy defienden lo que llaman “la resurrección del cuerpo”.

Seguir el origen de la glorificación y resurrección de Jesús hacia las visiones anteriores sirve para confirmar que bregamos con un proceso subjetivo, no con uno objetivo. La afirmación cristiana de que Jesús había resucitado de entre los muertos no se refería a algo que le hubiera sucedido objetivamente al cuerpo de Jesús; se refería a un acontecimiento subjetivo en las mentes y los corazones de los seguidores de Jesús. Como Maurice Goguel lo expresa en The Birth of Christianity (El nacimiento del cristianismo): “El significado religioso de la resurrección no reside en el hecho de que el cuerpo de Jesús regresara a la vida en la tierra por un corto tiempo, sino en que fue llevado vivo al cielo. Lo que da la salvación es la glorificación del Cristo, no su resurrección entendida en el sentido de reanimación de su cuerpo. Si esta reanimación se volvió un objeto de fe, fue debido a que era vista como el símbolo, prueba y objetivación de la glorificación del Cristo”. “La resurrección de Jesús es, en realidad, la resurrección de esa fe en él que sus discípulos habían tenido durante su ministerio”. De ahí que, lo que fue originalmente una experiencia visionaria asumiese el carácter de historia. Rudolf Bultmann dijo algo similar en su famoso ensayo, “El Nuevo Testamento y la mitología” cuando escribió: “La resurrección en sí misma no es un acontecimiento de la historia pasada. No es nada más que la resurrección de la fe en la resurrección del Señor … La fe en la resurrección es realmente la misma cosa que la fe en la eficacia salvífica de la cruz”

¿Cómo y por qué llegó Jesús a ser Dios?

Ahora regresemos a nuestro tema. Primero mostré, basado en el material bíblico, que Jesús se convirtió en el Cristo a través de una serie de pasos mentales en el desarrollo del pensamiento de los cristianos del primer siglo, en la medida en que comenzaron a evaluar lo que él significaba para ellos en términos cada vez más elevados. El proceso por el que Jesús se convirtió en Dios no es un acontecimiento que le sucediera a Jesús sino un cambio en el desarrollo del pensamiento humano.

Luego regresé al surgimiento de la Fe Pascual para mostrar que también debe ser entendida subjetivamente, más que como historia objetiva. La Fe Pascual surgió parcialmente de la influencia e impacto continuado que Jesús suscitó sobre aquellos que lo conocieron, y parcialmente de la devastadora experiencia que tuvieron con su muerte.

El proceso de pensamiento religioso por el que Jesús se convirtió en el Cristo, como se muestra en el Nuevo Testamento, no se detuvo ahí, sino que continuó en el periodo postbíblico. Pues incluso a finales del primer siglo, el pensamiento de los seguidores de Jesús distaba mucho de lo que llegaría a conocerse como la enseñanza cristiana, tal como la proclamó el Concilio de Calcedonia en el año 451 ec.

Si bien ya, como lo reconoce claramente el Nuevo Testamento mismo, una ruptura comenzaba emerger como resultado de la rapidez con que se desarrollaba el pensamiento sobre Jesús. Se trata de la ruptura entre la primera generación de cristianos –los cristianos judíos– y la rápidamente creciente iglesia cristiana gentil diseminada por Pablo.

Los cristianos judíos, dirigidos por Santiago y Pedro (al menos al principio), todavía veía a Jesús a través de ojos judíos. En su visión Jesús siempre fue completamente humano como ellos. Cumplió el papel del Mesías pero no fue divino él mismo. Los cristianos judíos rechazaron las historias tardías sobre el Nacimiento Virginal y la doctrina de la Encarnación. En la Epístola de Santiago podemos tener el mejor ejemplo de su pensamiento. Fueron expulsados por los romanos de Jerusalén –su centro– junto con los judíos, y se establecieron a través del Jordán, en Pella. Fueron rechazados por los judíos debido a su lealtad a Jesús, y desairados y relegados como heréticos por los cristianos gentiles. No se escucha más de ellos después del siglo quinto.

Fue el cristianismo gentil, conformado por Pablo, el que se convirtió en la forma clásica del cristianismo. Los cristianos gentiles veían a Jesús con ojos cada vez más griegos. Incluso Pablo, aunque se vanagloriaba de ser judío, era un judío bastante helenístico. El Nuevo Testamento refleja principalmente su pensamiento, y el de la iglesia cristiana gentil, y tiende a esconder de la vista los restos del pensamiento de la iglesia judía primitiva.

La mente gentil no tenía problemas para considerar divino a Jesús. Lo veían como el Hijo de Dios por excelencia –el único Hijo de Dios. No tenían ninguna expectativa sobre la llegada de un Mesías, a diferencia de los judíos, así que la palabra el ‘Cristo’ (que traducía la palabra ‘Mesías’ al griego) terminó siendo usada como nombre propio. Jesús el Mesías se convirtió en Jesucristo, o simplemente, Cristo. Desde luego, el problema pronto fue, no cómo demostrar la divinidad de Jesús, sino cómo defender su humanidad. El ala gnóstica del movimiento cristiano sostenía que Jesús solo aparentó ser un hombre, pero que en realidad había sido completamente Dios todo el tiempo.

En su lucha por mantener simultáneamente ambas naturalezas de Jesús: la completamente humana y la completamente divina, la iglesia atravesó por una serie de controversias teológicas. Varias soluciones fueron rechazadas, la mayoría como herejías. Al principio, la iglesia trató de establecer cómo Jesús se relacionaba con Dios el Creador. La doctrina de la Santísima Trinidad fue el resultado, y Jesús fue retratado como la encarnación de la Segunda Persona de la Trinidad. Entonces la iglesia tuvo que arreglárselas para explicar cómo la naturaleza humana y divina podrían estar unidas en un único personaje histórico. El debate nunca fue universalmente resuelto. Aquellos que no aceptaron los hallazgos de los concilios ecuménicos fueron simplemente excomulgados del cuerpo principal. Así fue como los nestorianos (que afirmaban las dos naturalezas) y las iglesias cópticas (que afirmaban una naturaleza) llegaron a separarse del cuerpo principal.

Lo que llegó a ser la ortodoxia cristiana fue la siguiente fórmula a la que se llegó en el Concilio de Calcedonia, en el año 451 ec. Podría verse como el resultado final del proceso por el que Jesús se convirtió en Dios.

Siguiendo, pues, a los Santos Padres, todos a una voz enseñamos que ha de confesarse a uno solo y el mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el mismo perfecto en la divinidad y el mismo perfecto en la humanidad, Dios verdaderamente, y el mismo verdaderamente hombre de alma racional y de cuerpo, consustancial con el Padre en cuanto a la divinidad, y el mismo consustancial con nosotros en cuanto a la humanidad, semejante en todo a nosotros, menos en el pecado; engendrado del Padre antes de los siglos en cuanto a la divinidad, y el mismo, en los últimos días, por nosotros y por nuestra salvación, engendrado de María Virgen, madre de Dios, en cuanto a la humanidad; que se ha de reconocer a uno solo y el mismo Cristo Hijo Señor unigénito en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación, en modo alguno borrada la diferencia de naturalezas por causa de la unión, sino conservando, más bien, cada naturaleza su propiedad y concurriendo en una sola persona y en una sola hipóstasis, no partido o dividido en dos personas, sino uno solo y el mismo Hijo unigénito, Dios Verbo Señor Jesucristo, como de antiguo acerca de Él nos enseñaron los profetas, y el mismo Jesucristo, y nos lo ha trasmitido el Símbolo de los Padres.”

Hoy, esta declaración de la ortodoxia cristiana, compuesta con base en conceptos griegos que nos son extraños se ha vuelto algo casi absurdo. La mayoría de los cristianos tradicionales de hoy probablemente ni siquiera han oído esta declaración, ya no digamos que la entiendan. Desde luego, parece una sospecha válida que si uno le pidiera al feligrés promedio que explicara qué quiere decir que Jesús es divino, es muy probable que se alineara, sin darse cuenta, con alguna de las antiguas herejías, más que con la ortodoxia.

El tiempo estaba maduro para deconstruir la afirmación de Jesús como el Unigénito Hijo de Dios. Reimarus (1694–1768) inició el proceso. Pasos significativos en el proceso fueron dados por David Strauss (1808–1874), Albert Schweitzer (1875–1965), y Rudolf Bultmann (1884–1976). Más recientemente el proceso de deconstrucción de la glorificación de Jesús y de recuperación de la figura humana histórica detrás del proceso ha sido emprendido por el grupo académico interdisciplinario: Jesus Seminar.

Obras citadas

  • Bultmann, Rudolf. «New Testament and Mythology.» Kerygma and Dogma. Ed. Hans Werner Bartsch. London: SPCK, 1960.
  • Goguel, Maurice. The Birth of Christianity. London, 1953.

Este documento se puede descargar gratuitamente (previo registro) en versión PDF imprimible de 12 páginas del siguiente enlace:

¿Cómo llegó Jesús a ser Dios –y por qué?

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Lloyd Geering es una figura pública de considerable renombre en Nueva Zelanda, donde recibe múltiples peticiones como conferencista y comentarista sobre religión y materias relacionadas, tanto en TV, como en radio. En 1966 publicó un artículo “La resurrección de Jesús” y, en 1967, otro sobre “La inmortalidad del alma”, que conjuntamente desataron una polémica pública, la controversia pública concluyó con una acusación, ante la Iglesia Presbiteriana de Nueva Zelanda –de la que es un ministro ordenado–, de error doctrinal y de perturbar la paz de la iglesia. Luego de un proceso televisado de dos días, la asamblea juzgó que no se probó error doctrinal alguno, los cargos fueron desestimados y el caso se cerró. Es miembro del Jesus Seminar.

Lloyd Geering es autor de diferentes libros: Tomorrow’s God (El Dios del mañana), The World to Come: From Christian Past to Global Future (El mundo por venir: desde el pasado cristiano al futuro global), y Christian Faith at the Crossroads: A Map of Modern Religious History (La fe cristiana en la encrucijada: Un mapa de la historia religiosa moderna), Christianity without God (Cristianismo sin Dios).

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El Jesus Seminar es un equipo de investigación formado por unos setenta estudiosos del Nuevo Testamento fundado en 1985 por Robert Walter Funk, cuyo propósito es reconstruir la biografía de Jesús de Nazaret. Su trabajo se basa en una metodología triple: la antropología social, el análisis histórico y la hermenéutica textual. Este seminario se considera desvinculado de cualquier corriente religiosa o filosófica y tiene su sede en Sonoma (California). Está dirigido por John Dominic Crossan y Robert W. Funk. Publican sus conclusiones en la revista Foundations and Facets Forum.

El trabajo del Jesus Seminar se inserta en lo que se llama la Tercera búsqueda del Jesús histórico.

Presentación del Jesus Seminar según el prestigioso sitio de diálogo e investigación interreligioso ReligiousTolerance.org, (en inglés en el original):

http://www.religioustolerance.org/chr_jsem.htm

El Jesus Seminar es un grupo de teólogos académicos que estudian los escritos cristianos de los siglos I a III ec, desde una perspectiva religiosa liberal. Está compuesto por integrantes que con formación y/o afiliación «protestante, católicos romanos, judíos e independientes« . Su objetivo inicial fue determinar lo que Jesús habría realmente dicho. Su segundo objetivo fue describir lo que Jesús habría realmente hecho.

En el pasado, los académicos, tanto liberales, como no-especialmente etiquetados, han dado conferencias, y escrito artículos en revistas especializadas, asistido a conferencias y debatido entre ellos. Así han formado a generaciones de estudiantes de teología y ministerio con un enfoque meramente académico, o una visión liberal. Sin embargo, sus conclusiones raramente habían alcanzado al gran público, como es la meta de los participantes del Jesus Seminar.

http://www.westarinstitute.org/Jesus_Seminar/jesus_seminar.html

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Notas adicionales:

1 Un ejemplo para entender la importancia del Jesús histórico, lo podemos tomar del Evangelio de Marcos, que relata la tradición ciertamente histórica del «secreto mesiánico». Esta tradición pertenece ciertamente al Jesús de la historia [por contraposición al Jesús teológico]. El sentido del «secreto mesiánico», es que Jesús no quiere ser el centro de su actividad, sino que quiere que el centro de todo sea el Reino de Dios. Son los demonios los que identifican a Jesús como Mesías. Jesús los manda callar. El Reino en todos los sinópticos se identifica con la vida del pueblo pobre (el Reino llega cuando los enfermos son sanados de sus enfermedades y los demonios son expulsados).

También hoy en el diálogo con las religiones debemos mantener el secreto mesiánico y tomar como referencia fundamental el Reino de Dios. Superar el cristo-centrismo, propio de la teología posterior al Jesús de la historia y dialogar sobre la vida en el Tercer Mundo como voluntad de Dios. Desde el punto de partida del «secreto mesiánico» no podemos partir de un cristo-centrismo sino de un biocentrismo, en la perspectiva del Reino de Dios.

Pablo Richard, El Jesús histórico y los 4 Evangelios: Memoria, credo y canon para una reforma de la Iglesia, http://www.proconcil.org/document/Richard%201.htm

2 Después de esto, Jesús y sus discípulos fueron a las aldeas de la región de Cesarea de Filipo. En el camino, Jesús preguntó a sus discípulos:

–¿Quién dice la gente que soy yo?

Ellos contestaron:

Algunos dicen que eres Juan el Bautista, otros dicen que eres Elías, y otros dicen que eres uno de los profetas.

–Y ustedes, ¿quién dicen que soy? –les preguntó.

Pedro le respondió:

–Tú eres el Mesías.

Pero Jesús les ordenó que no hablaran de él a nadie. (DHH)

3 Wilhelm Wrede. Escriturista protestante de formación racionalista. N. en Bücken el 10 mayo 1859; 1887-89 pastor; 1891 docente en Gotinga; 1893 profesor extraordinario en Breslau; 1896, prof. ordinario allí mismo; m. el 23 nov. 1906.

W. afirmó que los Evangelios no son primordialmente biografías históricas sino una expresión de la fe de la comunidad. Según él, los discípulos no reconocieron la mesianidad de Jesús hasta después de su muerte: la fe en la dignidad mesiánica de Cristo, dice, brotó de la vivencia de las apariciones pascuales. Los Evangelios, concluye, fueron escritos bajo el prisma de esa fe, de manera que la imagen de Jesús experimentó una transformación en la mente de sus discípulos en virtud de las vivencias pascuales. y esa nueva imagen es la reflejada en los escritos neotestamentarios. W. sostiene incluso que S. Pablo, al que atribuye una concepción completa sobre Cristo que sería anterior a su conocimiento de los relatos sobre el Jesús histórico, habría sido el creador del dogma cristiano. W. es un precursor de la historia de las formas y de las tendencias que postulan una primacía de la fe sobre la historia en los relatos del N. T. Raúl Gabás http://www.canalsocial.net/GER/ficha_GER.asp?id=3434&cat=biografiasuelta

4 David Friedrich Strauss (Ludwigsburg, 27 de enero de 18088 de febrero de 1874). Teólogo alemán. Discípulo de Georg Wilhelm Friedrich Hegel y Ferdinand Christian Baur. Contribuyó, desde el racionalismo alemán tardío, al movimiento de la antigua búsqueda del Jesús histórico iniciado por Hermann Samuel Reimarus

En su obra: Das Leben Jesu, kritisch bearbeitet (1835-1836), plantea la idea de que los evangelios son relatos míticos, al contener elementos que no pueden explicarse racionalmente. Pero no surgen desde la necesidad de falsificación, como exponía Reimarus, sino para expresar desde una mentalidad precientífica y prefilosófica, ideas teológicas en estilo narrativo. Por tanto, han de considerarse libros de teología y de fe, sin ningún valor histórico. Esta mitificación aparece ya en los evangelios sinópticos más antiguos, que según Strauss son los de Mateo y Lucas, y también en el de Marcos.

El fenómeno de mitificación, según Strauss, es máximo en el Evangelio según san Juan, que a partir de las aportaciones de Strauss es rechazado como fuente de acceso al Jesús histórico. http://es.wikipedia.org/wiki/David_Friedrich_Strauss

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Las cuatro caras de Jesús (V.2004)

6. abril. 2009

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Revdo. Dr. Davidson Loehr, 23 de mayo de 2004, Primera Iglesia Unitaria Universalista de Austin, Texas, (Trad. Fco. J. Lagunes G.)

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Plegaria

Oramos, no a algo, sino desde algo a lo que debemos dar voz;
no para desentendernos de nuestra vida, sino para enfocarla;
no para renunciar a nuestra mente, sino para restaurar nuestra alma.

Oramos por poder vivir con honestidad:
para que podamos aceptar quiénes somos,
y admitir quiénes no somos;
para que no nos ensordezcan el orgullo y el miedo,
y no ignoremos el suave susurro de la vocecilla dentro de nosotros,
que podría conducirnos hacia fuera de la oscuridad.

Oramos para que podamos vivir con confianza y apertura:
hacia aquellas personas, aquellas experiencias, y aquellas transformaciones
que pueden salvarnos de la estrechez de miras y la desesperación.

Y oramos a favor de estas esperanzas
con el corazón abierto, el alma honesta
y una reverencia agradecida por la vida que nos ha sido dada.

Amén.

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Sermón: Las cuatro caras de Jesús


Relato: El mago

Era un tiempo de luchas terribles. Por todas partes, la gente estaba dividida en grupos separados, como pequeños clubes. Y en todas partes peleaban contra toda la gente que no estaba en su pequeño club.

Todos decían que odiaban el enfrentamiento, desde luego. Pero todos sabían que solamente la gente en su pequeño club tenía realmente la razón. Y dado que tantos otros estaban equivocados bueno, todos ellos rezaban para que Dios les diera la victoria sobre los demás, y así terminara la lucha. Pero mientras tanto, era una época de enfrentamientos terribles.

Un día, un joven mago vino a esta región. Él no parecía pertenecer a ninguno de sus clubes, pero era un maravilloso mago y realizó algunos trucos sorprendentes. Tenía en él esa clase de ‘cualidad estelar’ que atraía a la gente. Mucha gente amaba mirarlo, aunque no les interesaba gran cosa escucharlo, debido a las cosas que les decía.

Lo que les dijo fue que si no estuvieran divididos en tantos clubes, no habría tanto enfrentamiento. Sus clubes, les dijo, eran la causa de sus guerras.

Para la gente, esta era la cosa más estúpida que nunca habían oído. Sus pequeños clubes les daban una minúscula área de paz y amistad entre gente como ellos mismos, en un mundo de otra manera hostil. A ellos les gustaban sus clubes. Así que casi nunca escucharon cuanto el mago trató de enseñarles. Pero amaban su magia, así que siguieron yendo a verlo y comenzaron a contarse historias sobre lo grandioso que era como mago.

Años después, luego de la muerte del joven mago, una cosa chistosa sucedió, aunque no le hubiera parecido graciosa al mago. La gente formó un nuevo club. Y para estar en este nuevo club, tenías que creer todos los relatos que ellos contaban sobre el joven mago. Incluso hicieron imágenes y esculturas de él, que exhibían en sus lugares de reunión, para que la gente pudiera recordar cuán grande había sido.

El club llegó a ser popular y pronto tuvo miles de miembros. Antes de que pasara mucho tiempo, se hicieron incluso con un ejército.

Fue entonces cuando finalmente decidieron que podrían usar su ejército para terminar la lucha de una vez por todas. Sus sacerdotes y generales acudieron a sus lugares de reunión —que se habían convertido en iglesias— e hicieron como que hablaban a las imágenes y estatuas del mago muerto, como pidiéndoles su bendición. Después de todo, ¿no había hablado siempre el joven mago de traer la paz?

Fueron a la guerra. Fue una guerra larga, y mucha gente murió o resultó herida. Pero su ejército era mayor y ganaron. Obligaron a mucha, mucha gente a hacerse parte de su club, debido a que querían que entraran en razón —es tan importante estar en lo correcto.

Luego de las batallas, sus sacerdotes y generales fueron a la iglesia a dar las gracias. Se pararon frente a las imágenes y esculturas del mago muerto, y le contaron su orgullosa historia de la batalla victoriosa.

Entonces sucedió el milagro. Justo cuando todos los sacerdotes y generales miraban las estatuas y les hablaban de sus guerras victoriosas, todas las imágenes y estatuas empezaron a llorar…

El jóven mago, por supuesto, era Jesús.

sanador

Tiene riesgos despojar a un hombre como Jesús de su aureola y preguntarse qué clase de hombre fue, y qué tan sabias fueron realmente sus enseñanzas. Esto ofende a la imagen popular de Jesús, sentimental y soñadora, como el Hijo de Dios y salvador sobrenatural de la raza humana. Desde hace ya más de dos siglos, los estudiosos han sabido que aquellos eran atributos míticos inventados por sus seguidores mucho tiempo después de su muerte y que el Jesús real fue 100% humano —dado que esta es la única categoría que existe para nosotros. Llamarlo ‘Hijo del Hombre‘, en el sentido de ‘Hijo de Dios’ era una expresión poética, no una afirmación biológica, ni sobre su genética. No nos agradaría vivir en un mundo construido de tal manera que la gente pudiera recibir la mitad de sus cromosomas de un humano y la otra mitad de un dios celeste, sin duda esto tampoco habría complacido a sus contemporáneos.

Quiero respetar la verdad sin rendir culto al mito esta mañana, por medio de la sugerencia de que este hombre, Jesús, tuvo por lo menos cuatro diferentes aspectos, o ‘caras’. Un aspecto fue inútil, un segundo —el más ‘mágico’— fue real, pero no sobrenatural. Un tercero simplemente erróneo. Y entonces está la cuarta cara de Jesús, que aún hoy parece mirar dentro de nuestras almas con incómoda precisión.


diogenes
1. Jesús como pensador cínico itinerante

La primera cara de Jesús se refiere a su estilo de vida, a sus valores personales, la clase de modelo a imitar que él habría sido. Esta es la dimensión de Jesús que apenas ha sido discutida, debido a que es tan estrafalaria. Por ejemplo, trata de recordar cuántos sermones has escuchado predicar sobre estas citas atribuidas a Jesús:

  • «Quien no reniegue de su padre y de su madre, no podrá hacerse estudiante mío. Y quien no rechace a sus hermanos y a sus hermanas… no está listo para mí» (Evangelio de Tomás, Logion 55, siguiendo la versión dinámica de Lynn Bauman) —¡No es precisamente un texto para un sermón convencional sobre ‘valores familiares’!

  • En otra ocasión, una mujer de la multitud, en voz alta, dijo a Jesús, «Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron». Era esta una manera convencional de hacer un cumplido a la madre a través del hijo, algo así como decir, «Tu madre debe estar muy orgullosa de ti». Pero Jesús replicó así: «Dichosos más bien los que escuchan la enseñanza de Dios y la ponen en práctica» (Evangelio Q en Lucas 11:27-28) —¡Otro mal texto para el día de las madres!

  • Y la última cita que es la más extrema y la más famosa. Viene del Evangelio de Lucas. En el que Jesús dice «¿Creen ustedes que he venido a traer paz a la tierra? Les digo que no, sino división. Porque de hoy en adelante, cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres. El padre estará contra su hijo y el hijo contra su padre; la madre contra su hija y la hija contra su madre; la suegra contra su nuera y la nuera contra su suegra.» (Evangelio Q en Lucas 12: 51-53) —¡Nunca se escucha a la derecha cristiana predicar este fragmento tampoco!

Estos dichos no se corresponden con la imagen tradicional del Jesús dulce que habría predicado valores familiares, así que casi nunca son mencionados. Nos muestran algunos de los valores personales de Jesús y de su estilo de vida, aunque lo hacen parecer muy extraño y ajeno, por no decir fastidioso. Porque la mayoría de los estilos de vida que Jesús ejemplificó nunca han tenido muchos seguidores.

Este es el perfil de alguien en el margen de cualquier cultura, en cualquier época. Los estudiosos reconocen este perfil, no obstante. Era un estilo marginal pero bien conocido de vivir en el mundo antiguo. Desde cerca del cuarto siglo AEC (antes de la era común), hasta aproximadamente el siglo sexto EC (de la era común), había un nombre para este estilo de vida ejemplificado por Jesús. Estos personajes fueron llamados los ‘cínicos’[1].

Algunos estudiosos consideran a Jesús un ‘pensador cínico itinerante’. El nombre en sí mismo es desdeñoso, fue dado a los ‘cínicos’ por sus detractores (de esa forma se originaron muchos nombres). Viene de la palabra griega para ‘perro’, y quería decir que los cínicos vivían como perros. No tenían casa, ni propiedad, ni consortes, ni un círculo fijo de amigos, ni trabajo, ni amor por la sociedad en la que vivieron. Los cínicos no ofrecieron una reforma de la sociedad, tanto como ofrecieron una alternativa a la sociedad.

Los mejores de entre los cínicos fueron críticos sociales astutos: fueron una especie de versiones seculares de los profetas del Antiguo Testamento, manteniéndose por fuera del orden de cosas aceptado, mientras trataban de subvertirlo.

Alguien que pudiera vivir una vida de esta manera tenía que estar, entre otras cosas, extremadamente enfocado y dedicado a su visión particular. Para el cínico más famoso de la historia, Diógenes[2] de Sínope (404AEC-323AEC) , la visión fue una de autonomía personal, de libertad de las exigencias innecesarias de la sociedad. Un viejo relato lo ilustra:

«El mensajero del rey llegó a ver a Diógenes, quien estaba sentado en cuclillas en la calle para comer un simple plato de lentejas. ‘El rey lo invita a vivir en su castillo’, dijo el mensajero, ‘y a ser uno de sus asesores en la corte’.

«‘¿Y por qué debiera hacerlo?’, preguntó Diógenes.

«‘Bueno, por una cosa’, dijo el mensajero, ‘si aprendiera a ganarse el favor del rey, no tendría que comer lentejas’.

«‘Y qué si uno aprende a disfrutar las lentejas’, replicó Diógenes, ‘así no tendría que aprender a ganarse el favor del rey'».

El mensaje de los cínicos fue siempre extremo, y estuvieron dispuestos a sacrificarlo todo por él. Más aún, siempre se mostraron convencidos de que todos los demás estarían mejor también si abandonaran la visión de la vida prevaleciente en la sociedad y adoptaran su visión cínica. Su mensaje fue para individuos. No pertenecieron, ni se ocuparon de una comunidad real. No fueron reformadores sociales. Pensaron que la sociedad estaba fundamentalmente equivocada, y que la gente debería ‘ponerse en onda, prenderse y desertarse’ para recuperar el famoso lema de los años ‘jipitecas’ (jipis, o hippies).

Jesús cuadra muy bien dentro de esta concepción del pensador cínico. No tenía hogar, propiedad o trabajo. No daba por buenas las imágenes aceptadas de ‘la buena vida’ o las expectativas normales que sobre la gente se tenían en una sociedad civilizada —las reglas culturales y religiosas que daban a la gente sus identidades sociales, por ejemplo. Su visión del «Reinado de Dios» era, para Jesús, la única cosa digna de vivir por ella. Sus parábolas presentaron al ‘Reinado’ de esta forma extrema, una y otra vez. Era una «perla de gran valor», un «tesoro enterrado en el campo» por el que el afortunado descubridor lo venderá todo.

Lo que debe notarse sobre los cínicos, incluido Jesús, es que su mensaje nunca es fácilmente escuchado, o seguido, excepto por personas extremadamente marginales —otros cínicos. Los esposos, esposas, niños, el gozo del trabajo, hacer una contribución a la sociedad, el nacionalismo, el orgullo de identidad étnica o religiosa —todo esto no era nada para los cínicos en comparación con su singular visión. En el caso de Jesús, su familia entera fue tratada como si no contara nada en comparación del «Reinado de Dios». Esto no convirtió a Jesús en excepcionalmente frío, insolidario, o indiferente, simplemente lo identifica como uno de los grandes cínicos de la historia —y un pensador cuya visión era, a veces, demasiado extrema para resultar útil, o sabia, para la abrumadora mayoría de la gente que ha vivido jamás, entonces o ahora.

Así que la primera cara de Jesús fue la de un estilo de vida cínico. Constituyó una gran parte de quién fue él y de lo que valoró. Para casi todos en la historia, excepto para los cínicos, sin embargo, este no fue un camino sabio a seguir, sino una inútil aberración [= grave error del entendimiento, que se aparta de lo lícito].

solmanos
2. Jesús, el sanador por la fe

Prácticamente todos los estudiosos bíblicos están de acuerdo en que Jesús fue un hombre con un gran carisma y una señalada habilidad para lo que hoy llamaríamos ‘sanación ritual‘. Aunque casi todos los estudiosos aceptan que los relatos fueron grandemente exagerados, y que las escenas como ‘caminar sobre el agua’, levantar a Lázaro de entre los muertos, o alimentar a 5,000 personas con unos pocos pescados, son todos mitologización cristiana, el hecho duro sigue siendo que Jesús fue fundamentalmente conocido, en su tiempo y en los primeros siglos, como un curandero de gran talento. Era este poder casi mágico lo que realmente atrajo gente hacia él, aun cuando no entendían, o no querían escuchar, las cosas que él quería enseñar. Sus seguidores también compartieron este poder curativo, aunque no en la misma medida en que lo tenía Jesús.

Sin intención de desacreditar, hay que hacer notar que esta clase de poder carismático no implica necesariamente que el curandero sea bueno, o sabio. Todavía hay muchos curanderos hoy en día, desde Oral Roberts (1918-), hasta Bennie Han. Además, el principio de la curación por la fe está detrás de los placebos —esas píldoras de azúcar que muchas veces pueden hacer desaparecer tus síntomas, si crees que pueden hacerlo. Es fácil pensar en algunas otras figuras históricas que también tuvieron un carisma inmenso y un gran poder personal sobre la gente, pero que no fueron sabios, o que incluso fueron malvados. Rasputin (1869-1916), Hitler (1889-1945), Jim Jones (1931-1978), Marshall Applewhite (1931-1997), y David Koresh[3] (1959-1993) son ejemplos que me vienen rápidamente a la mente. No todos los sabios son magos, ni todos los magos sabios. Aún así, Jesús fue uno de los curanderos rituales más brillantes de la historia.

comunidad


3. El joven idealista sin el concepto de ‘Sangha

La tercera cara de Jesús muestra un límite severo de su visión, uno que casi sin duda lo habría relegado al basurero de la historia, de no ser por las contribuciones de San Pablo. Esta afirmación por sí sola es suficiente para perturbar o enfurecer a muchos que aman a Jesús y no pueden soportar a Pablo.

La enseñanza ética que más se asocia con Jesús es la Regla de Oro [«Así pues, hagan ustedes con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes; porque en eso se resumen la ley y los profetas.» Mt 7.12]. Aunque se afirma que Jesús dijo que el significado de la Regla de Oro es «Trata a los otros como quisieras que te trataran», por más de 20 siglos se ha dado por hecho que la Regla de Oro para Jesús también sería equivalente a otro de sus dichos: «Si alguien te pega en una mejilla, ofrécele también la otra…» Lucas 6.29. Algunas sectas cristianas radicales, como el grupo cátaro de la Francia del siglo XIV, o los menonitas de la Alemania del siglo XVI, tomaron esto literalmente y se rehusaron completamente a resistir la violencia de otros. Esto condujo a la matanza de miles o decenas de miles de cátaros, y al exterminio de la mayor parte de la primera generación de menonitas [y otros anabaptistas].

No era una enseñanza nueva. Había estado presente por ahí por lo menos 500 años antes de la llegada de Jesús. Sabemos esto porque tenemos el relato de uno de los seguidores de Confucio (551 AEC-479AEC) que le preguntó —cinco siglos antes— qué es lo que pensaba de la idea de retribuir al mal con el perdón. Confucio pensaba que era una idea estúpida. «¿Con qué entonces [preguntó Confucio] retribuirías la bondad?» En cambio, Confucio enseño que debemos retribuir al mal con la justicia, y retribuir al bien con el bien. Confucio vivió para llegar a ser mucho más viejo de lo que Jesús vivió; tal vez esta solo sea una muestra de la gran sabiduría de un hombre mucho más viejo.

Otros dicen que si quieres ver un lugar en el que la gente ha llevado a la práctica en su vida la regla de poner la otra mejilla, ve a un refugio para mujeres golpeadas. Fue una enseñanza muy idealista, pero no una enseñanza sabia, a menos que estés en una comunidad en la que todos sean tratados con respeto.

Y esa es la segunda y más importante limitación de las enseñanzas de Jesús. Todas sus enseñanzas fueron dirigidas hacia individuos. No vino a reformar el judaísmo; no vino a iniciar una nueva religión, ni a fundar una nueva iglesia. No tenía casa, ni trabajo, ni comunidad y nunca planteó en sus enseñanzas la necesidad de una comunidad saludable.

Una mirada rápida al budismo puede ayudar a entender lo que Jesús omitió. Los budistas dicen que debes contar con tres cosas para llegar a despertar, a alcanzar la iluminación. Debes tener [algo como las 3 joyas del budismo:] buddha, dharma, y sangha[4]. Buddha significa un centro, una fuente de autoridad e inspiración. Dharma significa el trabajo personal que debes hacer. Jesús, podría decirse, enseño que debías tener Dios y dharma: debes vivir como Dios quiere que vivas. Pero no tuvo ninguna palabra sobre la sangha. La sangha es la comunidad apoyadora dedicada a servir estos altos ideales, como una buena iglesia. Y los budistas tienen razón: no parece probable que logremos el crecimiento y el despertar que necesitamos por nosotros mismos. Necesitamos una comunidad que nos brinde apoyo, una comunidad de fe, una iglesia. Jesús nunca mencionó esto.

Es irónico —especialmente para la gente a la que le agrada Jesús, aunque le desagrada Pablo— pero el interés por la comunidad fue lo que Pablo aportó, con lo que hizo posible la creación de una religión a partir de los recuerdos, mitos y enseñanzas de Jesús. Sin Pablo, Jesús sería tan solo otro maestro que destacó los deberes individuales, pero que omitió discutir la necesidad de ser parte de una comunidad de fe.

exclusion-social


4. El subversivo de las identidades artificiales

Es difícil saber cómo llamar a esta cuarta cara de Jesús. Como los estudiosos bíblicos saben, la principal preocupación de Jesús era lo que llamó el Reinado de Dios. Lo que Jesús entendió por Reinado de Dios fue fundamentalmente diferente de lo que la mayoría de los cristianos han entendido por esta frase. Entendido propiamente, fue la enseñanza más radical de Jesús. Fue también la más profunda y perdurable, y es su cuarta «cara».

La frase ‘Reinado de Dios‘ no fue exclusiva de Jesús. Era una frase popular en los primeros dos siglos, usada por mucha gente. Significaba el mundo ideal, la clase de mundo que podría brindar la mayor compasión y justicia. Juan el Bautista, quien fue maestro de Jesús, dijo que el mundo había ido demasiado lejos para ser salvado, que deberíamos esperar a que Dios lo destruyera todo y volver a empezar con la clase apropiada de personas —aquellos que creyeran lo que Juan el Bautista creía.

Luego de que Juan el Bautista fue asesinado y de que no llegó el fin del mundo, Jesús emergió como líder carismático, y muchos de los seguidores de Juan empezaron a seguirlo. Pero el mensaje de Jesús era muy diferente. El «reino» de Juan sería sobrenatural; para Jesús, el reinado de Dios era existencial, aquí y ahora, no en un mundo por venir.

Para Jesús, el Reinado de Dios nes algo que vendría a la sazón. Ya estaba aquí, al menos potencialmente, dentro y entre nosotros. O como lo dijo él mismo en otro lugar: el reino está extendido sobre la tierra, y la gente no lo ve [Evangelio de Tomás, Logion 113: «Sus discípulos le dicen: ¿Cuándo vendrá la soberanía? || (Yeshúa dice:) No vendrá por expectativa. No dirán, “¡Miren aquí!” o “¡Miren allá!”. Sino que la soberanía del Padre se extiende sobre la tierra y los humanos no la perciben.» ; Lucas 17.20-21].

¿Cómo renovar un mundo hostil? Esta ha sido casi siempre la pregunta que enfrentamos. Para Juan el Bautista, así como para muchos predicadores apocalípticos[5] de hoy, debemos esperar a Dios para actuar. Para Jesús, Dios esperaba que actuáramos. Y actuamos, creamos el Reinado de Dios, o el mejor mundo posible, simplemente al tratar a otros como nuestros hermanos y hermanas, como hijos de Dios. Lo que Jesús hizo fue atacar y subvertir las identidades excluyentes, identidades que nos hacen sentir especiales o ‘escogidos’ al precio de dejar a los otros en una situación como de segunda clase.

Esto suena agradable y dulce, sin embargo, es una cosa peligrosa de enseñar. Por ejemplo, las leyes de alimentación de los judíos los separan de sus vecinos. Así que las instrucciones de Jesús a sus seguidores fueron que comieran lo que les sirvieran: puerco, mariscos, cabras, cualquier cosa que sirviera el anfitrión. Los judíos odiaban a los samaritanos, con cuyo reino limitaban al norte, más de lo que odiaban a casi cualquiera. Así que Jesús contó una historia sobre un judío golpeado que yacía a un lado de la carretera, cuando pasaron unos sacerdotes judíos a su lado, y la única persona que lo socorrió fue un samaritano. Durante sus principales días santos, los judíos solo comían pan ácimo (sin levadura). Así que Jesús dijo que el reino de Dios es como la levadura que pones en la masa para expandirla. Una y otra vez, él desdeñó las identidades artificiales que nos separan de los demás. Sólo había una identidad posible para nosotros en el Reino de Dios: tratarnos mutuamente como hermanas y hermanos.

¿Ves todo lo subversivo que resulta esto? Este es un mensaje que podría amenazar cualquier forma de gobierno, todas las ideologías, y todas las identidades religiosas y raciales. El mundo está en un caos, hemos perdido un centro compartido, así que creamos cientos de centros artificiales, o ‘clubes’, de los que obtenemos nuestras identidades. El problema es que son demasiado pequeñas, todas excluyen a quienes creen o viven de manera diferente a nosotros, y por ello son precisamente las estructuras que mantienen al mundo como un lugar hostil.

Hoy en día, su mensaje podría ser ¡Dejen de unirse a clubes! Dejen de identificarse con su nación, su raza, su religión, o su sexo. Todas estas identidades son finalmente divisivas y hacen así imposible un mundo pacífico. ¿Quieres un reinado de Dios? ¿Quieres un mundo de paz y justicia? Está en tus manos y sólo en tus manos. Te ha sido dado todo lo que necesitas, ahora es tiempo de actuar.

Este es un mensaje que todavía haría que mataran al mensajero que lo portara, casi en cualquier parte del mundo. Imagina haber ido a Irlanda del Norte, hace algunos años, a decirles a los combatientes que ninguno de sus bandos era cristiano, que ambos eran agentes del mal, y que debían dejar de pensarse a sí mismos como protestantes y católicos, porque tales identidades serían ellas mismas el problema. La única cosa en la que ambos bandos habrían estado de acuerdo sería en lincharte colgándote del árbol más cercano.

Imagina intentar vender el mensaje a los judíos y palestinos, y decirles que la única forma de parar la lucha asesina es dejar de pensarse a sí mismos meramente como judíos y palestinos, y comenzar a verse mutuamente como hermanos y hermanas, como hijos de Dios. ¡Te dispararían!

No quiero sugerir que Jesús fuera la única persona en la historia en contemplar esta visión de un mundo que sigue mezquino y hostil debido a nuestras identidades artificiales y nuestros impulsos territoriales. Puedes encontrar esta idea de que todos somos hermanos y hermanas en muchas religiones y culturas. También la encuentras en culturas que nunca tuvieron contacto directo con la civilización occidental. Recuerda estas líneas del hombre de medicina Lakota Siux, Alce Negro:

«Y vi que ese aro sagrado de mi pueblo era uno de muchos aros que formaban un círculo, amplio como la luz del día y la luz de las estrellas. Y en el centro creció un poderoso árbol floreciente para resguardar a todos los hijos de una madre y un padre. Y vi que era
bendito».

Estas cosas no son verdad porque las hayan dicho Jesús, Alce Negro u otros. Son verdaderas porque ellos han atisbado la esencia de lo que significa ser humanos, con una claridad que poca gente en la historia había logrado jamás. No conozco ninguna forma de alegar contra esta noción precisa. Parece honda, profunda y eternamente correcta. Nuestras tendencias humanas o animales a crear identidades artificiales para nosotros mismos son el pecado original de nuestra especie. Nos sentimos mayores y más merecedores de consideración como parte de una familia, una nación, una raza, una cultura. Así que naturalmente nos unimos a pequeños clubes y ondeamos nuestras banderas, y esperamos la segunda venida de Jesús para que pueda haber paz en el mundo.

La tragedia real de un hombre como Jesús no es que hayan arrumbado tanta fantasía tonta sobre él a través de las épocas pasadas —aunque Dios sabe que así ha sido. La tragedia es que lo ascendimos a hombre-Dios, luego lo anexamos a la religión de Juan el Bautista que esperaba que ese hombre-Dios viniera para salvar el mundo para nosotros, mientras nos sentábamos en silencio a recitar cualesquier credos que nuestros pequeños cultos religiosos, políticos o sociales hayan declarado como la ortodoxia vigente. Tomamos al hombre que vivió y murió predicando contra las identidades divisivas y creamos un club alrededor de su nombre. Es un cruel e irónico destino para el simple judío de Galilea.

La tragedia es que este hombre extraño, este judío marginal sin familia, amigos, propiedad o trabajo realmente tenía algo que ofrecernos, y nadie lo quiere. Es demasiado duro. Pide demasiado de nosotros. Así que encontramos una ruta más simple. Hicimos miles de estatuas de este hombre, Jesús, a quien convertimos en un Hijo de Dios. Y oramos para que, a través de su infinito poder, traiga la paz a este mundo en el que hacemos la guerra al identificarnos con nuestra irrelevante religión, nación, raza o territorio. Entonces decimos amén, salimos, y nos preparamos para los días de batalla contra los infieles de la iglesia de junto, del pueblo de junto, de la nación de junto.

Y entonces imagino el resto de la historia. Imagino que por todo el mundo, conforme la gente sale de sus iglesias, dan la espalda a las imágenes y estatuas de Jesús que han hecho. Y luego de que todos se han ido, por todo el mundo, en la fría obscuridad de las iglesias vacías, todas las imágenes y estatuas empiezan a llorar…

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NOTAS DEL TRADUCTOR

[1] La creencia (expresada por Diógenes de Sinope) de que todo el sentido de la vida humana es la satisfacción de nuestras necesidades naturales más elementales, sin ningún respeto por las convenciones sociales. Por ello, los cínicos practicaron la autodisciplina, con el objeto de evitar la infelicidad que invariablemente resulta de cualquier esfuerzo de seguir las obligaciones artificiales. Los cinicos rechazaron las ideas convencionales sobre la moralidad y la buena vida, bajo el argumento de que el único bien es aquel que sea racional (y por lo tanto virtuoso). La mayoría de los cínicos también rechazaron la propiedad, el matrimonio y el estado. Para los cínicos la sobriedad y la moderación eran el medio de la liberación humana, su visión no consistía tanto en la gratificación de los apetitos naturales, como en la no—gratificación de los artificiales.

El cinismo pretendía dar una respuesta individual a la incertidumbre que se vivía en este periodo de crisis cultural, manifestando su malestar y descontento, y también librarse de los caprichos de la fortuna, guiando al individuo hacia la felicidad. Este camino no era fácil así que se necesitaba un entrenamiento, una disciplina para a conseguir una plena autonomía moral y a ser posible también física. Era característico de los cínicos la transgresión continua, tanto de los valores tradicionales, como de las normas sociales. http://www.cinicos.com/cinicos.htm

[2] La figura de Diógenes de Sinope (aprox. 413—327 AEC) enseguida pasó a ser una leyenda de provocación y la imagen del sabio cínico por excelencia, de aspecto descuidado, burlón y sarcástico. Vivía en un tonel, buscaba a plena luz del día con un candil, nada menos que al hombre, se masturbaba en público, comía carne cruda, escribía libros a favor del incesto y del canibalismo. Su padre era banquero y cuenta Diógenes Laercio que un buen día decidió consultar al oráculo y recibió como respuesta «invalidar la moneda en curso», que como todas las respuestas de los oráculo era enigmática, dicha respuesta tenía al menos tres sentidos: falsificar la moneda, modificar las leyes o transmutar los valores. Diógenes no quiso elegir e hizo las tres cosas, el resultado fue la expulsión y el destierro de Sinope. «Ellos me condenan a irme y yo les condeno a ellos a quedarse», fue su irónico comentario.

Forzado por estas circunstancias, deambuló por Esparta, Corinto y Atenas, en esta ciudad frecuentó el cinosarges y se hizo discípulo de Antístenes, optó por llevar una vida austera y adoptó la indumentaria cínica, como su maestro. Desde sus comienzos en Atenas mostró un carácter apasionado, llegando Platón a decir de él, que era un Sócrates que se había vuelto loco. Pone en práctica de una manera radical las teorías de su maestro Antístenes. Lleva al extremo la libertad de palabra, su dedicación es criticar y denunciar todo aquello que limita al hombre, en particular las instituciones. Propone una nueva valoración frente a la tradicional y se enfrenta constantemente a las normas sociales. Se considera cosmopolita, es decir, ciudadano del mundo, en cualquier parte se encuentra el cínico como en su casa y reconoce esto mismo en los demás, por lo tanto, el mundo es de todos. La leyenda cuenta que se deshizo de todo lo que no era indispensable, incluso abandonó su escudilla cuando vio que un muchacho bebía agua en el hueco de las manos. Conoció a algunos de los filósofos y gobernantes de la época, se cuenta la anécdota de que estando un día en las afueras de Corinto, se le acercó Alejandro Magno y ofreció concederle lo que quisiera, a lo que el filosofo respondió simplemente: «Hazte a un lado que me quitas el sol». Esta anécdota pretende reflejar claramente que el sabio no necesita nada de los poderosos, que está por encima de las riquezas materiales y de la ambición del poder. http://www.cinicos.com/ci03.htm

[3] El pasado 18 de noviembre de 1998 se cumplió el veinte aniversario del suicidio colectivo de casi mil personas en Jonestown, Guyana. Esa fatídica tarde, cientos de personas, incluidos niños, obedecieron la orden del reverendo Jim Jones de beber cianuro de potasio disuelto en refresco. Aquéllos que se negaron fueron asesinados por la guardia paramilitar de Jones. El resultado fueron 914 muertos de la secta Templo del Pueblo, incluido el propio líder (Tobias y Lalich, 1994).

El evento de Jim Jones inauguró la era moderna de los suicidios rituales colectivos que se vienen suscitando con mayor incidencia conforme se acerca el próximo fin de milenio. Quince años más tarde, el 19 de abril de 1993, David Koresh, dirigente de los davidianos se autoinmoló junto con más de 80 seguidores (Samples et al., 1994). Semanas antes, Koresh y 528 de los suyos habían protagonizado un enfrentamiento a tiros con la policía que dejó seis agentes federales y cuatro miembros de la secta muertos además de 20 heridos. El lugar de los hechos fue el rancho Monte Carmelo, en Waco, Texas.

En octubre de 1994, la sociedad esotérica secreta conocida como Orden del Templo Solar sorprendió a los analistas socio—religiosos. Luc Jouret, homeópata de profesión, efectuó, junto con sus seguidores, suicidios diferidos en Suiza y Canadá. 48 individuos murieron en el primer país y desde entonces hasta la fecha se han añadido más de 18 personas a la lista (Abanes, 1998). Las investigaciones más recientes indican que no todos los casos fueron realmente suicidios. Varios fueron homicidios y además, previamente, se han documentado casos de ejecuciones de disidentes (Harris, 1977).


[4] Buda no era un dios, ni un enviado, ni un profeta. Buda era un hombre, un ser humano, que a través de su esfuerzo y perseverancia consiguió liberarse del sufrimiento de forma definitiva, consiguió la felicidad absoluta y una comprensión total de la realidad, realidad que está más alla de todo concepto Divino y Humano. Los budistas consideran a Buda como la personificación viva de la verdadera naturaleza fundamental e inmutable que está presente en todos los seres. Toda su vida y sus actos son considerados una enseñanza y se dice que todos los budas que aparezcan llevaran a cabo los mismos actos.

El Dharma, es la experiencia de la realidad que adquirió Buda la transmitió a través de sus enseñanzas, el Dharma. La palabra Dharma tiene muchos significados, pero básicamente significa ‘lo que es’ o ‘las cosas tal y como son’.

La Sangha se encarga de mantener vivo el Dharma. Buda estableció una comunidad monástica para que sus enseñanzas se mantuvieran vivas y puras. Esta comunidad de practicantes es la Sangha, especificamente son la comunidad monástica y los maestros, que laicos o célibes dedican su vida a la práctica del Dharma. Ellos son los encargados de mantener viva la enseñanza de Buda con su propia comprensión y a traves de las distintas escuelas y linajes. En la actualidad y en un sentido general Sangha se refiere también a los pacticantes budistas.

[5] Apocalíptico (Proviene de la palabra griega ‘apokalypsis’ que significa ‘levantamiento del velo’ o ‘revelación’) 1. Estilo literario judío (y luego cristiano) de naturaleza revelatoria, que generalmente implica elementos tales como sueños, visiones, ángeles, y un enfoque hacia la destrucción delas fuerzas cósmicas de la maldad y de la restauración del Pueblo de Dios (Israel o el Nuevo Israel). Esta literatura es altamente simbólica, y proviene principalmente del periodo que va del 250 AEC al 200 EC. Ejemplos de este estilo literario son los libros de Daniel, Revelación y 2 Esdras. 2. Las tradiciones apocalípticas occidentales tienden a ser dualistas, en cuanto a que ven el fin del mundo que se aproxima como resultado inevitable de la batalla continua entre el bien y las fuerzas del mal, representados casi siempre por Dios y Satanás.

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Dar a luz lo sagrado

26. marzo. 2009

Revdo Davidson Loehr

Davidson Loehr, ministro, Ph.D. (Traducción Francisco Javier Lagunes Gaitán) 31 de marzo de 2002, Primera Iglesia Unitaria Universalista de Austin, Texas


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Apertura

Este es uno de los dos periodos vacacionales religiosos oficiales del año, cuando mucha gente al despertarse debe tratar de recordar, otra vez, cómo encontrar una iglesia. Ambos periodos vacacionales, Navidad y la Pascua (domingo de resurrección), son casi festivales seculares. En los EUA, la Pascua es más rápidamente identificada con los conejitos de Pascua, los huevos coloridos y los conejos de chocolate que con cualquier mensaje religioso. Y como esas golosinas, las súperanunciadas vacaciones piden a gritos dulzura y nimiedades, una tarjeta de felicitación de Hallmark, nada demasiado pesado, tan solo un bombón de Pascua antes del almuerzo.

Ya que ésta también es una iglesia, hemos prometido buscar aquella clase de verdad de dos filos que es capaz, tanto de consolar a los afligidos, como de afligir a los cómodos.

Así que nos reunimos para ver cuán fieles podemos ser a nuestro llamado religioso, así como a los complejos y ambiguos símbolos de la Pascua. Es bueno estar juntos otra vez, porque…


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Invocación

Es un Tiempo Sagrado, este

Y un Espacio Sagrado, este

Un lugar para preguntas más profundas que las respuestas,

Una vulnerabilidad más poderosa que la fuerza,

Y una paz que sobrepasa todo entendimiento,

Es un Tiempo Sagrado, este.

Iniciémoslo juntos en una canción.

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Centramiento

Ofrezcamos una plegaria de Pascua.

Dios de nuestros anhelos ocultos, encuéntranos donde hemos muerto y restáuranos. Corazón del universo, sintamos de nuevo tu pulso dentro de nosotros. Sintámonos conectados otra vez con otros, con nosotros mismos, con nuestros propios corazones y almas. Espíritu de la vida, encuentra a nuestros espíritus e insufla vida dentro de ellos. Algo en nosotros, en nuestras vidas, en nuestro mundo, murió este año. Ayúdanos a traer el milagro de la resurrección aquí, ahora. Espíritu de la vida, Dios de nuestras almas interiores, corazón del universo, escucha nuestras plegarias, tócanos en aquellos lugares en los que la vida se ha ido, para que vivamos de nuevo. Y que seamos tus ojos, tus oídos y tus manos para alcanzar los sufrimientos de otros. Que seamos agentes de compasión y gracia en este mundo, frecuentemente demasiado severo y demasiado solitario. Ofrecemos esta plegaria con la esperanza de que incluso aquí, incluso ahora, el milagro de la resurrección pueda encontrarnos.

Amén.

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Sermón

Por todo este mundo el día de hoy, unos mil millones de cristianos volverán a contar la misma historia, de un hijo de Dios que fue crucificado y resucitó y quien, si creemos en el relato, puede ser nuestro salvador personal.

Cualquiera que hubiera vivido en el primer siglo habría conocido una buena cantidad de historias similares sobre dioses que murieron y luego resucitaron. Conocerían la historia de Dioniso, nacido de una virgen y del gran dios celeste Zeus, cuyos seguidores se reunían anualmente para comer carne y beber sangre, que simbolizaban la carne y sangre del dios muerto y creían que les impartían su espíritu. Conocían el relato egipcio de Isis/Ast y Osiris/Asir, en el que Osiris/Asir fue asesinado, resucitó mucho después, se apareó con Isis/Ast, quien dio nacimiento al bebé Horus. Todo el mundo conocía la imagen de Isis/Ast sosteniendo al bebé Horus: fue el modelo para las imágenes cristianas de la virgen María sosteniendo al bebé Jesús. Y la gente conocía las historias de otros dioses muertos y resucitados, incluyendo a Tammuz, o Adonis y Atis/Córibas.

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Todas estas historias pertenecían a un género literario nacido de la antigua visión científica del mundo de hace 2000 años, en la que la bienaventuranza estaba justo arriba sobre el cielo, el infierno justo bajo la tierra, y todo el universo era un asunto local. En semejante lugarcito, los dioses podían rutinariamente tener deportivos intercambios con las hembras humanas, y los cuerpos podrían bien regresar a la vida, o flotar hacia arriba del cielo para vivir por siempre.

De esta manera, por todo el mundo mediterráneo de hace dos mil años la gente también se reunió anualmente para volver a contar estos antiguos relatos.

Pero por todo el mundo actual —si bien en cantidades mucho menores— hay estudiosos bíblicos y religiosos que saben que éste era un mito. El mito no tenía nada que ver con el hombre Jesús, quien sin duda quedaría horrorizado por un relato que lo transformó en la figura de un salvador que habría enseñado que el reinado de Dios sería una cosa sobrenatural que supuestamente él traería a los fieles.

Así que hay una clase particular de tensión implicada al trabajar con símbolos y mitos antiguos del tipo de los relatos de Pascua. Esto significa que todo aquel que predique sobre estos mitos y símbolos el día de hoy debe decidir cómo manejarlos —cuán honestamente, cuán profundamente, cuán cuestionadoramente— además de cómo y cuánto respetarán a su audiencia. Esta es la clase de tensión que involucra predicar sobre las vacaciones populares empapadas en siglos de mito que popularmente resulta demasiado superficial para ser religioso.


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El tratamiento normal que se da a estos problemas consiste en ignorar el relato ultramundano y convertir palabras tales como «resurrección» en metáforas generales. Si están entre las diecisiete personas en Austin que leen las páginas de religión del periódico dominical, habrán visto que eso fue lo que hicieron los clérigos que escribieron ayer. Bob Lively dio a «resurrección» el significado de «amor», y dondequiera que vio al amor florecer se regocijó en el milagro de la «resurrección». Y el obispo Greg Aymond trató el asunto con una poca más de profundidad al hacer equivaler la «resurrección» a una renovación de la esperanza. Es también lo que yo hice en la plegaria de centramiento de esta mañana. Así que no me parece que sea algo inusitado. Pienso que es una pequeña parte de lo que necesitamos hacer con esta sobresaturación de símbolos.

Pero no es suficiente. Esto reduce el mensaje de la religión a la blandura de una tarjeta de felicitación de Hallmark. Y tiene el imperialismo arrogante del que los mejores pensadores cristianos han tratado de desprenderse —al reclamar esta experiencia humana común para el vocabulario cristiano.

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¡Vaya por Dios!: en el hinduismo llegaron al mismo punto de encontrar una reconexión donde daban por perdida la posibilidad de cualquier conexión, y no necesitan la noción cristiana de ‘resurrección’ para lograrlo. Ellos lo entendieron, dentro de la integridad orgánica del hinduismo, como que la realización de su ātman —de su alma individual— es desde luego una parte integral de Brahmā —el poder universal sustentador y creativo.

Los budistas pueden llegar a la misma clase de paz y entenderlo así de simple como un «despertar» de las ilusiones que los habían hecho más miserables hasta entonces. Y los naturalistas pueden expresar la misma experiencia de manera igualmente apropiada, aunque tal vez con menos poesía. «Siento mayor conexión con el mundo», podrían decir. «Me sentí descolocado y desorientado, fuera de lugar, pero ahora me siento como una parte legítima de la totalidad gloriosa del mundo alrededor de mí, y me siento menos ansioso, más pleno. La vida es mejor ahora». Así que objeto ambos tratamientos, tanto el oportunista superficial, como el de la arrogancia teológica de pretender que la ‘resurrección’ es un concepto necesario, en vez de uno meramente cristiano.


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Hay otro camino para cruzar este pantano simbólico, igual de antiguo. Exige más de nosotros, y se deshace de la capa de azúcar tradicional en que las vacaciones populares están inmersas. Pero pienso que nos podría llevar a una reflexión más seria y podría impartirnos, a nosotros y a nuestro tema, más orgullo. Se trata de hacer la distinción entre la religión de Jesús y la religión sobre Jesús. Los estudiosos se han percatado de esta distinción por mucho tiempo, pero usualmente la esconden tras algunas palabras en clave para iniciados:

  • Algunos hablan del «Jesús de la historia» contra el «Cristo de la fe»;

  • Otros hablan de «Jesús» contra «el Cristo»;

  • O del «Jesús pre-Pascua» y el «Jesús post-Pascua».

Todas estas clases de palabras en clave se refieren al hecho de que las religiones, los mensajes del Jesús de la historia fueron salvajemente diferentes de los mensajes atribuidos al «Jesúcristo» de la fe tradicional. Pero como es embarazoso decirlo, tanto los maestros como los predicadores religiosos han colaborado en una conspiración de silencio por muchos siglos para mantener estas distinciones tan dañinas (o provocadoras de pensamientos) lejos de tus tiernos oídos.

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Ustedes saben más de la religión sobre Jesús, que es conocida sólo como cristianismo. Ofrece enseñanzas de un Jesús sobrenatural que de alguna manera fue el hijo de Dios, quien realizó sorprendentes milagros, fue asesinado, luego «se levantó» de entre los muertos, según la enigmática frase de los autores del Nuevo Testamento. La mayoría de los estudiosos bíblicos que conozco tienen claro que ningún escritor del primer siglo quiso dar a entender literalmente la resurrección de un cadáver. La interpretación generalizada sobre esta cuestión es que decir que Dios «levantó» a Jesús significa que lo que Jesús enseñó sobre el reinadó de Dios era correcto.

Comparto esta convicción. No fue original, pero sí profunda, tanto entonces, como ahora. Así que esta Pascua quiero traerles el mensaje de Jesús para que luego decidan por ustedes qué clase de Pascua les enorgullecería intentar y celebrar. En otras palabras, mi táctica aquí es tomar las tensiones intrínsecas a los símbolos de la Pascua y pasárselas, de manera que puedan sentir la tensión, y puedan decidir qué estilo y profundidad de ‘Pascua’ quieren celebrar. No se preocupen: el sufrimiento, según he escuchado, puede ser terapéutico.


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La religión de Jesús

La religión de Jesús fue tan diferente de las enseñanzas tradicionales del cristianismo como puedas imaginarte. Pero para entenderla, tienes que entender la clase de mundo en el que nació Jesús.

Irónicamente, la Galilea del primer siglo tenía mucho en común con nuestra sociedad actual —más de lo que tenía en común con los EUA de hace cincuenta años. Tres siglos de invasiones, por los ejércitos de Alejandro Magno (356AEC-323AEC) y las subsiguientes legiones romanas, habían destruido todos los centros de culto y templos que habían dado estabilidad a una buena variedad de comunidades étnicas y religiosas. Para el primer siglo no había un centro compartido, ni una identidad colectiva. Galilea estaba llena de gente que no constituía «un pueblo».

Las leyes sociales o las restricciones alimenticias de un grupo —los judíos, por ejemplo— resultaban extrañas o nada atractivas para otros grupos cercanos —los griegos, por ejemplo. Incluso el simple trato social era más difícil de lo que nos resulta a nosotros hoy. Una familia griega invita a la tuya para el equivalente del primer siglo de una barbacoa. Dado que ustedes son importantes para ellos, invierten dinero extra para comprar algo de mariscos y carne de cerdo de primera calidad. Pero como ustedes son judíos, sus leyes alimenticias les prohíben comer mariscos y carne de cerdo.

En docenas de maneras, Galilea era una tierra del caos, donde las perspectivas de llegar a formar ‘un pueblo’ a partir de este desorden disparatado estaban en alguna parte entre escasas y nada.

En tiempos así de caóticos, parece haber dos clases de soluciones propuestas, así se propusieron aquí. La primera fue la más extrema, propuesta por Juan el Bautista. Juan pensó que la situación era imposible ya de arreglar. Ni siquiera Dios podría resolverlo, pensó él. Así que la única respuesta era que Dios iba a destruir todo el mundo, a aniquilar a todos en él —bueno, excepto a aquellos que creyeran en lo mismo que Juan el bautista creía, desde luego— y así empezar de nuevo.


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Juan contaba con una creciente y ferviente multitud que se reuniría al este del Jordán para esperar el signo del fin del mundo, cuando se suponía que actuarían contra los romanos.

Si conoces algo sobre los romanos, sabrás que esta no era una táctica muy inteligente. Ellos fueron muy eficientes, los romanos. No hubieran gastado 60 mil millones de dólares para bombardear mil millas cuadradas de montañas con la esperanza de matar a 7 u 8 civiles. En vez de esto, ellos capturaban a la cabeza del movimiento y lo mataban.

Pero el asesinato de Juan el Bautista fue devastador para sus seguidores. Significó que el mensaje de Juan, el entendimiento que Juan tenía sobre lo que era ‘el reinado de Dios’, era erróneo. De otro modo, Dios no hubiera permitido que Juan muriera así. Tal era el pensamiento sobrenatural, o supersticioso, del primer siglo.

Juan el bautista fue mentor y maestro de Jesús. Jesús fue uno de sus seguidores. Y no mucho después del asesinato de Juan, Jesús aparece por primera vez como líder carismático, muchos de los anteriores seguidores de Juan lo siguieron.

Pero el mensaje de Jesús era muy, muy diferente. La solución de Juan había sido esperar que un ente sobrenatural arreglara el mundo por medio de destruirlo. La noción de Jesús del Reinado de Dios no implicaba una acción por parte de una entidad sobrenatural. Jesús pensó que debíamos recuperar el mundo fragmentado arreglándolo.

Lo que definía todas las líneas de enemistad entre los diferentes grupos eran las reglas de identidad de cada grupo —reglas que los hacían especiales sólo a través de convertir a los otros en inapropiados. Jesús enseñó que la gente debía desobedecer y subvertir las identidades excluyentes. Él y sus seguidores mendigaban sus alimentos diarios —un poco de este mendigar se hizo famoso como parte del ‘Padre Nuestro’. «Come lo que se pone ante ti», instruyó a sus seguidores judíos. ¡Si los griegos te ofrecen marisco o cerdo, cómelo! ¡No permitas que ninguna autodefinición, inclusive tu identidad como judío, te separe de otros!

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Solo una identidad era permisible en la noción de Jesús del Reinado de Dios: se nos ordenó vernos mutuamente solamente como hermanos y hermanas, como hijos de Dios. Una y otra vez él frustró a sus seguidores más supersticiosos, quienes todavía esperaban que continuara las enseñanzas de Juan el Bautista. No: el Reinado de Dios no es algo que venga a la sazón. No puedes señalarlo y decir «aquí y allí». Ya está aquí, dentro y entre ustedes. O como lo dijo él en el Evangelio de Tomás, «el reinado de Dios se extiende sobre la tierra y los humanos no lo ven«. Está todo aquí —al menos potencialmente— y nosotros no tuvimos, o no tenemos, ojos para verlo u oídos para escucharlo. ¡Cuántas veces les dijo a sus discípulos que no lo habían entendido!

No hay magia aquí, ni la intervención de nadie. Dios ya hizo su parte. La pelota está en nuestra cancha, y Dios espera que actuemos para traer el Reinado de Dios a la tierra. Y lo hacemos simplemente al cambiar nuestros corazones y nuestras acciones hacia los otros. Punto. Amén. Fin del sermón, fin de la religión. Jesús nunca prometió el cielo, ni amenazó con el infierno. Él no habló de una vida después de la vida, sólo de ésta. Y él no habría dejado que la gente se quedara con la creencia de que podían esperar pasivamente que una deidad sobrenatural arreglara las cosas.

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La negación de Jesús

Todos los estudiantes de las escrituras cristianas conocen esta frase que se refiere a su apóstol Pedro, quien pareció categóricamente incapaz de entender el mensaje de Jesús. Fue a Pedro, recordemos, a quien Jesús dirigió su frase más furiosa: «Quítate de mi vista, Satanás» (Marcos 8.33), Pedro, como la mayoría de (o tal vez todos) los discípulos de Jesús, quería escucharlo predicar el mensaje claro y definido del fin-del-mundo de Juan el Bautista, y no quería escuchar que este emocionante reinado sobrenatural de sus expectativas sería reemplazado por una clase muy terrenal de mundo en el que ellos simplemente debían convertirse en agentes activos del amor, en vez de en profetas poseedores de superioridad moral para predicar la destrucción masiva a la que solo ellos sobrevivirían.

El estudioso católico Thomas Sheehan lo ha expresado de una manera acertadamente crítica cuando dice que «Pedro continuó su negación de Jesús con la creación del cristianismo». El cristianismo comenzó como una religión de reversión hacia la fórmula pagana de la salvación por una deidad sobrenatural que demandaba de nosotros sólo que creyéramos el relato y siguiéramos a los líderes. Esta era precisamente la imagen contra la cual Jesús predicó en su ministerio.


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Pablo, el inventor del cristianismo

La mayoría de los estudiosos del Nuevo Testamento que conozco [el autor es integrante del grupo de estudio académico de los documentos sobre Jesús de los 3 primeros siglos, Jesus Seminar] están de acuerdo en que la versión del cristianismo que terminó siendo adoptada como normativa fue desarrollada, en su forma y mensaje por Pablo. Pablo nunca conoció a Jesús, y parece no haber conocido las enseñanzas —ya que nunca menciona ninguna— sobre la noción central de Jesús del Reinado de Dios. En cambio, Pablo enseñó, más a la manera en que Juan el bautista lo hizo, que el fin del mundo estaba por llegar y que Jesús el Cristo sería la salvación de los fieles de una manera sobrenatural.

Siento, con muchos otros, que Pablo reemplazó la mundana religión de responsabilidad de Jesús, con una religión simplista sobrenatural moldeada a partir de los cultos paganos en boga, especialmente los cultos griegos del misterio —y más particularmente del culto del mitraísmo. Y siento que la crucifixión real de Jesús no vino de los romanos, sino de Pedro, Pablo y de quienes establecieron lo que llegó a ser el cristianismo normativo.

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Muchos otros se han percatado de esto, y muchos otros se han sentido furiosos y traicionados sobre esto. Uno de ellos fue el novelista griego Nikos Kazantsakis (1883-1957). Puede que conozcan, ya sea su libro, o la película basada en el libro de La última tentación de Cristo. En este libro, el autor crea una iracunda y maravillosa escena imaginaria entre Jesús y Pablo. Cuando Jesús se encuentra al inventor del cristianismo, Jesús le dice, ¡Tú! Así que tú eres el que ha inventado todas esas cosas sobre mí. ¡No son ciertas! La respuesta de Pablo es básicamente: ¡Oh! ¿Así que tú eres Jesús? Gusto en conocerte, ¿A quién le importa? Le di a la gente la religión que ellos necesitaban, y no te necesitan.

Conozco a estudiosos paulinos que piensan que el retrato de Kazantzakis sobre Pablo es tan preciso como es posible. Incluso los defensores de Pablo (y tiene muchos) usualmente reconocen su megalomanía.

Hay incluso reacciones más extremas contra la traición de la religión de Jesús por la religión sobre Jesús. Tal vez la más famosa, y mi favorita, proviene de un libro de Fiódor M. Dostoievski (1821-1881), Los hermanos Karamazov, en el capítulo titulado «El gran inquisidor» aparece Jesús en el tiempo de la inquisición, y representa esta sorprendente —y de nuevo, iracunda— escena entre Jesús y el Gran Inquisidor, en la que Jesús no dice nada. Pienso que Dostoievski entendió perfectamente la religión de Jesús aquí, y pienso que su ira hacia la religión inventada sobre Jesús atina bastante cerca del blanco también:
Sello de la Inquisición Española

«Tú les prometiste el pan del cielo. ¿Crees que puede ofrecerse ese pan, en vez del de la tierra, siendo la raza humana lo vil, lo incorregiblemente vil que es? Con tu pan del cielo podrás atraer y seducir a miles de almas, a docenas de miles, pero ¿y los millones y las decenas de millones no bastante fuertes para preferir el pan del cielo al pan de la tierra? ¿Acaso eres tan sólo el Dios de los grandes? Los demás, esos granos de arena del mar; los demás, que son débiles, pero que te aman, ¿no son a tus ojos sino viles instrumentos en manos de los grandes?… Nosotros amamos a esos pobres seres, que acabarán, a pesar de su condición viciosa y rebelde, por dejarse dominar. Nos admirarán, seremos sus dioses, una vez sobre nuestros hombros la carga de su libertad, una vez que hayamos aceptado el cetro que — ¡tanto será el miedo que la libertad acabará por inspirarles! — nos ofrecerán. Y reinaremos en tu nombre, sin dejarte acercar a nosotros. Esta impostura, esta necesaria mentira, constituirá nuestra cruz.

Hay sobre la tierra tres únicas fuerzas capaces de someter para siempre la conciencia de esos seres débiles e indómitos —haciéndoles felices — : el milagro, el misterio y la autoridad. Y tú no quisiste valerte de ninguna. El Espíritu terrible te llevó a la almena del templo y te dijo: “¿Quieres saber si eres el Hijo de Dios? Déjate caer abajo, porque escrito está que los ángeles tomarte han en las manos.” Tú rechazaste la proposición, no te dejaste caer. Demostraste con ello el sublime orgullo de un dios; ¡pero los hombres, esos seres débiles, impotentes, no son dioses! Sabías que, sólo con intentar precipitarte, hubieras perdido la fe en tu Padre, y el gran Tentador hubiera visto, regocijadísimo, estrellarse tu cuerpo en la tierra que habías venido a salvar. Mas, dime, ¿hay muchos seres semejantes a ti? ¿Pudiste pensar un solo instante que los hombres serían capaces de comprender tu resistencia a aquella tentación? La naturaleza humana no es bastante fuerte para prescindir del milagro y contentarse con la libre elección del corazón, en esos instantes terribles en que las preguntas vitales exigen una respuesta. Sabías que tu heroico silencio sería perpetuado en los libros y resonaría en lo más remoto de los tiempos, en los más apartados rincones del mundo. Y esperabas que el hombre te imitaría y prescindiría de los milagros, como un dios, siendo así que, en su necesidad de milagros, los inventa y se inclina ante los prodigios de los magos y los encantamientos de los hechiceros, aunque sea hereje o ateo. […]

Y te repito que mañana, a una señal mía, verás a un rebaño sumiso echar leña a la hoguera donde te haré morir, por haber venido a perturbarnos. ¿Quién más digno que Tú de la hoguera? Mañana te quemaré. «.

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El Gran Inquisidor de Dostoievski y el Pablo de Kazantsakis son importantes para leerlos y enseñarlos, porque se cuentan entre las voces educadas que no han sido parte de la conspiración del silencio. Presentan el contraste entre las enseñanzas difíciles del hombre Jesús —la religión de Jesús—, por un lado, y las inconmensurablemente más fáciles enseñanzas del cristianismo —la religión sobre Jesús, por el otro. Y su ira no proviene de una falta de sensibilidad religiosa, sino más bien de la abundancia de ésta. Están furiosos porque creen, como yo, que una religión menor (el cristianismo) desplazó a una religión grandiosa (la religión de Jesús). Esto nunca será repetido con excesiva frecuencia ni lo suficientemente al grano: En oposición directa a las enseñanzas de Jesús, el mito del ‘Cristo’ condujo a la gente a un retroceso hacia la creencia pagana y primitiva en la salvación a través de la expiación vicaria por un dios salvador sobrenatural que rescataría a la gente y la exoneraría, y que tan solo exigiría a cambio su obediencia irreflexiva. Las enseñanzas de Jesús —hasta el punto en que fueron alguna vez entendidas— resultaron demasiado difíciles. Debía haber una ruta más simple y menos dolorosa si es que el cristianismo habría de ser la fe universal que visualizaban algunos partidarios fanáticos como Pablo —aunque, en el proceso, traicionaron todo aquello que Jesús consideró sagrado.

En el tiempo de Jesús resultaba poco comedido exigir tanto de la gente —de gente que parece preferir el milagro, el misterio y la autoridad antes que hacerse cargo de su vida y sus circunstancias, y asumir su responsabilidad. Él fue rudo. Sus propios discípulos no lo entendieron, y Pedro, como es ampliamente conocido, no quería escuchar esto. Si la gente quiere milagro, misterio y autoridad, Jesús ciertamente no les ofreció mucho.

Él dijo que Dios hizo su parte y que ahora era su turno de actuar.

El cristianismo —la religión sobre Jesús— es en última instancia demasiado fácil. No es digna y merecedora de alguien llamado un hijo de Dios. No es digna de aquellos que podrían considerarse gente de Dios. No es un camino espiritual que cualquier Dios que valga la pena hubiera señalado con urgencia. Fue la creación de Pablo y otros hombres, pero no de un profeta o sabio de primer orden.

Pero sí que hubo un profeta y sabio de primerísimo rango implicado en esta historia. Era un judío marginal y simple de Galilea que hemos aprendido a llamar Jesús. Él enseñó un camino estrecho, no uno amplio, y predicó un Reinado de Dios que nosotros, y solo nosotros, podríamos hacer presente en la tierra tan pronto, o tan tarde, como encontremos el valor de actuar como hijos de Dios, de ver a todos los demás como hijos de Dios, y de actuar en consecuencia. Puede suceder en cualquier momento, aquí y ahora. Puede suceder en Israel, si las dos partes cambian el centro de su fe. Puede suceder en Irlanda del Norte, si ambas partes dejan de definirse a sí mismas como protestantes y católicos, y en cambio se definen sólo como hermanos y hermanas. Puede suceder en Austin, puede suceder en tu vecindario, y en tu vida.

Pero solamente si crees. No, no tienes que creer en nada sobrenatural, no tienes que creer en nada a lo que no encuentres un sentido. Tú tienes que creer que la única identidad de la que la gente adulta religiosa debería estar orgullosa es la identidad de verse a sí mismos y a los otros como hermanos y hermanas, e hijos de un Dios de amor. Sólo eso.

Hoy, hemos traducido la promesa y el mandamiento en flores, flores para que se lleven a casa y reflexionen sobre ellas*. Cositas pequeñas y frágiles de gran belleza y vulnerabilidad, tan frágiles como la paz, tan frágiles como el amor. Llévenselas a casa. Las flores están en sus manos. Así también está la esperanza de tu vida, y el futuro del mundo. Aquellas palabras difícilmente parecen adecuadas, sin embargo. Algo más poético y poderoso se requiere. Jesús lo llamó el Reinado de Dios. Esto es mucho mejor, y más cercano.

La esperanza del Reinado de Dios está en nuestras manos, como siempre ha estado. El sueño ha yacido sin roturar por mucho tiempo. Muchos dirían que ha muerto. Es la Pascua, y el sueño está en nuestras manos. Pensemos en resucitarlo.

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*Esta iglesia celebra una Comunión Floral el domingo de Pascua. Se pide a la gente que traigan una flor, que se deposita en canastas. Al final del servicio, se llevan al frente de la iglesia las canastas con flores y la gente toma una para llevarla consigo a su casa.

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Midrash: Una tradición abierta para leer e interpretar la Biblia

16. marzo. 2009

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¿Qué es un midrash[*]?
Peter Pitzele
(Trad.
Francisco Javier Lagunes Gaitán)
Living Text # 1, pp 2-3

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CUANDO DIOS SE DEDICÓ A CREAR la obra incomparable que ahora conocemos como la Biblia, hubo una grande y entendible curiosidad entre las huestes celestiales sobre su contenido y su forma. Dios nunca antes había puesto una obra por escrito. Así que las especulaciones fueron, desde luego, abundantes, todas las posibles categorías de la composición literaria fueron creadas por los ángeles, mientras esperaban impacientes la publicación de la magna obra de Dios.

Algunos decían que sería un poema de dimensión épica, algunos decían que seguiría el patrón de un relato, debido a que lo que Dios escribe o dice debe ponerse de manifiesto en uno de los ámbitos de la potencialidad Divina. Otros decían que casualmente habían escuchado reír a Dios, así que dieron por hecho que escribía una gran comedia.

Y hubo otros aún –y algunos de éstos estaban de lo más próximos al estudio celestial al que Dios se retiró para escribir– que sostenían que a veces escuchaban gemir a Dios, y más de una vez, sollozar ruidosamente y lamentarse. Por lo tanto, decían ellos, debe tratarse de una tragedia. Algunos sostenían que cualquiera que fuese la obra debería ser llamada ficción, ya que cualquier cosa que proviniese de la mente cósmica sería una invención de la imaginación Divina, y por eso mismo, irreal, aunque había, desde luego, otros más que tomaron la dirección opuesta y decían que Dios era el alma misma de la ciencia y que cualquiera de sus redacciones expresaría las leyes del universo.


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Un midrash[*] feminista
(a propósito del Sacrificio de Isaac,
según Génesis 22)

Por Marion McNaughton

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Y con un corazón apesadumbrado fue Abrahán con su esposa Sara y le dijo: “Dios me ha dicho que tome a nuestro hijo Isaac, aquel a quien amamos, y lo sacrifique como ofrenda propiciatoria”.

Y Sara dijo: “Una jugada audaz, esta Dios no es ninguna tonta. Esa es la manera en que te está probando. ¿Qué le respondiste a Ella?

Y Abrahán replicó, “No dije nada. Quiero que Dios sepa que le obedeceré sin preguntar. Haré lo que Él manda”.

Y Sara alzó sus manos en desesperación y dijo: “Abrahán, eres un tonto cabeza hueca. ¿Con qué clase de Dios piensas que estás tratando? ¿Qué clase de Dios querría que asesinaras a tu propio hijo para probarle qué tan religioso eres? ¡No seas tan estúpido! Ella está tratando de enseñarte algo: que debes retar aún a la más alta autoridad y cuestionarla sobre el bien y el mal. ¡Discute con Ella, lucha contra Ella!” Pero las palabras de Sara sonaron para Abrahán como blasfemia, y se fue a las montañas con su hijo Isaac.

Y Sara le dijo a Dios, “Hermana, estás jugando con fuego. Mi esposo es demasiado estúpido para entender lo que estás tratando de mostrarle, él no escuchará mis palabras y no te va a desafiar; si no lo detienes, matará a nuestro precioso hijo ¿es eso lo que quieres?”

Y Dios dijo, “Sara, ellos tienen por delante un largo viaje hasta las montañas; espero que alguno de los dos tenga sentido común”.

Y Sara dijo, “Como es el padre es el hijo. Tendrás que enviar un ángel”.

Y sucedió como Sara dijo, y el ángel de Dios habló a Abrahán y le dijo que no matara a su hijo. Y Abrahán sacrificó un carnero como ofrenda propicia. Y el ángel de Dios habló a Abrahán por segunda vez y le dijo que su progenie sería tan numerosa como las estrellas en el firmamento y que poseería las puertas de sus enemigos. Y el ángel de Dios habló a Abrahán por tercera vez y le dijo “porque estuviste dispuesto a matar a tu propio hijo en el nombre de tu Dios serás conocido como un gran patriarca y millones seguirán tu ejemplo. Y creerán que Dios es un Dios celoso y demandante, y estarán dispuestos a sacrificar a sus hijos en su nombre y para su gloria. Y habrá derramamiento de sangre y matanzas en todos los confines de la tierra”.

Y Abrahán regresó a su esposa Sara y dijo, “Dios está complacido conmigo por lo que seré un patriarca poderoso”

Y Sara no dijo nada. Pero tomó las vestiduras de Abrahán e Isaac que estaban manchadas con la sangre del carnero, y las llevó al río para lavarlas. Y el río se tiñó de rojo con la sangre de generaciones por venir, y Sara lloró amargamente.

Y Dios vino a Sara a la orilla del agua y dijo, “Hermana mía, Sara, no llores. Estabas en lo cierto. Tomará tiempo. Mientras tanto, mantente firme en lo que sabes de mí y dilo audazmente. Yo soy como tú sabes. Muchas generaciones pasarán y un nuevo conocimiento vendrá a los hijos de Abraham, pero hasta entonces Seré tergiversada y desoída, excepto por unos cuantos. Debes mantener viva Mi verdad”

Y Sara se secó los ojos, recogió las vestiduras lavadas y dijo, “Como si no tuviera suficientes cosas que hacer…”

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[*] Midrash es un método usado por los rabinos para explicar historias bíblicas, con el cual logran un gran entendimiento de los relatos bíblicos al expandirlos. El Instituto para el Midrash Contemporáneo (The Institute for Contemporary Midrash: www.icmidrash.org) lo explica de esta manera: «el Midrash llena las grietas… pone carne sobre los huesos… reinterpreta historias y personajes… da voz a aquellos quienes en el relato carecen de voz.» El midrash sobre Génesis 22, fue escrito por Marion McNaughton, integrante de la Sociedad de los Amigos, (The Society of Friends), cuáqueros, grupo religioso de tradicional pacifismo.


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Jesús fue humanista

28. enero. 2009

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Dado el 14 de noviembre de 2004, por la Reverenda Victoria Weinstein en la
Iglesia Unitaria Universalista de la Primera Parroquia de Norwell, Massachusetts
(Trad. Francisco Javier Lagunes Gaitán)

http://www.firstparishnorwell.org/sermons/jesus.html

Stuart Twite, la Revda. Victoria Weinstein, Mary Mercier y Deanna Rileyn

De izquierda a derecha: Stuart Twite, la Revda. Victoria Weinstein, Mary Mercier y Deanna Rileyn

Lectura: Meeting Jesus Again For the First Time [Encontrar de nuevo a Jesús, por primera vez] de Marcus Borg Adaptado de las págs. 33-36

El Jesús histórico fue una persona del espíritu, una de esas figuras en la historia humana con una conciencia basada en su experiencia personal de la realidad de Dios. La expresión más antigua, semitécnica es hombre santo, pero persona del espíritu parece mejor. Las personas del espíritu son conocidas a través de las culturas. Son gente que tiene experiencias vívidas y subjetivas de otro nivel o dimensión de la realidad. Estas experiencias implican una entrada momentánea en estados de conciencia fuera de lo ordinario y toman un número de formas diferentes. A veces hay la vívida sensación de ver momentáneamente dentro de otro estrato de la realidad; esta es la experiencia clásica del shamán. A veces hay la fuerte sensación de que otra realidad te sale al encuentro, como en la antigua expresión, ‘El Espíritu cayó sobre mí’ [hoy vertida más comúnmente como ‘El Espíritu se posesionó de mí’]. A veces la experiencia es de la naturaleza o de un objeto dentro de la naturaleza que es momentáneamente transfigurado por ‘lo sagrado’ que resplandece a través de éste.

Lo que comparten todas las personas que tienen estas experiencias de que hay algo más en la realidad que el mundo tangible de nuestra experiencia ordinaria. Las personas del espíritu son gente que experimenta lo sagrado vívidamente y con frecuencia.

…La visión moderna del mundo, derivada de la Ilustración, ve la realidad en sus términos materiales, como constituida por la materia y la energía en el continuo espacio-tiempo. La experiencia de las personas del espíritu sugiere que habría más que esto en la realidad –que habría, además del mundo tangible de la realidad ordinaria, un nivel de realidad inmaterial, real pese a su inmaterialidad y cargado con energía y poder.

Lo que es más, Esta otra realidad, es importante insisitir en ello, no sería ‘en alguna otra parte’. Sino más bien estaría todo alrededor de nosotros y nosotros estaríamos en ella. … Jesús fue una persona del espíritu.

El Evangelio según Mateo, 5:38-48 versión Dios Habla Hoy

«Ustedes han oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente.’ Pero yo les digo: No resistas al que te haga algún mal; al contrario, si alguien te pega en la mejilla derecha, ofrécele también la otra. Si alguien te demanda y te quiere quitar la camisa, déjale que se lleve también tu capa. Si te obligan a llevar carga una milla, llévala dos. A cualquiera que te pida algo, dáselo; y no le vuelvas la espalda al que te pida prestado.

«También han oído que se dijo: ‘Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo.’ Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, y oren por quienes los persiguen. Así ustedes serán hijos de su Padre que está en el cielo; pues él hace que su sol salga sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos. Porque si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué premio recibirán? Hasta los que cobran impuestos para Roma se portan así. Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? Hasta los paganos se portan así. Sean ustedes perfectos, como su Padre que está en el cielo es perfecto.»

Estos son los dichos de Jesús.

EL SERMÓN

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Tenía como 6 años, creo, cuando fui a ver el musical «Godspell» en Broadway. La mejor amiga de mi madre, Phoebe Rizos, me llevó junto con todo su grupo parroquial. Fue totalmente confuso para mí, esta suerte de payasos circenses que brincaban y cantaban alrededor, todos ellos parecían querer ser los mejores amigos de un tipo de pelo crespo y rojo que usaba tirantes arco iris y una camisa de Supermán. Estuve sentada y muy atenta durante las canciones «Day by Day» y «O Bless the Lord My Soul», incluso aunque no entendía las letras, que tomaron  –ahora lo sé– del Evangelio de Mateo. Nunca había escuchado el Evangelio de Mateo, ni nada de la Biblia. Era una niñita unitaria.

Me gustó bastante el espectáculo, aunque también me desconcertó, sólo al llegar el momento culminante en el que los payasos tomaron a su amigo de los tirantes arco iris y lo colgaron con los brazos abiertos sobre una especie de malla metálica. Ataron sus muñecas a la malla con una cinta roja y se le veía muy triste. Las cosas se pusieron espeluznantes y muy malas muy pronto. Cantó, Oh Dios, me muero. Oh Dios me muero.

Y sus amigos cantaron, Oh, Dios, te mueres… Y mi corazón se congeló. Entónces él cantó, Oh, Dios, estoy muerto y cantaron, también muy tristemente, Oh, Dios, estás muerto…

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Y había ese órgano que tocaba… y él dejaba caer su cabeza con flacidez, nunca había estado tan asustada en mi vida. Pero los amigos siguieron cantando. Y comenzaron a cantar esta frase, mientras lo veían hacia abajo desde la malla y cargaban su cuerpo a hombros, cantaron, «Larga vida a Dios, larga vida a Dios, larga vida a Dios (mientras caminaban con él), larga vida a Dios».

La música incrementó su ritmo poco a poco  y algunos de los hombres comenzaron a cantar una frase con lo que habían sido las primeras palabras de la obra: «¡Preparen el camino del Señor!» Los payasos siguen entrelazando ambas frases cantadas al llevar el cuerpo flácido de su amigo por sobre sus cabezas hacia las puertas del teatro. Esta fue absolutamente la cosa más terrible que había visto en mi vida.

Todavía recuerdo lo extrañada que me sentía, me preguntaba qué estaba mal en mí, dado que todos los demás en el teatro parecían estar tan a gusto, incluso parecían ilusionados. Pero justo en ese momento las púertas del teatro se abrieron de golpe mientras el baterista aceleraba el ritmo y todos los actores bailaron alegres por el escenario mientras aplaudían y gritaban con regocijo al cantar, «¡Preparen el camino del Señor!» ¡Tambores! ¡Panderetas!

«¡Oh, Dios mío!», pensé. «¡Esta gente está loca! ¡Mataron  a su amigo y ahora cantan y bailan!» Ni Phoebe Rizos, ni varios animadores pudieron convencerme de levantar mis manos del asiento en ese teatro, incluso mucho tiempo después de que se había vaciado y las luces estaban prendidas. Quería asegurarme de estar a salvo de esos maniacos. Me puse muy mal en el coche y regresé temblando a casa, nunca hablé de esto con nadie.

Y este fue mi primer contacto con Jesús.

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Podrán ahora imaginarse por qué mantuve mi distancia por un muy largo tiempo después de eso. Nadie en mi hogar tenía algún interés en, ni la paciencia con, aquellas historias o esa religión. Cuando mi abuela venía a visitarnos, entraba al dormitorio de mi hermana y mío para darnos el beso de las buenas noches y clandestinamente bendecirnos en la frente con agua bendita que le había dado un sacerdote ortodoxo ruso. De repente mi padre aparecía a la puerta. «Anne, no les hagas ese vudú a mis hijas», le decía y ella apresuradamente se guardaba en el bolsillo el frasquito de agua bendita. Nunca supe, hasta muchos años después que mis abuelos ortodoxos rusos habían estado muy descontentos con mi madre por haberse comprometido con un hombre judío. Así que mamá y papá acudieron a la iglesia unitaria en Binghamton para casarse, debido a que el sacerdote de mi madre se negó a permitir semejante matrimonio en su santuario. 1

Cuando visitaba a mis abuelos maternos siempre pasaba largos ratos dedicada a contemplar al Hombre de los Sufrimientos que tenían por toda la casa. Estaba en el calendario de la cocina con una corona de espinas puesta. Estaba en una placa en el vestíbulo, vestía una toga blanca suelta y estaba rodeado de niños y corderos. Estaba encima de la cama, colgaba en la cruz, una imagen que me alteraba tanto que la quitaba de la pared cuando iba de visita. ¿Cómo podría dormirme debajo de una imagen semejante? Ocultaba cuidadosamente el crucifijo en el cajón del buró y esperaba que mi abuelita no se diera cuenta. A la mañana siguiente, antes de que hiciese la cama, ya estaría de vuelta en su lugar. Lo volvería a ocultar una y otra vez. Mi abuela nunca mencionó nuestra pequeña rutina.

Todavía siento respeto por mi reacción infantil hacia la violencia que algunas versiones del cristianismo han sentido que define la vida y el ministerio de Jesús. Todavía hoy en día no puedo pasar frente a una imagen del crucifijo sin sentirme profundamente perturbada e inquieta por ella y por lo que representa. La cruz vacía es totalmente otro símbolo, del que hablaré un poco después, pero quería decirles que mi imagen favorita de Jesús hoy cuelga de la pared de mi estudio en la casa parroquial. Se llama «El Cristo sonriente» y muestra a un Jesús guapo, saludable y lleno de vida que me mira directamente con gran alegría. Ese es mi Jesús. No creo que el Jesús real fuera tan buen mozo, ni que tuviese tan perfecta dentadura, pero amo su carisma evidente y su alegría de vivir.

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Cuando lo pienso en retrospectiva me doy cuenta de que siempre me he sentido atraída por ese personaje, Jesús, que es por lo que yo estaba tan, pero tan enfadada e indignada durante tantos años con la mayoría de las versiones de su religión, que instintivamente sentía que no podían ser congruentes con lo que vivió y sintió. Me mantuve alejada de todo lo que fuera cristiano, e incluso me ponía tensa cuando cantábamos música sagrada en los coros a los que pertenecía. Otros en mi comunidad me definían como judía, incluso a pesar de que asistía a una iglesia unitaria universalista –y eso no era una cosa buena en mi pueblo, que tenía cierta propensión al antisemitismo– y esto además de mi ira y resentimiento hacia el llamado cristianismo. Se me ponían los pelos de punta ante las varias menciones de éste y reaccionaba con apasionada indignación cuando alguien que conocía trataba de evangelizarme. Todo ese asunto me parecía estúpido.

Me tomó desprevenida, entonces, cuando una amiga mía wiccana me miró con cierto grado de impaciencia y me dijo, «¡Para ser alguien que obviamente no sabe nada sobre lo que Jesús dijo o hizo realmente, seguramente tienes un problema de actitud hacia el cristianismo!»

Tenía toda la razón. Ella me señaló la diferencia entre Jesús y el cristianismo; estar al tanto de esta diferencia es una cosa sabia. Así que decidimos encontrar un libro que me informara al respecto, pero no desde una perspectiva tradicional o conservadora. Desde luego, de habérseme ocurrido buscar ahí, podría haber encontrado un tesoro maravilloso de materiales sobre el tema en mis propias iglesias unitarias universalistas de la clase exacta de recursos que buscaba, pero no se me ocurrió preguntar entonces. ¡Nunca supe, hasta casi el momento en que consideraba entrar al seminario, que las dos denominaciones religiosas que se fusionaron para dar lugar al movimiento unitario universalista en 1961 se fundaron ambas como herejías cristianas de siglos de antiguedad! Descubrí luego esas riquezas, pero el primer libro que jamás leí que explicara a Jesús desde una perspectiva respetuosa, historica y por fuera de las ortodoxias fue For Christ’s Sake [Por el bien de Cristo] de Thomas Harpur. Publicada precisamente por nuestra propia editorial, Beacon Press.

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El libro de Harpur cambió mi vida al introducirme a los principios del cristianismo liberal, que a continuación procuro delinear para ustedes:

(1) Aunque nunca nos pongamos de acuerdo a propósito de la relativa divinidad de Jesús, vemos en el un humano ejemplar y atesoramos su humanidad. Quienes lo llamaron ‘El Cristo’ le concedían así un elevado reconocimiento honorífico, no afirmaban que fuera un igual de su Dios. «El Cristo» significa ‘el Ungido’. Se trata de un título honorífico que denota un llamado especial y una bendición. Jesús nunca afirmó que fuera Dios. Coincido con la opinión de Ralph Waldo Emerson (1803-1882) y otros pioneros del unitarismo en cuanto a que este entendimiento ortodoxo de Jesús se basa en un malentendido de su mensaje y una lectura errónea de la Escritura. Al preguntarle quién era, en realidad, Jesús frecuentemente respondía con otra pregunta, «¿Quién dicen que soy?» Era un maestro de Sabiduría, un místico y un shamán.

(2) Jesús fue un profeta del amor y la inclusión, de la justicia y la sanación. Sus reformas al judaísmo no fueron un intento por destruir al judaísmo, sino de criticar su tendencia legalista. Fue un judío fiel. Nunca se afirmó como fundador de una nueva religión ni pretendíó ser otra cosa que un hombre judío fiel con una relación de éxtasis íntimo con el Dios de Israel.

(3) Jesús predicó una religión desde lo interno, basada en la honestidad interior y el amor puro. Él pretendió animar a su gente a dejar atrás una forma vacía de piedad y de observancia de las formas externas para que adoptaran una renovación espiritual interna basada en la seguridad de que todos los seres humanos son iguales y preciosos a la vista de Dios. Incluso ellos. Tenían problemas para creer esto, dado que eran judíos que vivían bajo la Roma imperial y la mayoría eran gente pobre, completamente prescindibles para la visión romana. Todos eran oficialmente habitantes de segunda clase del Imperio Romano  –¡ni siquera eran reconocidos como ciudadanos!– y entre ellos se contaban los más bajos de lo bajo, los intocables. Jesús se ocupó especialmente de su cuidado, de extender su aceptación y de sanar a aquellos considerados ritualmente impuros para las leyes de pureza judías y romanas.

(4) Nunca sabremos lo que vieron los discípulos luego de la muerte de Jesús durante los hechos que ahora se conmemoran en la Pascua. La cuestión es que sea lo que sea lo que experimentaron transformó totlamente sus vidas. No es necesario creer en una Resurrección física milagrosa para que este hecho nos conmueva.

(5) Finalmente, el cristianismo liberal está más interesado en la religión de Jesús que en la religión sobre Jesús.

El más factible rostro de Jesús

El más factible rostro de Jesús

Luego de haber leído este libro comencé a leer muchos otros libros de cristianismo liberal. Fue como si se levantara un velo entre yo misma y algo que sentía que era bello y dador de vida, pero de lo que me habían mantenido alejada generaciones de ignorancia y error. Pienso que había sentido incluso como niña que esta religión no era sobre la muerte, la violencia y de cosas increíbles, sino que era sobre la vida, sobre la gente y sobre cómo vivimos y cómo nos amamos los unos a los otros.

Me dí cuenta de que cualquier energia que sentía zumbar en el centro de la creación y que conectara todos los seres vivientes no sería algo que yo pudiese llegar a adefinir jamás, aunque en la universidad comezba a referirme a esa energía como a la Diosa y luego eventualmente como a ‘Dios’. Cada vez mas a lo largo de los años me sentí atraída por la definición de Jesús de esa energía, con la que él sintió una relación muy íntima y personal, misma que llamó ‘Abba’ (cuya traducción literal del arameo sería ‘papi’ o ‘papito’) o ‘Padre’, así como ‘mi Señor’. Así que mi pregunta cambió de ‘¿Existe Dios?’ a ‘¿Cómo puedo comportarme como si Dios existiera; como si la justicia, la sanación, el perdón y el amor radical incluyente fueran la más profunda realidad dentro de la que vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser?’ ‘¿Cómo vivir como si…?’

La mayoría de los días no logro hacer un trabajo del todo bueno. ¡Casi nunca me describo a mí misma como ‘cristiana’, incluso aunque considere que sigo el Camino de Jesús, porque pienso que probablemente habrá 3 ‘cristianos’ de verdad en el mundo y han de ser budistas, probablemente (quiero decir, ya escucharon el la lectura del Evangelio de Mateo que acabamos de hacer)! Me tomo las enseñanzas de Jesús demasiado en serio como para reclamar ese título y no me impresionan en general quienes hacen eso (aunque ciertamente algunos sí que me impresionan). La definición normativa de cristianismo no me incluye a mí, ni a mi teología cristiana liberal, en la medida en que requiere afirmar ciertas verdades teológicas que nunca creeré, así como comprometerse con ciertos prejuicios que nunca tendré. Los cristianos liberales creen, por ejemplo, que todos y cada uno de nosotros somos responsables por nuestros pecados y defectos. La muerte de un hombre nunca podrá redimirnos a todos. Ni un Dios de amor exigiría el asesinato de ‘Su’  hijo unigénito con el objeto de hacer posible la salvación. Esto nos parece un insulto al atributo más obvio y más digno de veneración de la realidad última, que es el Amor divino (y que es una vieja creencia, tanto universalista, como unitaria).

Además, ¿cómo podríamos pensar que sólo una cierta porción del mundo poseería la sabiduría última a través de esta manifestación de santidad? Yo no lo creo.

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Creo que Jesús estaría perplejo ante la situación actual del cristianismo. No, nunca insistiré lo suficiente sobre esto. Un personaje de la película de Woody Allen, «Hannah y sus hermanas» lo expresó de la mejor manera: «Si Jesucristo regresara hoy y viera todo lo que se ha cometido en su nombre, nunca dejaría de vomitar». Porque en verdad él decía constantemente que el quid de la vida espiritual es transformar el corazón, de manera que se fortalezca para el trabajo en el mundo –para la sanación, para alimentar, para regresar a otros a la vida cuando se les margina, hiere y desanima. Acumular nuestros tesoros en el cielo y no tratar de comprar una sensación de seguridad por reunir cosas. ¿Y a qué dedican su tiempo millones de cristianos? A las compras. A juzgar a otros, en directa oposición a lo que Jesús enseñó. A alegar sobre las formas supuestamente apropiadas de sexualidad sobre las que Jesús nunca dijo una bendita palabra. A obsesionarse por las prácticas de adoración cuando Jesús dijo que salieras, amaras a tu vecino y dejaras de vivir de la letra de la ley religiosa.

Jesús fue un humanista. Tal vez esta es la razón por la que muchos  humanistas en las comunidades unitarias universalistas se sienten tan ofendidos ante la perversión de las eneseñanzas de Jesús y su vida, porque en él reconocen a uno de los suyos –a un místico ciertamente, pero a uno de los suyos– y son presa de ira y duelo al ver su mensaje humanista básico alienado y distorsionado. Él vivió y enseñó una forma esencialmente humanista de religión –una religión que destacó las relaciones humanas, la responsabilidad humana y la capacidad humana de ser manos del amor divino de los unos por los otros.

Espero que compartan conmigo estas dos ideas finales que les ofrezco. La primera es que por mi estudio de las Escrituras Cristianas, creo cada vez más que la intención de Jesús fue enseñarnos cómo usar apropiadamente el poder; que es unificar a la gente, sanar, levantar, servir, salvar vidas, bendecir y dignificar a toda la gente. Todo esto resultó algo extremadamente subversivo bajo el régimen imperial de Roma que vivió Jesús, que se fundaba completamente en el ‘poder sobre’ y en que las jerarquías superiores impusieran su voluntad sobre sus subordinados. Y sigue siendo increíblemente subversivo también para nuestra propia cultura –y muy complicado–, en la que los césares son cristianos (lo que sucede por casi todo el mundo occidental).

Finalmente, me gustaría decir una palabra sobre la cruz vacía, que en mi corazón evoca el sentimiento totalmente opuesto al de la dolorosa imagen de la cricifixión, a Jesús agonizante. La cruz es un símbolo antiguo que antecede al cristianismo –es una representación de la unión cósmica del reino divino y el reino de la realidad material. Para mí, es un símbolo de una clase de alegría rebelde, un saludo poderoso a ese poder subversivo que mencioné hace un momento y una manifestación de lo que el viejo himno llama»bendita certeza». Para mí, dice: Si vives tu vida de acuerdo a tu más profundo llamado y si vivies el llamado con perfecta integridad –¡con tu mejor integridad!– y si no sólo sabes quíen eres, sino de quién eres, nunca podrás ser víctima. No importa lo que los poderes establecidos escojan hacer y no importan las circuntancias que te impongan, hay una realidad intocable en el centro de tu persona –una realidad eterna– y esa realidad es el amor. Es tu derecho de nacimiento y no puede ser arruinado por manos humanas o negado a ti por cualquier cosa que ocurra en tu vida. Y como reza la vieja canción de gospel, «Ain’ t that a good news?» [¿Acaso no es esa una buena noticia?].

Pienso que lo es. Y conforme lucho por encontrar un final apropiado y contundente para este sermón, miro a Jesús riéndose de mi en la pared. Y dice, «¡Weinstein…ya fue suficiente de pensar y hablar! Diles esto: se amarán los unos a los otros como yo los he amado, y ya canten el himno de cierre».

Ese es mi Jesús.

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1Dije en este momento que mi padre no tenía un rabino. Pero olvidé lo que me enteré por mi madre apenas el año pasado: que mi padre había asisitido a la iglesia unitaria por un tiempo, antes de que comenzaran a salir él y mi madre.

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El cristianismo desmitologizado

30. noviembre. 2008

Revdo. Dr. Davidson Loehr, 24 de marzo de 2000.
Primera Iglesia UU de Austin, Texas
(Traducción Francisco Javier Lagunes Gaitán)

CENTRADO

A veces, desmitologizar la religión se siente como robar las historias a los dioses para luego negar la existencia de los dioses, en el cielo o en cualquier parte. Es seductoramente fácil permanecer superficiales y entregarnos a la autocomplacencia si despojamos a la vida de todas sus dimensiones ocultas.

Pero para ser honesto, nunca es así de fácil. Aún afrontamos la terrible fugacidad de la vida, una vida que se mueve tan rápido.

Como lo dijo el poeta Ezra Pound (1885-1972):

Los días no son del todo suficientes

y las noches no son del todo suficientes

y la vida se escurre como un ratón de campo

Sin [siquiera] agitar la hierba.

Y por ello oramos, en nuestros mundos desmitologizados, a los dioses que son ahora

más difíciles de encontrar, al espíritu de la vida, al amor, y a todo lo que cuenta. Oramos por ayuda

para poder vivir lentamente

y movernos simplemente

y vernos suavemente

para poder acoger al vacío

y dejar que el corazón cree un hogar para nosotros.

Amén.

SERMÓN

La semana pasada dirigí un programa del Seminario de Jesús [Jesus Seminar, un grupo académico, http://religioustolerance.org/chr_jsem.htm, que investiga, difunde y educa sobre el Jesús de la historia, por contraste con el Jesús de la fe, N. del T.] en la Iglesia Unitaria Universalista de Oak Ridge, Tennessee, así que tengo muy fresca la noción de cristianismo desmitologizado. Y a pesar de que son muchas sílabas para una sola palabra, desmitologizar nuestras religiones es una de las más importantes y más fieles cosas que necesitamos hacer si queremos que nuestras religiones sean más reales, y más relevantes para las vidas que vivimos en este siglo XXI.

¿Qué significa esto? A veces, solo significa sacar a los mensajes religiosos de sus envolturas míticas protectoras de manera que podamos ver qué -si es que algo- tienen que decirnos hoy.

Todas nuestras religiones occidentales nacieron en alguna clase de cuna, o en un pesebre. Nacieron dentro de la visión del mundo propia de su tiempo, que era muy diferente de la forma en que vemos nuestro mundo hoy en día. El cristianismo nació dentro de esta clase de pesebre. Hace dos mil años, nació dentro de lo que podríamos llamar la visión del mundo del antiguo entendimiento, la visión científica del mundo antiguo.

Los estudiosos llaman a la vieja visión del mundo el ‘universo de los tres relatos’. Es probablemente la visión del universo más intuitiva y acorde al sentido común que hemos tenido jamás. Todavía puedes experimentarla con sólo salir en un día claro lejos de la ciudad.

Mira a tu alrededor y verás lo que los antiguos vieron: la tierra se ve plana, como una pizza. Con solo pararte ahí, tu mirada llega más lejos de lo que la mayoría de la gente llegaba jamás a extraviar sus pasos, desde el lugar en el que había nacido. Precisamente arriba, puedes ver el domo del cielo. Lo llamaron el ‘firmamento’, porque pensaron que estaba hecho de piedra o de metal. Era tan pesado, que los griegos asignaron al dios más fuerte, Atlas, a sostenerlo. Había hoyos en el firmamento, por los que se filtraba la luz durante la noche, para formar los patrones de las constelaciones. Arriba, por sobre el domo celeste, era de donde provenía la luz y a donde se pensaba que residían, de alguna manera, los poderes y deidades ‘iluminados’.

Y abajo, por el fondo de la tierra estaba el lugar del fuego y el azufre. Si lo dudas, solo asómate a una erupción volcánica, y pregúntate a ti mismo de dónde salieron estas cosas. Era un mal lugar, el hogar probable de las fuerzas y espíritus malignos.

Nosotros los humanos éramos como juguetes a merced de las fuerzas del bien y del mal y nuestras plegarias suplicaban la ayuda a uno contra el otro

Era un universo bastante pequeño, realmente un asunto local. Estábamos nosotros, estaba el Arriba y estaba el Abajo.

Este universo del sentido común es la cuna en la que nació el cristianismo. Y las cosas fantásticas del Nuevo Testamento cobran una especie de sentido súbitamente literal cuando recuerdas esta vieja visión del mundo. Un pasaje dice que los cielos se abrieron y una voz tronó para decir «Este es mi hijo favorecido –lo apruebo plenamente» [Traducción de la versión del Jesus Seminar de Mateo 3.17] y puedes imaginártelo. Después de todo no era tan lejano. Podría abrirse, podrías imaginar que escuchas la voz. Otro pasaje habla de que Jesús descendió al infierno. Bueno, podrías imaginarte que se habría protegido de alguna forma del fuego y el azufre, pero -otra vez- no es tan lejano. Puedes imaginarlo. El cielo está arriba, el infierno abajo, y nosotros estamos en el escenario de en medio. Muy simple y claro.

No, el mundo nunca estuvo hecho de esa manera, ni ahora, ni entonces. Vivimos en un mundo que no tiene un ‘arriba’ y un ‘abajo’. Si esto te suena extraño, piensa en una fotografía de la tierra, tomada desde la superficie de la luna hace algunas décadas. Imagina que te encuentras allá, sobre la luna, y miras hacia la tierra que flota sobre el negro espacio. Entonces imagina esa gran voz que truena hacia la superficie de la tierra y pide a todos los terrestres que señalen hacia el cielo ¡Ahora visualiza mentalmente la imagen, y pregúntate hacia dónde apuntan! Localmente, todos piensan que apuntan hacia arriba. Pero desde donde tú estás, tú ves que todos apuntan hacia fuera, no hay ningún ‘arriba’.

Los tesoros de la religión fueron escondidos allá arriba, hace veinte siglos. Dios fue colocado allá arriba, sobre el cielo. Podría decirse que hace 2000 años escondieron el mensaje de la religión arriba del cielo para protegerlo y honrarlo.

La próxima semana es la Pascua, y el mensaje de la Pascua es un buen ejemplo. Alguien que muere, luego regresa a la vida y asciende hacia arriba, hacia los cielos. ¿Qué podría significar este mensaje en un mundo que no está hecho de esa forma? ¿Cómo debe entender esto la gente fiel y honesta? Y los relatos navideños sobre un hombre nacido de una virgen y un dios celeste ¿Qué significan? ¿Acaso tratarían de semen venido del cielo?

Dejar los mensajes de la religión atorados en estas visiones del mundo míticas obliga a nuestra fe a tratar de vivir en dos diferentes siglos al mismo tiempo -la vieja visión del mundo de los tres relatos, de hace 2000 años, y los entendimientos precisos que nos exige nuestra visión del mundo del siglo XXI.

¿En qué pedirías a los creyentes que creyeran? ¿En las enseñanzas religiosas, cualesquiera que sean, o en la forma en que la gente solía armar sus ideas sobre el universo? ¿En los mensajes de la religión, o en la ciencia del siglo XXI?

Hoy, tenemos que proteger y honrar los mensajes de la religión a través de ubicarlos en este mundo. Si no podemos encontrar lo sagrado en el aquí y el ahora, puede que no lo encontremos en ninguna parte.

En eso consiste la desmitologización. Nos dice que para ser fieles, para honrar el espíritu de la religión en el mundo moderno, necesitamos extraer su mensaje de sus antiguas envolturas protectoras míticas (quitarle las rueditas estabilizadoras infantiles a esa bicicleta) y ver qué es lo que tiene que decirnos hoy en día.

Ustedes saben que la religión por lo general no opera de esta manera. Los ortodoxos aún intentan proteger su vieja fe manteniéndola dentro de su visión mítica del mundo, como si fuera demasiado frágil y delicada para exponerla a la luz del día. Esto engaña a la gente que quiere ser engañada y a muchos que no. Pero no engaña a toda la gente, e incluso enfurece a muchos contra la hipocresía y la negación.

En el avión de regreso de Tennessee, el lunes pasado, leí un libro que hablaba de esto de formas que me sorprendieron. Se trataba una recopilación de escritos breves de más de 90 autores irlandeses (Sources: Letters from Irish People on Sustenance for the Soul, editedo por Marie Heaney). La editora les escribió para preguntarles qué nutría y sustentaba sus almas y me sorprendió mucho encontrar cuán pocos de ellos escogieron algo de su religión, y cuánta rabia todavía les producía ésta.

He aquí una respuesta típica, la de Martin Drury:

«Por haber sido, aún en mis tempranos veintitantos, un devoto y obediente católico romano, todavía tengo presente el choque sísmico (y desde luego sigo sufriendo las consecuencias de esta conmoción) al percatarme de que se abría una gran grieta sobre la falla geológica que divide la práctica religiosa ortodoxa de la experiencia espiritual auténtica.

«Deploro grandemente que aquellos que tan dispuestos se mostraron a reivindicarme para su iglesia fueran tan lentos para nutrir mi yo espiritual… Quienes se hicieron cargo de mi formación espiritual… no me dieron habilidades para trazar el mapa que guiaría mi jornada. Los [mapas] que he llegado a admirar y a confiar en ellos, y en los que encuentro verdadero apoyo, [son aquellos] empleados por artistas de todas las disciplinas.

«… Mi preferencia es por los [mapas] ambiguos de la literatura y por la celebración de la humanidad, más que por alguna divinidad remota».

Este hombre ya no siguió engañado por su iglesia, y lo que resiente aquí son dos cosas: tanto la falta de verdad, como la carencia de fe de su iglesia. Carencia de fe. Resulta una acusación irónica contra una iglesia, pero pensémoslo con cuidado. ¿Qué refleja una mayor carencia de fe: abandonar la creencia en otro mundo, o dejar de creer en este mundo? ¿Qué tendrían que significar los mensajes religiosos si fueran sobre este mundo, más que sobre algún otro?

Una mujer que había dejado la iglesia la criticó por ofrecer una religión que no era real. Y ella ofreció como palabras de apoyo para su alma, no la Biblia, sino unos pocos párrafos tomados de un libro infantil, El Conejo de Pana (The Velveteen Rabbit). Hace mucho tiempo que leí ese libro, y no recordaba que hablara sobre cómo algunas cosas no pueden convertirse en reales. Escúchalo en la crítica de esta mujer irlandesa hacia su anterior iglesia:

El Conejo de Pana llegó en la mañana de navidad. El niñito lo amó -por al menos dos horas- pero con la emoción del día pronto lo olvidó. Por mucho tiempo, vivió con los otros juguetes en el armario -y eran un grupo muy mezclado: juguetes mecánicos mandones que eran muy superiores, llenos de ideas modernas y de palabras de tecnología. Incluso el Leoncito de Madera, quien debía ser más espabilado, fingía tener contactos en el gobierno. El Conejo de Pana se sintió muy insignificante. La única persona que fue amable con él era el Caballo de Cuero, que era muy sabio.

«¿Qué es REAL?», preguntó el conejo un día.

«Real… es una cosa que te sucede cuando un niño te ama por mucho, mucho tiempo», contestó el Caballo de Cuero, quien siempre era veraz. Dijo que a veces duele ser real -y que esto no siempre le sucede a los que se rompen fácilmente, o tienen orillas agudas, o a quienes hay que manejar con cuidado.

«Para el momento en que eres REAL la mayor parte de tu pelo ha sido amorosamente desprendido, tus ojos te abandonaron y tus articulaciones se ponen muy flojas y se te ve mucho deterioro. Pero estas cosas no importan para nada, porque una vez que fuiste REAL no puedes ser feo -excepto para la gente que no entiende».

Las religiones son también así. Si son demasiado frágiles, si se rompen con facilidad, o si deben manejarse con demasiada precaución, nunca podrás acurrucarte en ellas lo suficiente para hacerlas reales. Desmitologizar las religiones, quitarles sus viejas envolturas protectoras para hacerles un lugar entrañable en nuestras propias vidas, no es obra del diablo, se trata más bien de una bendición providencial.

Muchos de los encuestados irlandeses citaron a William Blake (1757-1827)  como a uno de aquellos cuyos escritos y conocimiento profundo alimentaron sus almas. Y en Blake también encontraron mucha ira por los engaños de la religión tradicional. Hacía mucho tiempo que no leía yo algo de William Blake, y me sorprendió leer algunas de estas líneas:

Una verdad dicha con mala intención

supera todas las mentiras que puedas inventar.

Y es correcto que así deba ser;

el hombre fue hecho para el gozo y la desdicha;

y cuando esto comprendemos bien

por el mundo vamos con seguridad.

No estamos hechos para el cielo, nos dice. No estamos hechos para un lugar perfecto en alguna otra parte. Estamos hechos para este lugar, el gozo y la desdicha entremezclados. Estos escritores estaban absolutamente comprometidos a enfocarse en esta vida, aquí y ahora, no en otra, en algún otro lugar, ni después. ¿Qué querrá decir esto la próxima semana cuando preguntemos qué mensaje encontrará la gente fiel en el viejo mensaje de la Pascua? ¿Para qué debemos buscar nueva vida? ¿para nuestras almas, o nuestra sociedad? ¿para nuestra religión? ¿para nuestras iglesias?

Otra mujer citó estas líneas del libro Veintiún poemas de amor, de la poetisa Adrienne Rich (1929-):

A los veinte, sí: pensamos que viviríamos para siempre.

A los cuarenta y cinco, quiero conocer incluso nuestros límites.

Te toco sabiendo que no nacimos mañana,

y de alguna forma, cada uno de nosotros ayudará al otro a vivir,

y en algún lugar, cada uno de nosotros deberá ayudar al otro a morir.

Y ahora más líneas de William Blake:

Cada noche y cada mañana

algunos a la miseria son nacidos.

Cada mañana y cada noche

algunos nacen a un dulce deleite.

Algunos nacen a un dulce deleite,

algunos nacidos son a una noche interminable.

Somos llevados a creer una mentira

cuando no vemos a través del ojo

que nació una noche para perecer en una noche…

Me impresionaron fuertemente las tres últimas líneas:

Somos llevados a creer una mentira

cuando no vemos a través del ojo

que nació una noche para perecer en una noche…

En otras palabras, Blake dice que no creamos en declaraciones de allá arriba, que no creamos en conocimientos que pretenden provenir de dioses, más que de mortales que nacieron una noche para perecer en una noche. He aquí este gran poeta de hace dos siglos que dice que nuestra religión no tiene que ayudarnos a llegar al cielo después de morir. Lo que la religión tiene que hacer -en palabras de Blake- es mostrarnos cómo:

Ver al mundo en un grano de arena

y al cielo en una flor silvestre,

abarcar al infinito en la palma de tu mano

y a la Eternidad en una hora.

En cada juicio por herejía se opondrían a esto. Negarte a creer en cosas a las que no puedes encontrar sentido ha sido peligroso, incluso tan recientemente como en el caso de los talibanes. En los juicios por herejía no les importa cómo vivieron los herejes, solamente si dijeron que creían el relato de un grupo religioso particular.

Pero pensemos sobre esto también. ¿Cómo a qué clase de inseguridad suenan tales amenazas?

-¿A la inseguridad de una deidad eterna y omnisciente que creó todo el universo y que sabe lo que piensas aunque tú no lo sepas? ¿Podría acaso un verdadero dios ser tan ignorante y mezquino?

-¿O a la inseguridad de los miembros de un club, cuya frágil y arrogante afirmación de poseer la verdad podría desmoronarse si tuvieran que admitir que su relato es tan sólo uno entre muchos y que la gente se la pasa bastante bien sin él?

Ningún dios que valga la pena castigaría a la gente por negarse a creer en viejos relatos aún cubiertos con sus antiguas envolturas míticas. Ningún dios que valga la pena nos recompensaría por dejarnos revisar el cerebro a la puerta de la iglesia. La gente fiel no tiene que recitar el relato de su grupo irreflexivamente. La gente fiel tiene que intentar y encontrar una fe por la que valga la pena vivir, una manera de verse a sí mismos y al mundo que pueda mostrarles «al mundo en un grano de arena y al cielo en una flor silvestre».

Quienes pretendamos ser fieles hoy nos encontramos en una extraña e irónica posición. A través de la historia de las religiones occidentales, se ha enseñado a la gente que los beneficios de la religión sólo están disponibles para los fieles, los de adentro, los miembros del club.

Sin embargo, esta es una tercera cosa sobre la que vale la pena pensar, como encontré que todos estos escritores irlandeses reflexionaban. ¿Qué clase de verdad podría ser esa que sólo es verdadera y real, en exclusiva, para los miembros de un club? Cualquier cosa que sea realmente verdadera -en especial si se presenta como proveniente del dios que creó todo el dichoso universo- debería ser verdadera para todos. Las nociones religiosas profundas tienen que estar disponibles para todo el mundo. La gente insegura podrá ser seducida por credos, principios y confesiones de fe, pero no así los dioses, ni las religiones reales. La religión y la verdad no consisten en fingirlo así. Si el cristianismo, el budismo, o las otras religiones tienen algo que ofrecer a nuestras vidas, debe estar disponible para todos los que tengan ojos para verlo y oídos para oírlo.

Estamos en un lugar diferente ahora que donde estábamos en los tiempos antiguos. El significado de ser fieles ha cambiado. La verdadera fidelidad ya no significa más dejar de lado este mundo por la promesa de otro mundo, después y en alguna otra parte. Esto significa, como estos escritores irlandeses lo dicen una y otra vez, dejar de lado las pláticas sobre otros mundos, después y en alguna otra parte, para centrarnos en las promesas y retos de este mismo mundo, aquí y ahora.

Por esto es por lo que pienso que los religiosos liberales pueden ser la gente más religiosa actualmente. Según nuestra visión, podemos dejar atrás las envolturas míticas y otros brillos mundanos, y preguntarnos si es que esta o aquella religión puede ayudarnos, y cómo, a llegar a estar más vivos y concientes aquí y ahora, si nos puede ayudar a ver al mundo en un grano de arena y al cielo en una flor silvestre.

Los judíos tienen un relato sobre el día en que Dios decidió jugarles una broma a los humanos. Estaba desconcertado, así que como siempre hacía cuando se sentía desconcertado, llamó a su rabino favorito.

«Rabino», dijo Dios, «Quiero jugarle una broma a la gente. Quiero esconderme de ellos a donde no me encuentren fácilmente, y no sé dónde esconderme. ¿Qué es lo que piensas: el lado lejano de la luna, los confines exteriores de la galaxia, qué piensas rabino?»

Y el rabino contestó: «Oh, no lo pongas tan difícil. Tan solo escóndete en el corazón humano. Es el último lugar en el que buscarán»

Así que ahí se escondió Dios. Y el rabino tenía razón, porque incluso al día de hoy difícilmente alguien piensa en buscarlo ahí».

Hay una gran ironía en la religión actual. Hace muchos siglos, en el nacimiento de nuestras religiones occidentales, los profetas y los sabios de los que nacieron trataron de proteger la religión ocultándola arriba, sobre el cielo. Hoy, cuando necesitamos que nuestra religión sea real, esconderla arriba, fuera del alcance de la vista, es una sentencia de muerte para ella. Hoy, con el objeto de protegerla, con el objeto de hacer real nuestra fe, debemos encontrarla dentro de nuestro mundo, dentro de nuestros corazones.

Las tres religiones occidentales han visto esto:

  • Los judíos, con su relato de Dios escondido en el corazón humano.
  • Los cristianos, a través del dicho de Jesús de que el reinado de Dios no es algo que venga a la sazón, sino algo que ya está dentro o entre nosotros, si solo tuviéramos ojos para verlo.
  • Y los musulmanes, cuando su Qur’an (Corán) enseña que Dios está más cerca de nosotros que la vena en nuestro cuello.

La verdadera fidelidad que necesitamos hoy no es la confianza ciega en otro mundo, sino la fe en las posibilidades ocultas de integridad y redención que están en este mismo mundo. La verdadera fidelidad se aprende al abrir nuestros ojos a las glorias del mundo alrededor de nosotros y al abrir nuestros corazones para encontrar al dios que se oculta allí, al reinado de Dios oculto dentro y entre nosotros, a la espera de ser hecho realidad en nuestras propias vidas, de la misma manera en que el Conejo de Pana fue finalmente hecho real.

En un sentido, estamos terriblemente solos en nuestro mundo desmitologizado. Pero nuestro veneno puede ser nuestra cura, porque estamos solos juntos.

ORACIÓN

Anhelamos juntos el don de la

visión que pueda mostrarnos

a un mundo en un grano de arena

y al cielo en una flor silvestre,

que pueda ayudarnos a aprender a abarcar al infinito en nuestra mano

y a la Eternidad en una hora.

Sí, sabemos que los días no son del todo suficientes

y que las noches no son del todo suficientes

y que la vida se escurre como un ratón de campo

sin siquiera agitar la hierba.

Así que terminamos en oración silenciosa al espíritu oculto de la vida, al dios no encontrado que se esconde en nuestros corazones. Y decimos, Oh Dios, Oh espíritu de la vida, ayúdanos

a vivir lentamente,

a movernos simplemente,

a mirarnos suavemente,

a acoger al vacío,

y a dejar que nuestros corazones creen para nosotros.

Ayúdanos a hacer un hogar, justo aquí, dentro y por entre el incógnito reinado de Dios que yace escondido dentro de nuestros corazones, donde siempre ha estado oculto.

Oramos por esto, sólo por esto, aquí, ahora, juntos.

Amén.